Margarita Robleda Moguel
Foto: Google Earth
La Jornada Maya
Martes 25 de junio, 2019
El oscurantismo es una ideología que se le conoce como un período sombrío, infructuoso e improductivo en la historia de las ideas y obtiene su máximo auge en la Edad Media.
La historia dice que la Iglesia tuvo el control por más de mil años, sin embargo, la situación actual que vive algunas partes del país nos dice que la Iglesia ha perdido fuerza, es el hampa quien ha tomado el poder provocando un tipo de oscurantismo a través de la violencia y el miedo que corrompe todo. La impunidad es el pan nuestro de cada día.
En un reportaje de julio 24 del 2017, la periodista Lydia Cacho denunció “Puerto Morelos: otra tierra de ambiciones”, y afirma que allí “se lleva a cabo la estrategia de acaparamiento ilícito de tierras de la zona costera, nuevos allanamientos con grupos armados bajo protección política”. Narra que “dos sujetos llevan machetes en las manos. Sus rostros me son familiares: pertenecen al grupo de invasores que me persiguieron mientras documentaba el caso de Tulum: tierra de ambiciones.”
Si bien este trabajo fue realizado por la periodista y luchadora social, la impunidad continúa vigente, y ahora, aparentemente, con el respaldo de la presidente municipal de Puerto Morelos, Laura Fernández, intentan vender el terreno Punta Brava, expropiado a sus legítimos dueños de una manera absolutamente arbitraria. ¿Dónde están las instancias legales para reclamar justicia? ¿En manos de quién nos encontramos? ¿Acaso la oscuridad ha descendido sobre Quintana Roo? ¿Es esto lo que nos merecemos?
¿Dónde está la gente que hace medio siglo llegó cargada de sueños para construir mejores oportunidades para sí y su familia? ¿Nos carcomió la avaricia, el ansia de poder? ¿Nos amordazó el miedo? ¿En qué momento vendimos el alma por un plato de lentejas? Más allá de una conseja religiosa entre el bien y el mal, aquí la pregunta es ¿Nos conviene la oscuridad? ¿Es este tipo de mundo al que aspiramos? ¿Qué merecemos?
Quisiera decirles a mis amigos atropellados por la violencia del despojo que confíen en la justicia. Las palabras se me atoran en la garganta.
Mi frase: “Somos más los buenos”, que suelo decirles a los jóvenes en mis charlas, rebota por las paredes del cinismo con el que la mafia impunemente se burla de la población.
Esto no es nuevo, lleva gestándose desde hace muchos años como si Quintana Roo aún fuera tierra de nadie.
Pero no, yo conocí la zona cuando Cancún era un cocal y Puerto Morelos el cruce a la Isla. Me consta que hay gente de bien en Quintana Roo, en Isla Mujeres, en Cozumel, en Carrillo Puerto, en Chetumal. Quizá ha llegado el momento de despertar y manifestarse como tales.
Un solo destello de luz rasga la oscuridad. Seguiremos haciendo nuestra parte porque, de algo estoy absolutamente segura: el silencio y la indiferencia pasan facturas cargadas de impotencia y de mucho dolor.
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