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Foto: Hugo Borges

Una de las empresas más competitivas y exitosas de México arrancó con un préstamo de 500 pesos. En los años 30 del siglo pasado, gracias a una máquina alemana instalada en el garage de su casa, don Rodolfo Patrón Tenorio comenzó sus experimentos. Su objetivo era lograr la obtención de dextrinas a partir del almidón de la yuca cultivada en la hacienda Tepich, propiedad de la familia. Más adelante, su hijo Adolfo Patrón Luján, químico de profesión, realizó su famosa invención, el pegamento al que por años hemos llamado "resistol".

Cabe mencionar que Adolfo, a sus 93 años, sigue poseyendo una memoria envidiable. Tuve la oportunidad, hace unos días, de entrevistarlo en la acogedora biblioteca de su casa. Antes de comenzar me obsequió amablemente un libro de sus memorias. Hoy, después de leerlo y platicar con él, me tomo la atribución de describirlo como alguien sencillamente extraordinario y extraordinariamente sencillo. 

Transcribo aquí nuestra plática con gran admiración hacia el empresario, el hombre, el padre y abuelo.
 

Tío Adolfo, familiares tuyos coinciden en que tus dos grandes virtudes son la generosidad y la disciplina ¿Cuál consideras que es tu mayor virtud?
La disciplina. Me gusta ser puntual, me gusta que la gente sea puntual, soy muy respetuoso de las leyes, de lo que sucede a tu alrededor. Soy de los que piensa que debe uno respetar todo, me gusta respetarlo y he transmitido a mis hijos el respeto; creo que para vivir bien se necesita un poco de eso.

Sí, mucho de eso. ¿Desde pequeño supiste que querías ser químico?
No desde tan pequeño. Desde que tenía alrededor de 18 años, en la preparatoria, fue cuando me comenzaron a atraer las cosas que suceden alrededor de la química; por eso es que entré a la Escuela Nacional de Ciencias Químicas, porque me atraía la química y además había por allá una razón: mi papá había construido una fábrica, llamémosle así; era muy modesta y a mí me pareció que yo podía continuarla con estos conocimientos. Exactamente así fue. Mi padre la dejó abandonada cuando yo estaba en la prepa.

¿Por qué abandona la fábrica tu papá?
Le ofrecieron un trabajo que para él era mejor, era mucho mejor. La situación económica era precaria en Yucatán. Mi papá sentía la economía restringida, eso lo movió a mudarse a México, ahí había más cancha y aquí la cosa estaba muy limitada. Nos fuimos a la Ciudad de México como muchísimos yucatecos. Fue una época en la que muchos salieron del estado, sobre todo los que tenían alguna profesión: cineastas, músicos, artistas. Era verdaderamente una cuestión de necesidad, no era que en México hubiera mejor clima.

¿A qué año corresponde esta época?
Yo me fui a México en julio de 1941. México en aquel entonces era una ciudad bellísima; no había automóviles, no había contaminación, todas las mañanas volteabas y veías los volcanes. Los que tenían coche -no todos tenían- lo usaban muy poco.

Era el principio de la Segunda Guerra Mundial.
Era plena guerra. No se fabricaban autos en Europa, evidentemente, y toda la industria norteamericana se transformó para hacer cosas de guerra y lo hizo muy bien, pero a sus clientes los dejó por necesidad. Esa condición, esa necesidad de dedicarse a la guerra, hizo que hubiera escasez. Tú pasabas por Reforma y estaban las distribuidoras de coches; ningún distribuidor tenía coches, empezaron a vender vajillas, ¡lo que fuera, porque no había nada!

¿Cómo se transportaba la gente?
En autobús, en bicicleta o en moto, pero sobre todo en autobús. La ciudad no era tan grande, el tráfico era fluido y no había problemas de embotellamientos, podías ir de un lado a otro en media hora, ¡ahora vas en medio día!



México era una ciudad muy bonita y la razón por la que fui es muy sencilla: Me llevaron. Cuando mis padres se asentaron en la Ciudad de México nos llamaron y yo me fui a terminar mi tercer año de secundaria y Roger, mi hermano, a segundo. Tengo buenos recuerdos de México en ese entonces, muchos y muy buenos; no había crímenes, podías salir a la calle… 

Entonces poco después comenzaste a estudiar química, tu papá salió de la empresa y tú te hiciste cargo de ella junto con tu hermano.
Mi hermano era más chico y todavía estaba estudiando. Él entró a la empresa dos años después de mí.

Si no hubiera sido el Resistol ¿qué hubiera sido?
Mira, en aquel entonces todo lo que hicieras era fácil. No, no, me dicen, por cualquier razón. El hecho es que antes el mercado no tenía nada, no había competencia, si tú hacías algo, se lo llevaban. Se reciclaban mucho los automóviles. De 1940 a 1950 no se fabricaron autos. Toda mi vida más activa la dediqué a Resistol; al principio era en el garage donde teníamos dos o tres máquinas; así agarré el negocio, pero como te digo, no había competencia, por lo tanto lo que yo podía hacer era muy bien recibido en el mercado, y así empecé a crecer y a crecer hasta hacer una cosa muy grande. Se aprovecharon oportunidades y crecimos mucho.

