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Francisco J. Rosado May
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Martes 8 de octubre, 2019

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha ratificado su posición de que los estudiantes deben ingresar a educación media superior y superior, públicas, sin examen de admisión (La Jornada, 2 de oct., 2019). Considera que estas evaluaciones son un mecanismo de exclusión ya que la educación es un derecho que debe garantizar el Estado. Argumenta que la realidad es que la poca disponibilidad de espacios es lo que justifica esas evaluaciones.

Obviamente ha habido reacciones. La misma fuente menciona, en otra nota, que la UNAM señala que aún no es viable aplicar una política como la que propone el Presidente, y que la ANUIES considera que la decisión está en el ámbito de la autonomía universitaria haciendo notar que sin el instrumento de evaluación de ingreso se corre el riesgo de una enorme deserción de estudiantes.

La evaluación al ingreso es un tema bastante complejo. En Finlandia, país de referencia por sus enormes logros académicos y desarrollo, donde la educación superior es gratuita, solamente el 20 por ciento de los estudiantes que se postulan a ingresar a una universidad, lo hace. En Singapur la educación superior no es gratuita, ingresa aproximadamente el 30 por ciento.

Son pocos los países donde no es requisito el examen de admisión, especialmente uno estandarizado, para estudiar en una universidad. Entre ellos están Argentina, República Checa, Portugal, Polonia y Nueva Zelanda. En México están la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, el TEC-Milenio y la UTEL (Universidad en línea).

Bajo el lema “Sólo se puede mejorar lo que se puede evaluar”, en 1994 aparece en el escenario de la educación mexicana la evaluación estandarizada, aplicada por el Ceneval; se llama EXANI I, para media superior; EXANI II para superior; y EXANI III para posgrado. ¿Qué experiencias alternativas existen en Quintana Roo?.

En el caso de la Universidad de Quintana Roo, creada el 31 de mayo de 1991, sus primeras generaciones fueron evaluadas por el College Board o la UNAM, no exactamente para determinar quién ingresa o no, sino para tener un diagnóstico de las condiciones académicas de los estudiantes. En 1994 inició la aplicación del EXANI II. Poco a poco en la UQROO se fue implementando el modelo de puntaje obtenido en el EXANI II para decidir qué estudiante era o no admitido en cada carrera. No se puso en duda la efectividad de la evaluación, fue una política pública. Se asume que un puntaje alto se correlaciona directa y significativamente con el aprovechamiento académico de los estudiantes y con la alta probabilidad de terminar exitosamente su carrera. La práctica arrojó otros datos.

Sin embargo, como en muchas instituciones de educación superior, cuando los estudiantes no fueron admitidos por no tener la puntuación exigida, surgieron presiones sociales y políticas, recomendaciones etc. No sé cómo lo resolvieron otros rectores, pero durante mi gestión, en 2003 hicimos un estudio para encontrar la correlación antes descrita; los resultados indicaron que el puntaje obtenido en el EXANI II no tenía capacidad confiable de predicción sobre el aprovechamiento académico de los estudiantes. Es decir, la misma probabilidad de éxito o fracaso tenía un estudiante de puntaje alto que otro con puntaje bajo en la evaluación de ingreso.

Pero los datos no se alineaban con la política pública y asumiendo que había varios factores que podrían afectar negativamente el desempeño del estudiante, por ejemplo, nerviosismo, o que el proceso de estandarización de la herramienta de evaluación necesitaba tiempo, decidimos que los estudiantes podrían tener dos oportunidades de presentar el EXANI II y usar el puntaje máximo para decidir si fuesen, o no, admitidos a la carrera de su elección. Esta medida redujo las presiones, pero no atendió el fondo del asunto. El número de estudiantes admitidos dependía del cupo y profesores disponibles.

En la UIMQRoo se implementó una sola aplicación del EXANI II, pero a partir de 2009 se complementó con otro instrumento elaborado internamente, se le conoce como Evaluación Institucional de Ingreso a la Universidad. El EVIIU se diseñó para detectar las ganas de los estudiantes para superar los retos académicos, sociales y económicos que enfrentarían para obtener un título universitario competitivo a nivel nacional. Reto nada fácil. El instrumento se complementó con la participación de un comité de admisión integrado por académicos, estudiantes administrativos y personas de la comunidad. El comité de admisión revisaba el proceso y ratificaba o discutía los resultados de alguno de los estudiantes; el resultado del EVIIU fue determinante en la decisión de admisión, el del EXANI funcionó para diseñar estrategias de atención a rezagos académicos.

El puntaje del EXANI de los estudiantes de la UIMQRoo, en la mayoría de los casos, no hubiera sido suficiente para ser admitidos en alguna otra universidad que haya establecido mil puntos como mínimo. Sin embargo, los resultados en la UIMQRoo, con una titulación del 100 por ciento, al menos el 50 por ciento de cada cohorte terminaba su carrera en los 4 años establecidos en el plan de estudios, con una empleabilidad mayor al 90 por ciento y con desempeños excelentes en posgrados del PNPC para los que decidieron seguir estudiando, permite afirmar que el modelo educativo es el determinante en el éxito académico y profesional de los estudiantes universitarios, no necesariamente el resultado de la evaluación de ingreso. La revista “Agroecología” de la Universidad de Murcia en España, vol. 11, núm.1, de 2016, páginas 75-82, presenta datos contundentes de esta afirmación.

En la UIMQRoo detectamos la tendencia de que aquellos estudiantes con puntaje menor a las mil unidades del EXANI II, tenían inclinación a la inducción como forma de aprendizaje. Los que obtenían arriba de mil puntos preferían la deducción. Esto es relevante desde el punto de vista de diseño de pedagogía.

Las personas tienen diferentes formas de construcción de conocimiento. El modelo educativo que entienda y atienda esta premisa y ofrezca opciones flexibles de estudios, muy posiblemente no necesite una evaluación para admitir estudiantes. ¿Podemos diseñar un sistema nacional en escuelas públicas, con estas premisas?

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