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Foto: Fernando Eloy

La gran preocupación económica del siglo XXI parece ser el abasto de energía eléctrica a la industria, los hogares y, muy especialmente, a los vehículos automotores, los cuales encabezan la transición hacia el uso de baterías recargables en lugar de combustibles de origen fósil.

Recientemente, España y Portugal padecieron un apagón cuyo origen se encuentra precisamente en la generación de esa energía “verde”, dada la interconexión de plantas que requiere el sistema de distribución de la península ibérica, el cual incluye a una parte de Francia. Previo al incidente, la empresa Redeia advirtió en febrero pasado, durante su informe anual, que existía un riesgo de “desconexiones debido a la alta penetración de renovables sin las capacidades técnicas necesarias para una respuesta adecuada ante perturbaciones”.

Entonces, debe reconocerse que hay un inconveniente grave al recurrir a un esquema de pequeños generadores de energía a través de sistemas eólicos o solares, por la conexión que requiere cada uno al sistema de distribución, y éste es el riesgo que se corre en esta transición.

En México, la generación de energía a través de la captación del viento o de los rayos solares es dispar, a pesar de que hay regiones con muy alto potencial. Por otro lado, también hay zonas donde las variaciones de las temperaturas y la presencia de industrias elevan la demanda de electricidad y la estabilidad del abasto depende de la infraestructura de distribución con que cuenta la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Una de las regiones sobre las que ahora se advierte es la península de Yucatán, donde se consume más electricidad de la que se genera, pero la mayor demanda coincide con la temporada de más calor; entre el cambio climático global y las quemas agrícolas, no resulta extraño que la sensación térmica durante el mes de mayo rebase los 40 grados Celsius por más de 15 días, pero los siguientes meses, en los que las temperaturas se estabilizan, coinciden con la temporada de ciclones tropicales en el Atlántico.

Sobra decir que los habitantes de la península contribuyen al debilitamiento sistemático de la infraestructura de distribución de energía eléctrica. Entre la promoción de Yucatán para hacer a la entidad atractiva a la inmigración, la explotación de Quintana Roo como destino de sol y playa, y la ampliación de la frontera agrícola en Campeche, la devastación de zonas boscosas y de la duna costera para la construcción de vivienda u hoteles, ha terminado por incrementar la presión sobre los recursos disponibles. Sumemos a esto la entrada en funcionamiento del Tren Maya y del Aeropuerto de Tulum, y de otras obras complementarias a éstas, como el Ie-Tram, en Yucatán, que han disparado la demanda de electricidad a los 3 mil 175 megavatios (MW).

Chiapas atiende, a través de una sola línea de transmisión, el déficit energético peninsular. Cualquier fallo en esa línea provocará un nuevo apagón -porque ya sucedió, el 8 de marzo de 2019 -que provocaría graves perjuicios económicos.

Ahora, desde el sexenio pasado inició la construcción de dos centrales de ciclo combinado: la Mérida IV y la Valladolid III, las cuales no han entrado en funcionamiento y, en cuanto lo hagan, no contarán con el suficiente gas natural como para producir los MW suficientes como para cubrir el déficit que se tiene actualmente. En potencia, ambas centrales podrían llevar a la península yucateca a la autosuficiencia en materia de electricidad, y convertirían a Yucatán en un polo generador, pero aún queda pendiente el abasto de combustible para ambas plantas, ya que es necesaria la ampliación del ducto Mayakán.

El mayor problema en cuanto a un potencial apagón peninsular, sin embargo, está más en el aspecto social que en el económico. Los usuarios de la CFE en la península, todos cautivos, han colocado a la paraestatal entre las empresas líderes en quejas ante la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), precisamente por los continuos fallos en el suministro de energía, que causan desperfectos en sus aparatos electrodomésticos. Ya en 2024 hubo varios conatos de violencia contra empleados de la CFE a causa de los apagones y la notoria falta de mantenimiento a las líneas y transformadores. La toma de carreteras y manifestaciones serán daños mínimos si continúa la desatención a una región en la que se pagan las tarifas más altas por electricidad.




Edición: Estefanía Cardeña


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