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Hugo Martoccia
Foto: Juan Manuel Valdivia
La Jornada Maya

Lunes 13 de mayo, 2019

Una de las teorías que más se utilizan en las escuelas políticas es la construcción del enemigo como una de las formas de definir lo que se es, pero también lo que no se es.

Llevado al día a día, la elección de un enemigo se ha convertido en algo mucho menos teórico, a veces simplemente una estrategia de construcción o destrucción, según el caso.

Este escenario funciona como una ecuación. Una de sus partes es cuando un personaje de la oposición elige a su rival en alguien que está en el gobierno. En ese caso, le sirve como discurso y posicionamiento político, y se erige entonces como oposición. Normalmente, esta postura conlleva algunos costos no menores, asociados a la otra parte de la ecuación.

Esa otra parte, es cuando el que está en el poder es quien elige a su enemigo. Cuando eso sucede, el enemigo se convierte en el blanco de todo tipo de ataques, políticamente lícitos e ilícitos, desde el mismo poder.

Podríamos poner algunos ejemplos de éstos últimos. Veamos algunos cercanos. Uno es Andrés Manuel López Obrador, quien fue el enemigo declarado del sistema y sufrió todo tipo de ataques y bajezas durante casi dos décadas.

Todo eso, a la larga, lo convirtió en el opositor por definición. Nunca, desde 2006 hasta que ganó la elección en 2018, pudo otro político instalarse en ese lugar, que el propio sistema le brindó.

AMLO, debe decirse, también decidió que el sistema fuera su enemigo, y construyó relatos como la mafia del poder, insuperable muestra de cómo se debe construir el discurso y el espacio de una alternativa política. AMLO es hoy, como todos sabemos, el Presidente de México; el más poderoso en muchos años.

Otro caso es el de Carlos Joaquín González. Quiso ser gobernador en 2011, pero el ex gobernador Félix González Cantó prefirió a Roberto Borge Angulo. Carlos se fue a México a trabajar en el gobierno federal, pero Borge lo eligió como su enemigo, para que no fuera su sucesor.

Borge no era un hombre de buenas maneras, y mucho menos democrático. Creó un sistema mediático extorsivo, persecutorio y ruin. Ese sistema persiguió a Carlos sin descanso, y lo atacó hasta la ignominia. De más está decir que Carlos Joaquín ganó en 2016 de manera contundente la gubernatura.

En un contexto así, no se entiende porqué un sector del joaquinismo insiste en convertir a la senadora de Morena, Marybel Villegas, en la enemiga del gobierno. A simple vista, en este contexto político, son muchos más los riesgos que los posibles beneficios de esa estrategia.

[b]La estrategia de Marybel[/b]

Desde que inició su campaña a la senaduría por Morena, Marybel decidió pararse en la acera del frente del gobierno de Carlos Joaquín. Mientras otros candidatos mantenían una relación más bien tersa, cuando no directamente amistosa, con el gobernador, Marybel marcó la distancia.

No fue, debe decirse, una decisión insensata. Se trataba de una campaña contra la mafia del poder, y la morenista definió como sus enemigos políticos no sólo al gobernador, sino a toda la familia Joaquín. Se fijó fundamentalmente en Pedro Joaquín Coldwell, entonces secretario de Energía de Enrique Peña Nieto, y gestor de la Reforma Energética, uno de los pilares de la larga campaña presidencial de AMLO, que la consideró entre las peores decisiones de EPN.

Ya desde el Senado, Marybel Villegas continuó ese camino. Se centró en la inseguridad, y en el caso Aguakan para atacar a Carlos Joaquín. Lo de Aguakan le jugó una mala pasada. Marybel pedía que el gobernador revocara la concesión que la empresa tiene hasta 2053. Pero olvidó un detalle: como diputada del borgismo, ella aprobó esa ampliación de concesión.

La morenista se replegó, pero luego volvió al ataque. Lo último que hizo fue lograr que Morena la apoye en el Senado para pedir una auditoría contra Carlos Joaquín por el manejo de los recursos federales que se utilizaron en la lucha contra el sargazo en 2018.

[b]¿La nueva enemiga? [/b]

En el joaquinismo la respuesta ha sido dispar. Por el lado del gobierno hay mucha mesura. El gobernador casi nunca se ha referido al tema, y apenas algunas veces lo ha mencionado como una cuestión de posicionamientos políticos.

Pero hay un movimiento “subterráneo” que ha elegido a Marybel como su enemiga. Proliferan notas periodísticas en su contra, pero también ataques anónimos en las redes sociales. La califican como “enemiga de Quintana Roo” (a Carlos Joaquín se lo acusó de lo mismo en el borgismo, conviene recordarlo) y hay acusaciones de que su riqueza económica es inexplicable. Quizá todo eso sea cierto, o no, pero las formas dicen mucho del fondo. Y en este caso, están fallando unas y otro.

En el joaquinismo se defienden diciendo que el entorno de Marybel es parte del negro pasado inmediato. La vinculan al “borgismo residual” y al felixismo. También dicen que ella contraataca con guerra sucia en las redes sociales. Eso puede o no ser cierto, pero no cambia el hecho de fondo. Están construyendo un monstruo que se les puede escapar de las manos.

¿Cuántas cosas se dijeron de Carlos Joaquín durante el borgismo, y cuentas de AMLO desde principios de siglo? ¿Qué efecto tuvo eso? De corto plazo, los enemigos se regodearon con “el impacto” de esos ataques en oficinas de gobierno y mesas de café. En el largo plazo, ya sabemos quienes ganaron.

[b]El riesgo[/b]

Destacar a Marybel como la enemiga, es dejarla sola, casi como único referente, en un lugar muy importante que nadie más ocupa. El resto del universo de Morena, se ha dicho aquí varias veces, es pro joaquinista, o abiertamente aliado del gobernador. Mara Lezama, Luis Alegre, Jesús Pool, Mildred Avila, y hasta José Luis Pech, no logran distinguirse como morenistas, y, la mayoría de ellos, ni siquiera lo intenta hacer. El pensamiento de este sector es que en la sucesión estatal de 2022 será gobernador el que pueda ser el mejor nexo entre Carlos Joaquín y AMLO. Pero esa teoría es, al menos, dudosa.

Sólo hay que ver los desmedidos ataques de los medios de la derecha (antes ilustrada y ahora meramente reaccionaria) contra el Presidente. Hay que ver la postura caricaturesca y cínica de Vicente Fox y Felipe Calderón. Hay que ver el papel de la Coparmex y de otros organismos empresariales de la derecha más radical.

Hay que ver todo eso para entender que poco a poco el clima político en México puede volver a polarizarse. Y en ese escenario, todo el morenismo pro joaquinista va a quedar reducido a cenizas. En una polarización, los tibios desaparecen.

Marybel tiene un pasado político que casi la condena. Es muy difícil que pueda escapar a ello, y seguramente no sería una buena noticia para el Estado que pudiera ser gobernadora. El oficialismo estatal debe darle una batalla sólida, como la que intenta en el Senado la panista Mayuli Martínez. Pero atacarla sin argumentos, o con argumentos muy débiles, sólo la fortalece. La victimización es siempre una buena noticia para un político.

Parece increíble, pero en este momento la principal campaña de la morenista se realiza en algunas oficinas del gobierno estatal.

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