¿Siempre tuviste la idea de regresar a vivir a Mérida?
¡No, para nada, para nada! Sólo que se juntaron varias cosas. Primero por Margarita [Molina Zaldívar, su esposa, quien también preside el Patronato de la Orquesta Sinfónica de Yucatán], que aunque a ella no le gustaba la idea de venir a Mérida finalmente era yucateca y conocía aquí hasta a las piedras. Esa era una cosa que facilitaba mucho la decisión. La otra es que yo ya no tenía nada formal, no tenía un trabajo, estaba jubilado y nada; iba a Consejos, era miembro de varios Consejos de empresas, esa vida era suficiente; pero la ciudad comenzó a crecer, los problemas a multiplicarse, la violencia a incrementarse; entonces empiezas a pensar ¿yo que hago?, y tienes que comprar un coche blindado, porque no tenía guaruras, la decisión era mía y yo no quería gente que me cuidara; es muy incómodo, se tienen que meter en tu vida para ser el cuidador.

¿En qué año vinieron a Mérida?
En 2001. Mira, ¿qué sucede? Yo tenía un amigo muy querido que era Fernando Espejo. Fernando era reportero, poeta, etcétera; recibió la Medalla Eligio Ancona. Era un prominente yucateco, murió hace como ocho años y dejó una gran pérdida. Él venía a las temporadas julio y agosto, como todo yucateco. En verdad nos jalaron Carlos García Ponce y La Chacha (su esposa, Elva Villarreal Rodríguez). Estaban construyendo el edificio Cocal Josefina y Carlos me entusiasmó para comprar un departamento para Margot, y así fue. El hecho de que me hayan traído por Fernando, que él ha sido para mí un amigo delicioso, una gente muy muy cercana aunque no mucho tiempo, pero muy cercana. Esa fue la segunda razón para que yo viniera aquí. Porque no es una la razón, fueron varias: Ya te dije a Margarita, te digo Fernando Espejo, y me reencontré con el pasado. Llegué aquí y no conocía a nadie sólo a quienes habían estudiado conmigo en la Modelo. 

Te puedo comentar que no me entusiasmó la idea de cómo vivían, con poco sentido de creatividad, como que habían quedado en el pasado, que el resto del mundo se había adelantado y que en Mérida nos habíamos quedado. Otra cosa, la ciudad de México me expulsó, teníamos un departamento precioso localizado óptimamente; grande, de 500 metros, frente al bosque de Chapultepec. Desde ahí se veía el Castillo, luego venía el bosque; pero el hecho de salir de tu casa en tu coche y sentir la agresividad de la gente era muy poco estimulante, y como le decía a Margot: Esto no va a mejorar, la única perspectiva es que empeore y yo no tengo la intención de hacer nada más que consejero… vámonos a Mérida. Ella se sorprendió muchísimo pues no estaba en sus planes venir a Mérida, a pesar de que, como te digo, la mitad de la población es pariente de ella. La fui convenciendo y finalmente aceptó.

Ella había querido comprar este terreno de Sodzil, lo compramos; teníamos ya el condominio de Progreso, que aunque no me gusta la playa, el verano implicaba tener conversaciones largas y varias veces al día con Fernando Espejo, cosa que disfrutaba muchísimo. Venía los veranos trayendo el coche de México con un chofer, y así poco a poco nos fuimos metiendo la idea [de venir a Mérida] y cuando llegó el día, Margarita organizó todo para hacer la mudanza, hizo un trabajo perfecto. Eso fue 15 días antes de que la casa estuviera terminada, así que nos hospedamos unos días en el Hotel Fiesta Americana.

De tus hijos o nietos, ¿alguno ha seguido tus pasos en lo referente a profesión e inclinación por la química? ¿Te gustaría que alguno lo hiciera?
Es una cosa muy clara. Yo tenía el deseo de que mis hijos se desarrollaran cada uno en lo que quisiera, era muy difícil sustituirme, siempre es difícil, para cualquier persona en el mundo que lo sustituyan. Primero eso, luego la educación; cada uno estudió lo que quiso. Nunca hemos sido, hasta la fecha, aglomerados.

Siempre han sido una familia independiente…
Así es. A Mérida vienen algunos días y se van. Me gusta que sea así.

