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del

Fabrizio León Diez
Foto: Robin Canul
La Jornada Maya

Lunes 5 de agosto, 2019

En un auditorio que en otras épocas hubiera resultado impensable y hasta insultante para el aspirante tricolor que lo visitara, por su poco aforo e instalaciones deterioradas, fue donde el candidato a la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Alejandro Moreno Cárdenas, [i]Alito[/i], se reunió con parte de la militancia priísta en la entidad.

La cita fue a las 18:30 horas en el local del Sindicato de Fotógrafos, gremio digno, pero en extinción. Cumpliendo los pronósticos, tomando en cuenta eventos previos en otras partes del país, el lugar no tuvo el quórum deseado y faltó el arribo de figuras y personalidades priístas que se esperaban con ansias, pues con ellas se trataría de legitimar tan penosa reunión.

A lo más que convocó [i]Alito[/i] fue a un diputado local, un líder sindical y un suplente de diputado federal, además de trescientas personas que, fieles a un estilo y a una forma de hacer política, llegaron por acarreo, como siempre.

El candidato arribó con Carolina Viggiano Austria, su compañera de fórmula, proveniente de una reunión similar en Kanasín. Al hacer su entrada fue recibido por gente de confianza de Rolando Zapata y Víctor Caballero, quienes obviamente no dieron la cara y sólo enviaron a su personal de apoyo, una tropa alicaída que hizo todo lo posible para arengar a los pocos asistentes a vitorear al recién llegado.

Como era de esperarse pronunció un discurso hecho como receta, realizado con libro en mano, maldiciendo y condenando al viejo PRI y a sus dirigentes pasados, nota curiosa porque en el mismo cuerpo de su mensaje resaltó que llevaba 29 años, de los 44 que tiene, militando en el tricolor y subrayando haber sido dirigente, diputado, senador y gobernador. La enjundia de sus dichos y la pasión que acentuó, fue inversamente proporcional a la simulación de los asistentes. Pocos repararon en sus dichos.

[b]Añeja fórmula[/b]

Utilizó la añeja fórmula de cómo se debe presentar una nueva idea o proyecto, usó todas esas frases que se repiten una y otra vez. Se pronunció por eliminar las candidaturas plurinominales y por abrir a las bases la votación para la elección de delegados y dirigentes del partido, lo cual le trajo un aplauso seguro.

No conectó con los asistentes, pues en la entidad hasta hace poco tiempo era persona non grata para la clase priísta yucateca. Constantes desavenencias y la pugna por el favor del ex presidente Enrique Peña Nieto fueron la razón de los celos y disputas entre yucatecos y campechanos. Esa es batalla peninsular ancestral.

Además, [i]Alito[/i] llegó al estado en uno de los peores momentos del priísmo yucateco y nacional. A la contundente derrota sufrida hace un año, se suma que los grupos políticos que sobreviven aferrados a los escombros están fuertemente enfrentados entre sí. Y para rematar la faena, la otra candidata a la dirigencia nacional del tricolor es Ivonne Ortega Pacheco, lo cual le pone una sazón única a esta contienda interna. Sazón de cazón se podría llamar este melodrama.

[b]Sin rabia ni hambre de triunfo[/b]

[i]Alito[/i] y su equipo, acusando un desconocimiento de la política y grupos de poder locales, dicen, o porque no le quedó de otra que hacer mancuerna con su antiguo rival, organizaron un encuentro desangelado, rupestre. Los fríos gritos y vítores lanzados al interior del pequeño local del Sindicato de Fotógrafos parecían más lamentos y gritos de auxilio. No hubo convicción, no hubo euforia, no hubo miradas francas, abrazos sinceros, no hubo esa rabia y hambre de triunfo. La esperanza, que dicen muere al último, se había perdido. Ya hasta eso parece haberse muerto.

Antes de comenzar el encuentro hubo varios grupos que parecían más círculos de autoayuda que políticos, pues entre ellos se contaban las penurias por las que pasaban en sus localidades, el abandono de la presidencia estatal del partido, su falta de liderazgo, los errores que continuaba cometiendo su impresentable bancada priísta en el Congreso, la inexistente oposición en el cabildo meridano. La falta de chamba, los ingresos que no llegan, los ahorros personales que se agotan. Entre ellos se lamian heridas que aún no cicatrizan a un año de la derrotan, las cuales amenazan con infectarse más que curarse.

El discurso de los contendientes por la presidencia nacional del PRI es de contraste absoluto con la realidad a nivel de cancha. Las promesas de renovación y mejor futuro son inversamente proporcionales al silencio en el piso, a la angustia de quienes habitan un edificio político que se cae y en ese derrumbe se lleva empleos, sueños y carreras. Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, y la fuerza no se ve por ningún lado; a lo mejor esto sí mata.

Varios de los asistentes no eran fieles seguidores del grupo rolandista ni mucho menos del campechano, ellos fueron infiltrados del equipo de enfrente e hicieron lo que les mandaron y comenzaron a tomar fotos y videos. Al platicar con ellos, ya en confianza, decían “Se lo voy a enviar al arquitecto Rivero”, “Estas fotos son para Canul, él me las pidió”, “Se lo estoy mandando a la jefa, para que sepa quiénes vinieron”.

En efecto, en [i]La casa del corazón rojo[/i] estaban muy pendientes del evento y ávidos de toda la información que les pudieran proporcionar: “En corto, como cuates ¿tú cómo viste el evento?”, “¿Fue fulanito o menganita?”, “Pásame lo que tengas de info y en la semana nos tomamos un café y platicamos”.

Faltaron copiosos liderazgos priístas, que no asistieron, no porque estén con Ortega Pacheco, sino porque son calculadores. No darán la cara hasta no ver por dónde viene la tan esperada línea del Comité Ejecutivo Nacional, si es que todavía dá línea o tiene idea sobre qué es una línea que no sea la final de la historia [i]tricolor[/i].

[b]Evento mediocre[/b]

En resumen, fue un evento mediocre, para decirlo barato, si lo comparamos con los estándares mínimos que se le exigirían a cualquier candidato a la dirigencia nacional de un partido político dizque nacional. Eso sí, estuvo al nivel mismo del que realizó Ivonne Ortega en el hotel Los Aluxes hace unas semanas, también sin liderazgos ni alma, lo que dejó entrever que ninguno de los dos candidatos las trae todas consigo pues en Yucatán y Campeche nadie es profeta en su tierra.

Si el PRI peninsular no levanta en enjundia ni con candidatos propios de la región, algo debe andar mal, muy mal. Recuerdan las malas lenguas que esta península mucho tuvo que ver con la extinción de los dinosaurios, a lo mejor con candidatos de aquí muere el ecosistema tricolor. Veremos qué hacen los 191 mil 28 militantes que tienen, si es que votan el próximo 11 de agosto, y si es que todavía los tienen.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]


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