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Felipe Escalante Ceballos
La Jornada Maya

Martes 26 de marzo, 2019

Cuando se habla de béisbol en Yucatán, los aficionados que ya peinamos canas o que carecemos de cabellera tenemos un motivo de satisfacción: de niños presenciamos los aguerridos encuentros entre los equipos participantes en la Liga Peninsular de Béisbol.

Esta organización inició sus actividades en la temporada de 1946, con los equipos Campeche, Mérida, Estrellas Yucatecas, Motul, Progreso y Valladolid. En la temporada invernal 1946-1947 aparecen las grandes contrataciones de “refuerzos”, principalmente cubanos y jugadores de la Liga Mexicana que funcionaba en el verano, por lo que en el invierno los peloteros nacionales venían hasta Yucatán, donde encontraban trabajo.

Por esos tiempos, gracias al impulso generoso de don Jorge B. Abraham Rodríguez, [i]El Primo[/i], en el estado había varias ligas amateurs y la muy apreciada Liga Semiprofesional. Estos circuitos eran un auténtico semillero de peloteros yucatecos de muy buena calidad; por su desempeño en los diamantes algunos de ellos fueron llevados a los Estados Unidos para pulirlos como beisbolistas y otros fueron contratados por equipos de la Liga Mexicana.

Al inaugurarse la Liga Peninsular de Béisbol, cuyos primeros juegos en Mérida fueron en el Estadio Salvador Alvarado, cada conjunto tenía cinco o seis peloteros yucatecos y se completaba con jugadores cubanos y de la Liga Mexicana.

A muy corta edad alcancé a presenciar un juego –el primero de mi vida-, en el campo del “Salvador Alvarado” y los demás, hasta diciembre de 1954, en el recién inaugurado Parque Carta Clara.

Recuerdo hasta hoy a los primeros beisbolistas que conocí y los equipos que participaban en las justas. Para el niño que era yo en esos tiempos las hazañas deportivas de esos peloteros tan admirados era algo motivador. Fueron mis ídolos infantiles jugadores del patio como Zacarías Auais, José Peraza, Indio; Herbé Montañez, Pedro Comas, Julio Espadas, Jiquí; Chucho Rejón, Antonio Aguilar, El Negro; Rosendo, Lolis, del Río, Jesús Ventura, Adolfo Loría, Federico Briceño, Gabriel Gamboa, Seyé, y otros más que escapan a mi memoria.

Los peloteros locales hicieron un papel decoroso junto a estrellas de la Liga Mexicana y los cubanos, que tenían una calidad semejante a la de los jugadores de las Ligas Mayores de los Estados Unidos.

En la Liga Peninsular jugaron varios cubanos blancos, big leaguers, como se les decía por haber estado en la Gran Carpa. Recuerdo al formidable bateador Roberto Ortiz, a quien conocí años después como lanzador con los Leones de Yucatán en la Liga Mexicana; Sandalio Consuegra, a quien no vi antes de su actuación en las Ligas Mayores con los Medias Blancas de Chicago, pero sí tuve oportunidad de admirarlo muchos años después, cuando lanzó para los Venados de Yucatán en la Liga del Sureste; y también Pedro Ramos, un lanzador derecho novato que de la Liga Peninsular pasó directamente a los Senadores de Wáshington, en las Ligas Mayores y luego estuvo un tiempo con los Yanquis de Nueva York.

Antes de la irrupción de Jackie Robinson con los Dodgers de Brooklyn, los jugadores de color, por el sólo hecho de serlo, en su juventud no tuvieron cabida en las Ligas Mayores. Ya cuajados como profesionales del béisbol, por su edad tampoco fueron aceptados por los equipos de las Grandes Ligas.