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¿Tienes algún nieto con quien sientas una afinidad especial o compartas los mismos gustos?
Sí, la más grande. Es un caso interesante, sumamente inteligente y generosa. Tiene 34 años, se dedica a trabajar en favor de las inmigrantes en San Francisco, tiene un negocio importante que es sólo de beneficio. Y esa niña maravillosa terminó el high school y Harvard la invitó a estudiar ahí, estudió sociología y le va muy bien en sus estudios, pero mal en su salud. En algún momento, al estar ya trabajando, empezó a sentirse mal, tenía una enfermedad de la que no se tenía conocimiento. Iba a las universidades a probar medicinas nuevas que acababan de salir a ver si alguna le servía. Finalmente no hubo manera y tuvieron que quitarle el intestino y a pesar de eso es la misma niña alegre, trabajadora; soltera hasta hace un año. Un día, en circunstancias particulares se encontró con un muchacho, se enamoraron y se casaron. Fuimos a la boda. 

¿Cuál ha sido tu mayor aprendizaje en la vida?
No ser egoísta, creo que ese es. Cuidar el tiempo de los demás. Dar es delicioso

Si hoy fueras presidente de México, ¿en qué rubro te enfocarías primero?
Educación, educación y educación. Mientras no haya una base de gente razonablemente interesada en educación, cada año será lo mismo: Entra el presidente y empieza la corrupción.

Si fueras miembro de la Real Academia Sueca de Ciencias ¿a quién le darías un premio Nobel?
No conozco tanto de eso. Tendría que estudiar a fondo.

Si el premio lo entregaras en el rubro de la música, ¿a quién se lo darías?
Quizá se lo daría a la persona que logró que no derribaran el edificio del Carnegie Hall en Nueva York: Issac Stern (uno de los violinistas más famosos del siglo XX). Realmente iban a tirar una joya. Iban a hacer un edificio, uno como 100 mil hay en Nueva York.

¿En qué consiste la belleza para ti? ¿En qué o quién piensas cuando piensas en belleza?
En una mujer, más que en una pintura o una nota musical, me gusta una mujer. 

¿Con qué sueñas cuando sueñas?
Me ha sucedido algo últimamente, no sé por qué: He dormido tan profundo que los sueños se confunden con la realidad y cuando me enfrento a eso es cuando despierto. Estoy comiendo una paleta, está ahí y de repente me doy cuenta de que no hay nada.

¿Tienes algún sueño recurrente?
Sí, que estoy en mi auto, uno de tantos que he tenido, perdido en una ciudad. Al decir recurrente es que es una y otra y otra ciudad, diferentes ciudades diferentes sueños y el mismo coche.

Ya que hablamos de ciudades, ¿Cuál es tu ciudad favorita?
Londres.

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¿Por qué Londres?
No sé, pregúntale a mi mujer.

Entonces Margarita Molina Zaldívar acota: "porque siempre te gustó y porque tu abuelo te contaba mucho de Londres. Tu abuelo pasaba temporadas largas ahí y te platicaba mucho sobre la ciudad".

París también es una belleza, pero una belleza estática.

¿Cuál es para ti un país modelo para México?
Cualquiera de los países ordenados, las ciudades alemanas, por ejemplo. Las ciudades nórdicas me encantan porque hay respeto, orden y disciplina, por eso puse en primer lugar a Alemania. Singapur es una ciudad modelo, es fabulosa, donde converge el respeto de la gente hacia la gente y también a la naturaleza. Los jardines están preciosos, todo en orden, en fin. 

¿Qué es la felicidad para ti?
Vivir una vida satisfactoria en todo. No ser un gran pianista o un gran deportista, sino una persona versátil, que no haya una cosa que predomine, que todas sean cosas que disfrute uno. Yo por ejemplo, si íbamos a Salzburgo me encantaba; si cruzábamos a Alemania me encantaba, París también; y así, todo me gustaba y todo lo disfruté.

Es fácil ser feliz cuando eres una persona que disfruta todo, ¿no crees?
Yo creo que con mi compañera, jefa, dueña del bastón y del chicote, con eso es suficiente…y Molina.

¿Cómo crees que debe ser utilizado el tiempo y por qué es tan importante?
Porque es el único factor que no puedes regresar, una vez que pasa no hay manera de ir para atrás; cada paso que das hacia adelante lo tienes que tomar en serio porque no puedes regresar al libro y hacer que la página vuelva. El tiempo, para mí, es el factor más importante en la vida. 

¿Quiénes son las personas que han influido en tu vida?
Indirectamente mi abuelo a través de mi mamá, que no es su hija, pero a través de ella. Mi abuelo empezó las pruebas del almidón de la yuca no pensando en una industria; empezó con el almidón que se vendía en Yucatán y Veracruz para almidonar guayaberas, ese era el negocio que mi padre siguió, automatizó y modernizó.

Y no se imaginaban que tu invento iba a ser un "hitazo".
No, porque en aquel entonces era todo muy diferente, todo. Autos, ya te dije, la guerra y después de la guerra abundancia de todo.

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¿Con qué te gustaría cerrar la entrevista?
Con la idea de que uno a estas alturas es mejor estar muerto que vivo.

Abogada y amante de la historia.

Mérida, Yucatán
[email protected]
 


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