La Filey, el analfabetismo funcional

Óscar Muñoz
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Martes 19 de marzo, 2019

Ferias suceden una tras de otra, sin parar, durante todo el año. La FIL de Guadalajara y la de Minería, ambas ferias del libro, han destacado por su trayectoria y su prestigio; sin embargo, estos portentosos eventos culturales que han incrementado año con año sus visitantes, parece que no han concretado su propósito fundamental: fomentar la lectura entre la población. Recientemente, el rector de la UNAM refirió que menos de la mitad de los mexicanos dijeron haber leído un libro al año; aunque estos datos son de los últimos diez años, dejan ver que en el último cuarto de vida de la Feria de Minería, no ha sido posible aumentar el número de lectores ni contribuir en la resolución de la crisis de lectura que sufre el país desde hace 50 años.

Si bien el analfabetismo, que es la imposibilidad de leer, ha disminuido en los últimos cien años (pasó de un 80 por ciento en 1918 a un 8 por ciento en 2018), lo cierto es que este logro de nada ha servido o, por decirlo menos dramáticamente: no mucho. Esa posibilidad de leer, ha sido afectada por el analfabetismo funcional. Hasta ahora, la escuela ha cumplido no se ha alcanzado el hábito lector. En efecto, en la actualidad, la mayor parte de la gente sabe leer pero no lo practica: esto es lo que se llama analfabetismo funcional.

¿De qué ha servido que el 92 por ciento de la población actual sepa leer si en la práctica no lee o lee muy poco? Habrá que recordar que, si el 45 por ciento de la gente dijo haber leído un libro al año, más del 50 por ciento de esas personas no lee ni uno solo. He aquí la muestra de la crisis lectora del país. ¿Y dónde han quedado los propósitos fundamentales de las ferias del libro o de la lectura, que supuestamente están dirigidos a fomentar el proceso de leer? Ferias de este tipo hay por docenas.

En la actualidad, es posible afirmarlo, cada universidad del país ya cuenta con una. Algunas de ellas tienen ya muchos años de existencia, como la Feria de Minería, con sus 40 años. Sin embargo, la extensa cantidad de ferias o los largos años de algunas no han podido incorporar la lectura en la vida cotidiana de las personas.

En el caso particular de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (Filey), que organiza la Universidad Autónoma de Yucatán, en sus ya varias ediciones, tampoco se perciben avances. De las mil y una actividades, que la Filey anuncia siempre, muchas de ellas están relacionadas más con libros, literatura y otros campos que con lectura. Y de las pocas que mantienen una relación, aunque sea indirecta, con el proceso de leer, no tienen seguimiento. Sólo ocurren una vez en la semana, y todo mundo se olvida de conocer las consecuencias que tuvieron tales actividades en las personas o dar continuidad a las acciones que la gente emprendió durante la feria.

Otra feria, en apariencia de lectura por su nombre UANLeer (que por cierto, el gobierno de Nuevo León y la universidad de esta entidad son invitados especiales en la Filey de este año), por lo menos reconoce ser una feria de libros y no de lectura. Aunque el nombre no importa, lo relevante es que sean alcanzados los objetivos de todas estas ferias y que entre todas contribuyan a resolver la crisis lectora del país, iniciando por la entidad en la que suceden.

Si bien a la Filey llegan las nuevas generaciones de estudiantes, la feria podría realizar acciones, incluso todo el año, enfocadas hacia el fomento de la lectura y no simplemente promover visitas escolares. Por otra parte, las editoriales que colocan sus stands podrían promover verdaderamente la creación y publicación de libros que resulten interesantes y encantadores para los niños y los jóvenes. No cabe duda que las ferias del libro o de la lectura no deben seguir siendo escaparates para vender, si no hay lectores.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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