De esos jugadores de Cubita la Bella, con calidad de estrellas en su país, vinieron a la Liga Peninsular destacados elementos como [i]Charolito[/i] Orta, Leonel Aldama, Fermín Valdez, [i]Strike[/i] –al que sólo en una ocasión vi jugar, pues pasó a desempeñarse como [i]coach[/i]-, Daniel Morejón, Juan Crespo, apodado [i]Bibí[/i], quien jugaba cualquier posición en el campo, incluyendo la de lanzador; Julio Alfonso, el [i]Cuarto de Pollo[/i]; los lanzadores zurdos Agapito Mayor, Wenceslao González y Eusebio Pérez, a quien le decían [i]Silverio[/i], como al torero; René Gutiérrez, llamado [i]Látigo[/i] o [i]Peluca[/i], Pedro Antúnez, el [i]Bicho[/i] Pedrozo, Ernesto Morillas, [i]Chico[/i]; Ramón Rodríguez, [i]Lotario[/i]; Humberto Barbón, Raúl Galata, Rogelio Bolaños y muchos más, de los que perdimos la cuenta.

No nos olvidamos de los muy populares Ángel Toledo, Cuco, y el cubano-japonés José Nakamura, quienes más adelante jugaron también con los Leones de Yucatán, en la Liga Mexicana.

De los jugadores de la Liga Mexicana que en el invierno vinieron a la Liga Peninsular me causaron viva impresión El Mulo Rodolfo Alvarado, Memo López y Memo Luna, lanzadores de muchos recursos.

En esos tiempos los equiperos jugaban más por amor al béisbol que por la paga que recibían. Decimos esto por el desempeño tanto de los jugadores locales como de los “refuerzos”, quienes desquitaban la paga con gran honestidad profesional, a la que aquí le llamaban “vergüenza”.

Por el contrario, se desempeñaron con tal entrega a los colores de sus equipos que el público asistía generosamente al estadio, pues las emociones estaban garantizadas y las pasiones beisboleras a la orden del día.

Los aficionados iban al parque Carta Clara desde muchas poblaciones del estado. Los juegos dominicales comenzaban a las 5:30 de la tarde y la duración de los partidos era de más o menos dos horas, por lo que los fanáticos del béisbol, tras presenciar un emocionante encuentro, podían regresar temprano a sus lugares de origen.

En los juegos dominicales, al comenzar la octava entrada, el anunciador Carlos Castillo Barrio advertía: “A los aficionados de Motul, Cansahcab, Dzidzantún y Temax, se les comunica que el autobús con destino a esas poblaciones se encuentra estacionado al costado oriente de este estadio”. El regreso a casa servía para comentar las incidencias del juego.

A lo largo de los años y en distintas pláticas con otros aficionados, periodistas y amigos relacionados con la Liga Peninsular de Béisbol, siempre hemos llegado a la conclusión de que, en ese entonces, el público tuvo un espectáculo con clasificación de Triple A, con clubes de categoría indiscutible.

Lamentablemente la Liga Peninsular de Béisbol cesó sus actividades en diciembre de 1954, por quiebra. Los aficionados, acostumbrados a presenciar un espectáculo de gran calidad, en la temporada 1954-1955, dejó de asistir a los parques beisboleros, pues el nivel de juego de los peloteros había disminuido.

Según el periodista Luis Ramírez Aznar, autor de una interesante y muy amena Historia del Béisbol en Yucatán, los empresarios yucatecos oyeron los cantos de sirena del magnate cubano Bobby Maduro, quien les propuso traer para los equipos de la península a novatos cubanos que serían las estrellas del futuro. Muchos de esos noveles y desconocidos jugadores no dieron la medida para el tipo de juego al que estaban acostumbrados los espectadores yucatecos y de ahí el alejamiento de éstos de las taquillas. No querían que les dieran gato por liebre.

Ante lo incosteable del espectáculo, la Liga Peninsular de Béisbol cerró sus puertas el 21 de diciembre de 1954, mismo año en el que los Leones de Yucatán debutaron en la Liga Mexicana.

Hasta la fecha no ha habido en nuestro medio otra liga beisbolera que dé a los jugadores yucatecos las oportunidades que les brindó la Liga Peninsular de Béisbol. Muchos antiguos aficionados la evocamos con añoranza.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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