José Ramón Enríquez
Foto: Colectivo Caballo Azul
La Jornada Maya
Miércoles 15 de mayo, 2019
Cumplir cincuenta años de trabajo sobre distintos escenarios teatrales puede parecer una tarea agotadora pero, en realidad, resulta tanto un placer como una satisfacción extraordinaria. Para comprobarlo bastaba mirar la sonrisa del maestro [i]Paco[/i] Marín la noche del 11 de mayo, cuando festejó sus “bodas de oro” con el teatro.
Y las festejó con el montaje no de cualquier obra sino de uno de los grandes mitos del teatro poético, Salomé, una obra escrita en plena gloria por un autor que se llamó Oscar Wilde y cuyo paso por la historia sigue resonando como símbolo del esteticismo, la ironía, la tragedia, la injusticia y, siempre, de la grandeza. Una obra escrita para otro símbolo imborrable: la enorme actriz Sarah Bernhardt. Wilde escribió Salomé en francés para la “divina Sarah” y comenzó a ensayarse en Inglaterra pero la censura victoriana impidió el estreno. Se cuenta que ella estaba tan fascinada por el texto wildeano como para afirmar que cada palabra debería caer como una perla en bandeja de cristal.
Conocedor de Wilde y amante tanto del teatro poético como de los rumbos esteticistas por los que incursionara el autor, Paco Marín escogió Salomé para festejar sus cincuenta años en escena también como un homenaje debido a Oscar Wilde.
Lo acompañan actores de varias generaciones, algunos que lo han seguido desde aquellos tiempos del “Tinglado”, el teatro de cámara que tuvo en el Paseo de Montejo, como Bertha Alicia Gutiérrez y Miguel Ángel Canto, con otra actriz que lleva mucho tiempo acompañándolo, Laura Zubieta. Precisamente Miguel Ángel Canto y Laura Zubieta son fundadores del colectivo Caballo Azul, que produce Salomé, con el apoyo de La Secretaría de Cultura de Yucatán. La reconocida solvencia y la brillantez de estos espléndidos actores sirven para dar la alternativa a una serie de jóvenes que están francamente bien, lo cual no es común en grupos tan numerosos. Sus voces pasan perfectamente y cumplen los requerimientos de un complejo montaje que descansa sobre todo en sus intérpretes, así como en la música justa para el espectáculo y en el diseño de un vestuario que recorre al personaje de Salomé en la historia del arte. La música es original del excelente Erick Baqueiro y Nixma Eljure vuelve al teatro, que es uno de sus sueños, para firmar el más que satisfactorio diseño de vestuario.
Richard Strauss tomó la versión alemana de la Salomé de Oscar Wilde para una ópera indispensable dentro del repertorio mundial. Lo traigo a cuento porque demuestra la belleza de la propuesta textual. Y la versión de Paco Marín logra en castellano un ritmo y un juego envolvente que hacen brillar la obra de un modo especial. No hay duda de que sigue la exigencia que señalara Sarah Bernhardt y que llamó la atención de Strauss.
Para mí fue especialmente satisfactorio asistir a esta representación de Salomé, en primer lugar porque defiendo la vigencia del teatro poético y pienso que cada día más los jóvenes, antes alérgicos a la metáfora y a los ritmos del verso, empiezan a buscarlo y a gozarlo; además, admiro en todas sus facetas a Oscar Wilde, esa inteligencia superior sacrificada por una hipocresía y una estupidez que se niegan a desaparecer, más de un siglo después de la crucifixión de Wilde; por si fuera poco, he sido compañero de batallas de dos de sus actores, tanto Laura Zubieta como Miguel Ángel Canto, y pienso seguirlo siendo mientras tenga fuerza; pero, sobre todo, porque dirigí hace casi cincuenta años a Paco Marín.
Empezaban los setenta y eran muy jóvenes los actores. Uno de ellos me ha permitido aplaudir con emoción sus cincuenta años en escena.
[i]Mérida, Yucatán[/i]
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