de

del

Jhonny Brea
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Viernes 9 de agosto, 2019

De veras que por más precauciones que tome uno, le invaden su intimidad. No me refiero a que los niños me quieran sacar del baño cuando apenas me estoy enjuagando, sino a las llamadas al celular. Ayer recibí una de un número que no me parecía sospechoso, hasta que escuché que se trataba de una invitación para salir a votar este domingo en la elección interna del PRI.

Como se trataba de una grabación y ni siquiera milito en el partido –ni en ningún otro–, ni a quién reclamarle; pero da coraje. Además, con esos candidatos, lo más seguro es que alguien impugne la legitimidad de la elección por lo cara que va a salir en la relación costo por sufragio. Eso sí, vamos a ver si en alguna casa de apuestas me admiten el pronóstico de menos del 15 por ciento de participación. Van 500 pesos… en cuanto encuentre mi cartera, y espero que [i]La Xtabay[/i] no se haya ido al súper con ella.

Pues así como ven, todavía pretendo reponerme de las vacaciones, así que este fin de semana pretendo pasármela como pulpo: ni con cloro me van a sacar de mi cueva. Y digo reponerme porque terminé más estresado que antes. Déjenme les cuento mientras se cuece el frijol kabax (ustedes saben, las labores propias de mi sexo).

Resulta que el hotel al que llegamos ha sufrido algunos percances. Según pudimos averiguar, hace unos años había tenido un zoológico como atractivo, pero en la ola de quitarle animales a los circos, la Profepa también barrió con ellos. El caso es que les quedó un conjunto de cabañas repartidas en un terreno enorme y caminar cargando las maletas de la recepción a las habitaciones es una pequeña proeza. Para eso, al huésped lo llevan en un mototaxi, como en Kanasín. A nosotros nos llevaba un chofer/maletero al que se le descompuso la moto faltando casi un kilómetro para llegar al cuarto. Llegó un relevo, pero su vehículo también se echó a perder… igualito que en Kanasín. Total, como buen macho omega grasa en pecho, espalda peluda, nalga precipitada, abdomen de lavadora y bebedor de cerveza light, terminé arrastrando el equipaje 200 metros.

Ni de broma nos asomamos al mar. A fin de cuentas, el olor a sargazo descompuesto era más que suficiente para mantenernos alejados. Otra que nos tocó de malas fue que el restaurante ya estaba cerrado, pero quedaba un buen rato para los bocadillos en la piscina. Llegar era fácil: sólo era seguir el rastro de los que regresaban con visibles rastros de intoxicación alcohólica incompleta, aunque también había algunos que tenían el estoque hasta el fondo.

Ya refrescados, nos dirigimos a cenar y aquello fue crisis. Al [i]Kizín[/i] se le ocurrió pedir un coctel de camarones, pero el mesero le sugirió que ordenara otra cosa porque no había cátsup para elaborar la salsa. Terminó tragándose, a regañadientes, un filete de salmón a las finas hierbas. Por su parte, [i]La Cutusa[/i] se transformó en un basilisco porque su pasta la aderezaron con queso parmesano y no con [i]parmigiano reggiano[/i], y [i]La Xtabay[/i] se puso furiosa porque le sirvieron aguada su [i]crème de cassis[/i].

Al día siguiente fuimos a pasear al cenote. Resulta que éste es más bien una salida de agua dulce hacia el mar, bastante amplia, y ahí se aloja una familia de manatíes que se la pasan nadando a sus anchas. Ahí se puede practicar el esnórquel o el kayak. Obviamente preferí este último; luego capaz y me confundían precisamente con un manatí. Aunque terminé adolorido por remar, puedo decir que fue un momento de paz, sobre todo porque también hay un observatorio al que una chica nos invitó a pasar con un “¿gusta una copa de vino espumoso?”. Sobra decir que aquello para mí fue la ataraxia. Eso sí, le serví su copa a [i]La Xtabay[/i] para evitar que viera la etiqueta de la botella y se diera cuenta de que el vino fue embotellado en Umán. Capaz que repetía la transfiguración de la noche anterior. Ya bastante tenía con [i]La Cutusa[/i] reclamando que le habían llevado un té que no era “su acostumbrado” Bigelow.

No saben cómo agradecí que se terminaran las vacaciones.

[b]Macho omega que se respeta[/b]

Las iniciales JB en una botella son por Jhonny Brea. No saben qué maravilla para prevenir episodios de hipertensión, sobre todo en las rocas. Eso sí, en vacaciones es altamente probable la sobredosis.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]


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