Rosario Ruiz
La Jornada Maya
Viernes 17 de mayo, 2019
Es una historia que vale la pena contar. La de un joven que soñaba con ser periodista.
Conocí a Francisco cuando era repartidor en el extinto periódico [i]Respuesta[/i]. Yo estaba a cargo de la información y un día llegó el jefe de circulación a mi oficina: “Tengo un repartidor que te podría servir para la sección policíaca. Llega a todos los accidentes, trae un montón de fotos…”.
“A ver, tráelo”, le dije. Nervioso, me saludó y mostró todas las fotografías que había tomado ese día; eran por lo menos tres percances. “Yo tomo lo que sea, jefa, desde choquecitos hasta muertos, lo que me encuentre…”. En ese entonces las ejecuciones no eran tan frecuentes en Playa del Carmen.
“Nada más una cosa… no sé escribir. Pero yo quiero ser reportero”. Su sinceridad y las ganas genuinas que mostraba por dedicarse al periodismo me impidieron decirle que no: “No te apures, en redacción hay quien te ayude a armar tus notas, sólo pasa datos y fotografías”.
Acordamos que combinaría sus labores como repartidor con las de reportero. Era más trabajo y dormiría mucho menos, pero estaba feliz de hacer realidad su sueño: ver su nombre impreso en el diario como un periodista más.
Por su esmero y entusiasmo –y su particular modo de hablar– en poco tiempo se hizo conocido en todo el periódico y en la fuente policiaca. Convencimos al director de dejarlo de planta como reportero, y de ahí surgió el apodo que lo hizo famoso: [i]el Ñaca Ñaca.[/i]
Fue en ese tiempo que conoció a Rubén Pat, con quien luego emprendería un nuevo proyecto informativo: el [i]Semanario Playa News[/i]. A él, su socio y mentor, lo enterró en julio del año pasado con lágrimas en los ojos. Meses antes le diría adiós a otro de sus compañeros, José Guadalupe Chan Dzib, quien fue asesinado en Carrillo Puerto.
No se han dado a conocer avances en la resolución de ambos crímenes.
Francisco temía ser el siguiente. Quedó bajo la protección del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas federal y se fue unos meses del estado por su seguridad. Pero se negó a dejar morir su sueño de informar, de ser periodista.
Volvió para abrir su primer proyecto en solitario: [i]Ocurrió Aquí[/i], un portal especializado en nota roja que se convirtió en uno de los más seguidos. La gente lo seguía no sólo por su particular forma de dar las noticias, sino porque transmitía en vivo antes que nadie; todos sintonizaban al Ñaca Ñaca para saber qué estaba pasando.
También era corresponsal del periódico [i]Quintana Roo Hoy[/i] en Playa del Carmen. Hace un mes aseguró que fue “levantado” y amenazado, e interpuso una denuncia ante la Fiscalía estatal. Transmitió en vivo con sus abogados desde las instalaciones.
Ayer despertamos con la novedad de que [i]Ñaca Ñaca[/i] fue asesinado. Sé que como yo, muchos que lo conocimos quedamos impactados. A aquel joven que buscaba una oportunidad en el periodismo le tocó atestiguar la cara más cruel de este oficio, la nota roja, hasta convertirse él mismo en noticia.
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