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del

Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Viernes 14 de junio, 2019

Cuando Edith González despertó iniciaba el milenio y en su papel de aventurera hacia honor a la obra de Álvaro Custodio, en el Salón Los Ángeles. Ahí nos conocimos y aunque ella no había explorado suficientemente la vida nocturna popular en la Ciudad de México, y con el proyecto de retratarla y hacer de ella la diva del año 2000, vagamos por cabarets y varios escenarios donde la fotografié.

A unas horas de su muerte, tras perder la lucha contra el cáncer, recordamos a la musa de la telenovela mexicana con esta entrevista publicada en [i]La Jornada[/i] el 25 de enero de 2002:

Harta de ser considerada solo como una mujer bella, Edith realizó en aquellos años un giro. A punto de cumplir 35 años se sentía incómoda como actriz de las telenovelas, que tanto le habían dado, y empezó a cuestionarse sobre las tareas de debe tener un intérprete para convertirse en líder y auxiliar a otros.

Así se vinculó a causas de solidaridad, con movimientos sociales y con el de periodismo político. Ferviente crítica, feminista y audaz, Edith discutía y se divertía llevando la contaría.

Fuimos una noche al Savoy, un cabaret que fue de lujo en los años 40 y que en ese momento despedía el rico aroma decadente que le permitió bailar mambo y ser perseguida al ritmo de Benny Moré. Noche única donde enloqueció a los parroquianos, travestís y ficheras que la reconocieron. Tuvimos que salir huyendo.

Vestida de bailarina cubana paseó por las azoteas de la Torre Latino; como modelo excéntrica logró escalar los techos del Palacio de Bellas Artes y como una geisha moderna se divirtió posando en el metro.

[b]Diálogo: El papel y la tinta[/b]

Luego de 20 años de trabajo profesional Edith González se piensa como un icono femenino “que trascenderá”, según lo que ella misma explica en el comedor y recámara de su nueva casa, la cual tiene una amplia ventana donde la luz emana el mismo color que el de sus ojos, el azul.

“Hace años, cuando pensé en la trascendencia, quise que me retratasen (...) porque tengo la impresión de que la televisión y el cine no sirven para ello”.

Ella viste de negro con un ajustado pantalón y una playera que al centro muestra una piña, sólo unos centímetros arriba del ombligo que, al parecer, sonríe.

Edith González nos habla de su cuerpo, de sus pies, pero sobre todo, de la molestia que le causan el racismo, la doble moral, el maltrato a las prostitutas y el cambiarse de casa. “Alguna vez me contó Arturo Ripstein que el cambio de casa es una de las tres causas de suicidio. La primera es por problemas económicos, luego los amorosos y finalmente el cambio de hogar”, asegura.

Con aire de diva y orgullosa de su relación con las artes plásticas, la actriz prefiere hablar del otro papel.

“Mi relación con el papel me estimula, me encanta su uso, las texturas... disfruto el papel, pero no su aroma. Por eso yo no entiendo el comunicarse por medio del e-mail, es impersonal. Las cartas de amor deben escribirse en papel con tinta.”

-Con tinta china -completamos.

-Por supuesto. ¡La tinta es china! indica, al mismo tiempo que levanta la ceja izquierda.

-Y ¿cómo haces para cuidar tu imagen y que la prensa no se la pase hablando de tu intimidad?

-No hablo. Cierro la boca.

-Este nuevo personaje que interpretas ¿es una prostituta?

-No, es sólo una cabaretera.

-¿No es una puta?

-No digas esa palabra, me molesta. Y este personaje no lo es, sólo es una cabaretera.

-¿Qué te molesta?

-Me molesta que se califique así a un ser humano, sólo por ejercer un tipo de profesión. Se me hace que cada quien tiene su derecho; tú puedes pensar si está bien o no, pero no tienes derecho de hacer menos a un ser humano porque ejerce una profesión con la cual tú no estás de acuerdo. Aparte, es una palabra peyorativa, medio racista. Prefiero decirles sexoservidoras, suena más bonito. Cualquier cosa que se incline por segregar a un ser humano me indigna.

-¿Cuál es tu opinión sobre las prostitutas y las cabareteras?

-Yo he abordado este tipo de personajes con mucho respeto, con mucho cariño. Un día fui a un lugar llamado Savoy para conocerlas y platicar con ellas y me aceptaron muy tranquilas. Yo las respeto muchísimo, no solamente porque soportan a hombres borrachos y tienen un tipo de vida dura, sino porque la mayor parte de ellas son madres y porque cuando tú eres leal con ellas, ellas son leales contigo.

Siempre me ha confundido la doble moral de un señor que por el hecho de contratarlas para un servicio se siente con la libertad de poderlas llamar de esa forma tan despectiva. No soporto que hablen mal y así de una mujer frente a mí; no entiendo esa doble moral, de verdad.

Tratan como algo inmaculado a su noviecita santa y a una chava que está haciendo un servicio, que está trabajando por circunstancias que muchas veces ella no escogió, la tratan como si fuera un objeto.

-¿Esa doble moral se refiere también a las mujeres que andan con hombres casados?

-Sí, pero también hay hombres cansados de andar con mujeres y viceversa, o sea... ¿me entiendes? Cada día cuestan más trabajo las relaciones. De un lado y del otro. La constante es que las mujeres están teniendo más relaciones bisexuales, igual que los hombres. Ya ni sé si estamos hablando de homosexualismo.

Veo que todo el mundo quiere encontrar el amor de su vida por fax y a los tres meses ya terminaron con él; existe un gran incremento de bisexualismo de un lado y del otro.

-¿Tú escoges a tus personajes?

-No, lo que pasa es que Televisa hace un estudio y decide sobre las gentes que, digamos, le rinden más frutos. En este estudio yo estoy del lado de las más buenas y entre las más guapas el público elige verme como buena.

-¿Buena de carácter o porque está muy bien tu cuerpo?

-No sé qué quisieron decir, lo que sé es que no me quieren poner en personajes de villana. Me decían que según los estudios la gente me quiere ver de buena. Yo les dije ‘’bueno, pues sí, pero tengo que crecer, hacer otros personajes’’. Cambiar a tiempo, no cuando ya no te queda de otra.

-¿Cómo está tu cuerpo?

-Me gusta mi cuerpo, es un cuerpo sensual. Se me hace un cuerpo que me sirve, me funciona, es un cuerpo que es gracioso. No es un cuerpo tosco y en primer lugar está completo. Tengo todo completo, cinco dedos en cada mano y en cada pie. Tengo problemas digestivos pero nada grave, y después de esto te digo que es un cuerpo bien hecho.

A mí me gusta el cuerpo delgado, no me gusta el voluptuoso, pero que tenga las cosas que debe tener; pues sí... creo que es un cuerpo que tiene gracia al moverse.

-¿Cómo son tus sueños?

-¿Mis sueños? ¿Sueños de a deveras o los sueños que yo quisiera?

-Pues nada más los sueños.

-Mis sueños en este momento tienen nombre y apellido.

Así aquella Edith González, que ayer murió, casi, a los 55 años.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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