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Óscar Muñoz
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Martes 9 de julio, 2019

El retorno del pasado al presente o, incluso, su traslado al futuro ha sido más que interesante. En otros casos, ha sido el presente o hasta el futuro que se vuelven al pasado. Un ejemplo de ello es posible encontrarlo en el relato [i]El aroma de la zarzaparrilla[/i], de Ray Bradbury, en el que William Finch escapa a otro tiempo. Otras muestras, aunque diferentes, están en algunas narraciones de Carlos Fuentes: [i]Chac Mool[/i], donde ocurre una especie de retorno del México prehispánico al México contemporáneo, y [i]Aura[/i], donde doña Consuelo y su sobrina representan un vaivén temporal, ida y vuelta del pasado al presente y viceversa. Sin embargo, al parecer, los ires y venires del tiempo no sólo ocurren en el mundo de la imaginación, también suceden en el mundo tangible, como el del retorno del disco de vinilo.

A pesar de que la tecnología digital permitió avanzar en el desarrollo de nuevas formas de grabación y de formatos digitales para la contención de la música, lo cierto es que ello no favoreció ninguna mejoría en la calidad de la reproducción. Si bien los formatos digitales, como el MP3, permitieron contener tiempos extensos de música por su compresión, lo cual facilitaba su transportación en pequeños dispositivos de reproducción, la calidad de las grabaciones musicales quedó en el pasado, en los discos de vinilo.

Esta circunstancia obligó a los diseñadores digitales a crear nuevos formatos que aseguraran la calidad más óptima posible de la reproducción musical o ,por lo menos, que lograran mantener la calidad de los discos compactos que incluyen archivos de audio digital sin compresión, a diferencia de los que están en formato MP3. De esta forma surgieron otras formas que no castigaban tanto a la banda sonora y tenían un gran acercamiento a la calidad de los CD; éstos son los llamados formatos sin pérdida de calidad, como FLAC, APE y WAV.

Sin embargo, ninguno de estos formatos digitales logró mantener la calidad de sonido que tuvieron los discos de vinilo. Ante tal circunstancia y en vista de que los audiófilos manifestaron siempre una decepción ante los formatos digitales y ciertos reclamos por la recuperación de la calidad sonora perdida en los años 80, cuando surgió el CD, en tiempos recientes ha reaparecido el disco de vinilo con la intención de recuperar lo perdido.

Es una fortuna que haya sido posible rescatar del pasado el vinilo en este siglo XXI. Si bien el CD reproduce la música de un modo diferente al vinilo, debido a que el primero corresponde a un formato digital, el segundo ofrece una reproducción analógica, es decir física. Aunque el CD, al pasar por un proceso de conversión digital, sufre pérdida de información que impide almacenar toda la onda de sonido, el retorno de los vinilos ha permitido recuperar no sólo la calidad sonora de la música, sino también el acto ritual de escuchar la música a través del tocadiscos.

Respecto de los reproductores, la tecnología digitalizada favoreció el diseño de dispositivos cada vez más compactos. Primeramente, los reproductores de CD fueron incluidos en equipos de audio que contaban al mismo tiempo con tocadiscos y tocacintas, para los discos de vinilo y los casetes que aún existían en el mercado, y reproductores digitales para los CD. En una segunda avanzada, surgió el discman para reproducir los CD, equivalente al walkman que reproducía casetes.

A inicios del siglo XXI, estos equipos múltiples que incluían un reproductor de CD fueron sustituidos por dispositivos cada vez más pequeños y absolutamente portátiles: los reproductores de archivos digitales de audio en formatos MP3 y WMA, que fueron los más populares. Muy pronto, los teléfonos celulares o móviles incluyeron aplicaciones que permitieron reproducir música digitalizada, no sólo en los formatos MP3 y WMA sino en casi todos los existentes, incluidos aquellos sin pérdida de calidad, como son los casos de FLAC, APE y WAV.

En los últimos años, los formatos de audio digital comenzaron a ser sustituidos por otras maneras de escuchar música, como el streaming, es decir, la retransmisión o simplemente transmisión, particularmente de música, a través de la Internet. Sin necesidad de descargar archivos, las personas pueden escuchar su música preferida mediante aplicaciones, como Spotify, que son empleadas para la reproducción de música. Sin embargo, esta nueva forma de escuchar música tampoco ha convencido a los más arraigados audiófilos.

Ante tal situación, que nunca logró convencer a los entusiastas en cuanto a la calidad del sonido y la reproducción musical, éstos comenzaron a sacar del armario los antiguas tornamesas y sus viejos discos de vinilo. No sólo fueron los de la vieja guardia sino también sus hijos, los llamados [i]millennials[/i]. Lo más sorprendente de este rescate de los viejos contenedores y reproductores de música está en que los [i]millenials[/i], quienes sin haber escuchado nunca antes música de los años sesenta y setenta en discos de vinilo, han sido los más intensos en esta resurrección musical, con todo y sus discos antiguos y sus equipos reproductores.

Estos hechos de rescate de lo viejo han permitido que la industria discográfica y sonidera rediseñaran nuevos dispositivos para la audición de la música. En el mercado actual es posible encontrar tornamesas que reproducen los discos de vinilo, los viejos y los nuevos. Cabe señalar que la industria discográfica ha logrado introducir nuevamente los discos de vinilo en el mercado internacional. Y lo más impresionante es que, más que las nuevas grabaciones de los músicos actuales, han proliferado las grabaciones antiguas en discos nuevos. Por ejemplo, ahora es seguro adquirir un disco nuevo de vinil de Janis Joplin.

Si bien en 1997 las ventas de los discos de vinilo alcanzaron casi los 150 mil millones de dólares en el mundo, en el año 2005 cayeron hasta los 40 mil millones, que fue el más bajo nivel de ventas. Pero en 2013, apenas hace seis años, las ventas ascendieron hasta los 218 mil millones de dólares, un verdadero fenómeno mundial. Lo mismo sucedió con el resurgimiento de las tornamesas, pues no sólo ha crecido su fabricación y venta, sino que también ha sido ampliada su diversidad. Por ejemplo, existen tornamesas que incluyen aplicaciones que trasforman el sonido analógico del disco de vinilo a un formato digital de audio.

Por otra parte, más allá de la calidad de sonido de los discos de vinilo y de sus reproductores analógicos, escuchar un disco en una tornamesa implica necesariamente un ritual. No es igual escuchar música en la calle, mientras la gente se traslada de un lugar a otro, a través de una aplicación Streaming, que hacerlo en casa y en una tornamesa. La forma de escuchar es totalmente diferente. La tornamesa y el disco de vinilo exigen que la persona se siente y esté concentrada en lo que escucha. Incluso, el disco y su funda permiten tenerlos en las manos, algo que no sucederá nunca al escuchar música por Spotify, por ejemplo. Además, es posible ir a la estantería donde están los discos, seleccionar el que se quiera escuchar, sacarlo de su cubierta, manipularlo con todo cuidado y colocarlo en la tornamesa antes de tomar asiento para disfrutar verdaderamente de la música.

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