Grecia Mariel
Foto: Guillermo Olguin
La Jornada Maya
Domingo 8 de septiembre, 2019
Esperaba junto a Isaura García en una larga fila de mujeres indígenas, nos teníamos que registrar y después pasar para a tomarnos la foto individual, esa fue la indicación. Estábamos en San Agustín Etla, Oaxaca, durante el Segundo Encuentro de Comunicadoras Indígenas y Afrodescendientes, 2015.
Se escucharon rumores de que el maestro vendría, otras voces decían que no, a él no le gustan los eventos y los actos protocolarios.
Llegó y a lo lejos se le veía saludar una por una a cada mujer nahua, purépecha, wixárika, ñuu savi, afro, en fin la lista era larga, más de 100 mujeres, a cada una la saludó con paciencia, con cariño, con admiración.
Y a lo lejos también desapareció y ya no tuve el honor de intercambiar sonrisas con él.
Cuando me tomaron la foto nunca me di cuenta que Francisco Toledo estaba detrás de mí. Me senté y esperé el click de la cámara. Todas reían y no sabía por qué. Volteé hacia atrás y allí estaba él, que luego se fue corriendo, orgulloso de su travesura. Se fue como el niño que alza su papalote y su dignidad para exigir justicia.
Francisco Toledo, el hombre maíz que alimentó esperanzas, almas y luchas.
Como decimos en mayat’aan: tak tu láak’ k’iin. Hasta el otro sol.
Celebremos tu vida, ahora que nos ves desde el más allá.
Aguerrido, mágico, hechicero. Eterno Toledo.
[b]*Comunicadora y docente en Inicial indígena, radicada en Carrillo Puerto, Quintana Roo[/b]
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