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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Facebook @AyuntaMeridaOficial
La Jornada Maya

Jueves 16 de mayo, 2019

Bienvenida la intención del Ayuntamiento de Mérida y de la CMIC (Cámara de la Industria de la Construcción) de “plantar 10 mil árboles”, según anuncio del alcalde Renán Barrera Concha durante el lanzamiento de la campaña “Cruzada Forestal 2019” que incluye el apoyo de organizaciones de la sociedad civil y otros sectores como el académico, según anunció.

Seguir reforestando calles, avenidas y parques, los espacios públicos de la ciudad, suena muy bien. Es necesario, urgente, ya que tenemos una ciudad convertida en un erial, seca, con áreas verdes semicalcinadas, con muy escasa sombra y un clima cada día más inhóspito, de la mano del cambio climático provocado por el hombre que en días recientes marcó el récord de 415 partes por millón (ppm) de CO2, gas de invernadero registrado en el observatorio de Mauna Loa en Hawái, en cantidades nunca vistas desde que surgió la especie humana.

Hay que insistir, para empezar, que el problema con las reforestaciones es que lo que se planta no son árboles, sino plántulas (matitas de algunos centímetros), que necesitarán varios años para convertirse en árboles, si logran sobrevivir a las agresiones de todo tipo que sufren por parte de algunos ciudadanos. Por no hablar del calor calcinante que agobia a una ciudad cuyas temperaturas rebasan los 40 grados, con una sensación de calor de hasta 50 grados.

Las plántulas requieren muchos años de cuidados, riego permanente por ejemplo, y aún así no está garantizada su supervivencia, como vemos en el periférico y otros rumbos de la ciudad, con los choques de autos y camiones que se llevan por delante árboles crecidos.

Pero, a mi entender, hay algo más grave que la CMIC se niega a afrontar: los diseños de los fraccionamientos con miles de casas donde antes había bosques, ecosistemas de animales y plantas, lagunas, cenotes.

La política de tierra arrasada, es decir, talar todo lo que encuentran a su paso los trascabos para edificar casas y más casas con el mismo esquema en el que escasamente dejan una caricatura de “área verde”.

Si en el pasado Mérida se caracterizaba por sus predios con patios donde florecían árboles frutales y silvestres, hoy nos encontramos con planchas de cemento y asfalto, donde no se deja un árbol o escasamente unos centímetros de césped con una pobre rama seca.

Casas pegadas unas a las otras en eriales urbanos con avenidas sin sombra se pueden ver en la periferia de Mérida, donde sistemáticamente se arrasa con la vegetación local como si se tratara de basura.

[b]Fobia a la vegetación[/b]

Caucel es un excelente ejemplo, pero no el único, ya que los fraccionadores tienen fobia a la vegetación local y aman dejar todo bien plano y sin una hierba en el camino.

Aquí es donde debería intervenir el Ayuntamiento modificando la reglamentación y obligando a dejar un porcentaje de terreno de los nuevos fraccionamientos con vegetación silvestre, necesaria para las aves, para los insectos y demás animales a los que estamos condenando a la extinción, además.

De hecho, debería ser política de todos los municipios y directriz estatal y federal dejar un porcentaje de terreno sin tocar, con vegetación silvestre, muy distinto a lo que algunos hacen ahora comprando ceibas crecidas y otros árboles a los que trasplantan para “reforestar” los predios previamente barridos por la retroexcavadoras.

Ya hubo polémica en el pasado reciente por la intención de la CMIC de aprobar los llamados chiquilotes a través de un nuevo Reglamento de Construcción del Ayuntamiento de Mérida, para edificar viviendas con cuartos de menos de 12 metros cuadrados. Podemos imaginar que la obligatoriedad de dejar un 10 o un 20 por ciento del terreno de los fraccionamientos cubierto de vegetación originaria, hará saltar de sus asientos a los señores constructores, que buscan la rentabilidad máxima de sus inversiones en terrenos sin importarles la inviabilidad de ese diseño urbano caduco. Y del futuro de sus habitantes y de la misma ciudad de Mérida.

Pero es la única manera de frenar el crecimiento de la plancha de asfalto y concreto, además de poner alto a la aprobación de permisos de nuevos fraccionamientos que están impulsando el crecimiento de la mancha urbana hacia la costa como una avalancha ecocida.

Son necesarios colchones de vegetación alrededor de Mérida para mitigar el calor, por ejemplo, anillos de árboles rodeando la urbe, como si de un periférico verde se tratara.

Pero lamentablemente lo que priva es la voracidad y la visión cortoplacista por parte de la CMIC. De las empresas constructoras. Aunque no les guste oír esto.

La “cruzada forestal” no está mal, pero hace falta que dejen de arrasar con todos los seres vivientes que se encuentran a su paso para edificar hogares a los que no se puede llegar sin autos, por las distancias y la falta de transporte público, así como de infraestructura para el uso de bicicletas.

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