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Texto y foto: Margarita Robleda Moguel
La Jornada Maya

Miércoles 29 de mayo, 2019

Japón es una caja de sorpresas. ¿Por dónde comienzo?, ¿por su limpieza y orden?, ¿por la gentileza de sus habitantes y amor por la naturaleza?, ¿su tecnología?, ¿por su presente después de haber quedado devastado?

Fue muy bueno haber volado de Seúl a Osaka y así comenzar con el Japón tradicional en Nara, con el templo de Todai-ji, con un Buda monumental y una construcción de madera que ha sobrevivido los siglos lejos de las prisas y luces de neón de Tokio, su capital. Este fue nuestro primer contacto con los jardines japoneses que, descubro, son el alma de este país.

La primera pernocta fue en Kioto, antigua capital de Japón. Ahí se percibe el amor a la belleza, el arte y la comprensión del universo. Es así como visitamos el castillo de Nijo-jo, donde habitaba el shogun, el generalísimo de la zona, representante del emperador. Ahí vimos las salas donde recibían a los dignatarios, según sus rangos. Con esa exquisitez que los distingue, cada una tiene mamparas, lo que para nosotros sería la pared del cuarto de junto, con motivos de la naturaleza. Dependiendo del cuarto vemos dibujos de garzas, ciervos y demás, y me llamó la atención el salón de armas, que podría ser “la bodega de los tiliches”, con su mampara bellamente adornada con águilas en pleno vuelo.

Ese mismo señor de la guerra y el poder sobre todo ser vivo, también tenía un jardín que tiene una isla y en su centro, como joya de la corona, El Palacio Dorado. Nos explicó Mishiko, nuestra gentil guía, que el Shogun se retiraba a su palacio Dorado a meditar. Por eso al morir se lo heredó a una de las órdenes budistas y hoy es el Templo Kinkakuji.

Sería un gran alivio saber que nuestros gobernantes, además de correr y correr para salir en las noticias, se dan el tiempo de respirar, de calmar sus ansias y meditar sobre lo importante más allá de lo inmediato, antes de tomar decisiones.

[b]Sintoísmo y budismo[/b]

En la tarde fuimos a otro templo budista que tiene un hermosísimo bosque de bambú. El espacio se me acaba, pero no puedo cerrar sin tratar de entender el por qué los japoneses son así. Mishiko nos decía que, las religiones mayoritarias en Japón son el sintoísmo y el budismo. Las dos han coexistido durante mucho tiempo y la mayoría de japoneses se declaran sintoístas, budistas o de ambas religiones. Por ejemplo, en la cocina de su casa había una imagen sintoísta de la diosa del fuego para ayudar a cocinar rico, y en la sala un espacio para recibir bendiciones de Buda.

La diosa más importante del sintoísmo es Amaterasu Omikami, diosa del sol, que dio origen a la familia imperial japonesa, siendo el emperador su descendiente directo. El sintoísmo ha sido la religión del Estado y su sacerdote supremo es el emperador de Japón. Sólo así nos podemos explicar el espíritu del país, donde se toma en cuenta y protege a todos los dioses de la naturaleza. Su amor por los jardines, el Monte Fuji, el orden y la belleza; su gentileza y perseverancia para lograr alcanzar sus metas.

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