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Joana Maldonado
Foto: Juan Manuel Valdivia
La Jornada Maya

Lunes 13 de mayo, 2019

Los quintanarroenses han demostrado en varias ocasiones su poder de resiliencia al enfrentar, recuperarse y adaptarse a fenómenos naturales como los huracanes; saben que estos fenómenos meteorológicos, así como el sargazo, son una respuesta de la naturaleza y sin previsión pueden llegar a convertirse en desastres que invariablemente son provocados más por omisión e irresponsabilidad de los humanos que por “designios del planeta”.

La palabra resiliencia se refiere a la capacidad de sobreponerse a momentos críticos y adaptarse luego de experimentar alguna situación inusual e inesperada. Con ello, los quintanarroenses han aprendido, al cabo de los años, que un huracán no es “un monstruo” y que el sargazo que recala en sus costas no es “una plaga”: ambos dan servicios al ecosistema y alertan a la humanidad de los efectos de sus malas prácticas.

La destrucción que pueden provocar ambos fenómenos tiene que ver más con las acciones de los habitantes del planeta que con un mágico castigo del universo.

Los quintanarroenses saben que las construcciones sobre las dunas costeras, así como la remoción de vegetación en esta franja, fue la causa principal de la desaparición de algunas playas durante el embate de huracanes; de otra forma los ciclones habrían dejado, por arrastre de arena, playas más extensas como sucedió en algunas partes de Tulum después del paso de Wilma en 2005.

Ahora, la contaminación del aire y los océanos, causa del calentamiento global, ha provocado la reproducción de masas de sargazo en el Atlántico y Caribe. El servicio que presta esta alga es porque se nutre –es decir, consume– los residuos sólidos, agroquímicos y materia orgánica generados por esa contaminación; la emergencia, o nuevo reto, es que las corrientes marinas trasladan el sargazo en proporciones cada vez mayores hacia otros ecosistemas como arrecifes, manglares y costas, donde provocan más daños que beneficios.

La atención del sargazo ha empezado a seguir la misma ruta que la previsión y contención de daños antes, durante y después de un huracán. Los quintanarroenses han adquirido, a golpe de ciclones, una cultura de prevención desde el momento en que algún huracán empieza a formarse en el Atlántico. Cada vez es menos el pánico; saben qué medidas tomar para abastecerse y refugiarse según las fases de acercamiento o impacto de un fenómeno de esta naturaleza.

Este es un ciclo que se repite cada año de junio a noviembre, periodo que se ha ido extendiendo por efectos del calentamiento global. Igual ha pasado con el sargazo que siempre ha existido pero nunca en tal volumen como para ser ahora una contingencia ambiental.

Enfocados en este nuevo reto un grupo de científicos reunidos en el Consejo Técnico Asesor de Quintana Roo (CTA) han propuesto un protocolo que contempla esas mismas tres etapas –antes, durante y después– para estar prevenidos mediante un sistema de alerta temprana del recale masivo de sargazo y para que, durante su arribo, se impida que llegue a las costas recolectándolo en aguas internacionales o altamar con embarcaciones de alto calado.

Si no se logra recolectar todo el sargazo en altamar, el CTA señala como necesario estar preparados en la zona marítima más próxima a la costa para recolectarlo con embarcaciones de menores dimensiones, sargaceras, aunque precisa que cualquier atención en aguas someras y en playas puede generar impactos inevitables al turismo, los ecosistemas y a la población.

Si este segundo esfuerzo de recolección aún deja pasar sargazo, se requeriría contenerlo con redes que redireccionen el alga para ser recolectada en aguas someras con sargaceras más compactas. Finalmente, si a pesar de los esfuerzos previos arriba sargazo a la costa, los científicos recomiendan aplicar un sistema de limpieza de playas que minimice la recolección con arena al levantar el alga.

La población civil, a través de la asociación Unidos por Quintana Roo, los empresarios, académicos y científicos ya participan en algunas de estas etapas en coordinación con el gobierno estatal.

Lo urgente es que también lo haga el gobierno federal, pues es el único facultado para intervenir en aguas internacionales o altamar, en la Zofemat, las Áreas Naturales Protegidas y las Normas Oficiales que permitan la recolección, traslado y disposición final de la macro alga.

Después sería tarde y será difícil culpar del desastre a la “mágica disposición del Universo para liberar esta plaga y castigar a la humanidad”. A diferencia de los huracanes, después no habrá nada que reconstruir porque los arrecifes, arenales y manglares no dependen de nuestra mano de obra.

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