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La Jornada Maya
Foto: Raúl Angulo

Viernes 15 de marzo, 2019

Que en cinco años seremos como la CDMX es un pronóstico aterrador. Cinco años para tener el tráfico, la inseguridad, la agresiva convivencia y demás problemas sociales y comunitarios.

Claro, ese pronóstico apocalíptico supone que quienes vivimos en Yucatán y en Mérida seremos simples espectadores de lo que pase, que seremos víctimas absolutamente pasivas, que nadie hará nada, ni gobierno, ni líderes sociales, ni ciudadanos, ni jóvenes o ancianos.

Ese pronóstico requiere que nos sentemos a ver cómo todo se destruye; es decir, es un pronóstico alegórico, dado que Yucatán tiene un verdadero tejido social y una fuerza muy peculiar como comunidad.

Yucatán está creciendo, transformándose y desarrollándose; ese crecimiento, transformación y desarrollo traen y traerán retos y dilemas (muchos y complicados), pero por encima de todo traerán oportunidades de prosperidad y bien común que nunca antes habíamos tenido. Somos una sociedad dando el estirón, como los estirones que da un adolescente: si hacemos bien las cosas en cinco años estaremos mucho mejor y no, no nos pareceremos a la CDMX.

Hay muchas cosas muy diferentes. Empecemos por el famoso audio que circuló hace un par de días sobre una ciudadana presuntamente perseguida por alguien que fingió una colisión con su vehículo. Lo más valioso de ese audio de WhatsApp, en el que la madre conductora nos cuenta sus momentos de terror, es que ella activamente buscó a un policía para salir de su crítica situación. Ahí está una muestra de la enorme confianza en las fuerzas de seguridad del estado como defensa efectiva frente a los criminales, una confianza que ya quisieran tener en la capital del país.

Sobre esa base de confianza entre policía y habitantes se puede seguir fortaleciendo y haciendo más robusta la paz social en el estado. Obvio, no va a ser fácil, pero se tienen los elementos esenciales para lograrlo. Yucatán tiene seguridad, tiene fuerzas de seguridad confiables y debe actuar para seguir así. El reto es mantener lo que tenemos, no rescatar lo perdido, como en la CDMX.

[b]Explosión inmobiliaria[/b]

Que Mérida está explotando antes que creciendo pareciera ser cierto, especialmente en temas de transporte e infraestructura urbana. Sí, es cierto, somos el estado del país que sin duda recibe mayor inversión inmobiliaria per cápita, y buena parte de ese todo se concentra en Mérida: todo mundo quiere venir a vivir aquí o tener una propiedad aquí. Sí, el reto es enorme, pero ha creado y está creando oportunidades económicas y de empleo inimaginables hace 15 años.

Que bueno que nuestro reto sea cómo controlar la llegada de capitales y el crecimiento de la ciudad, y no cómo romper el estancamiento, la crisis y el incremento de la pobreza. Ojalá siga y se incremente ese nivel de crecimiento, llegada de inversiones, talentos y culturas por cinco años más, imagínense lo que podremos hacer con tolerancia, impulso a la diversidad, imaginación y buen gobierno en ese tiempo. Las posibilidades son enormes y para todos.

Crecer cuesta, duele, trae dolores de cabeza, crisis: salen granos en la cara, la ropa no nos queda, vienen los primeros amores y desamores. Todos los que somos adultos o tenemos hijos en la pubertad, sabemos lo complicado que es crecer y transformarse, pero sabemos que ese ciclo, cuando se cumple y atiende bien, abre puertas de oportunidad para ser que lo queramos y merezcamos ser. Nadie cuerdo o sano quiere quedarse estancando o dando vueltas en el mismo eterno círculo demográfico, económico y cultural.

El hecho que desde hoy nos estemos preguntando cómo será el futuro si no hacemos nada, habla claramente de nuestro deseo de hacer algo, y ese simple gesto nos dice que no dominará la inercia o la cerrazón, sino la búsqueda de soluciones. Cada diagnóstico preocupante que nos invita a movernos, nos dice que muchos no están dispuestos a quedarse callados o de brazos cruzados. Eso ya es acción clara para que el futuro no sea de otros, sino nuestro.

Sí, en cinco años no seremos los mismos, nadie lo puede ser. En cinco años una diminuta semilla se transforma en un árbol robusto; en cinco años el niño de 10 es el joven de 15; en cinco años uno puede estudiar una carrera y un posgrado; en cinco años las modernas naves espaciales pueden viajar desde nuestro planeta a Júpiter ¿Hasta dónde viajarán Yucatán y Mérida en cinco años?

Decir que sin hacer nada estaremos condenados en cinco años, es una buena alegoría para empezar a hacer algo. Yucatán y Mérida si algo tienen, es que les gusta hacer cosas.

Hace cinco años [i]La Jornada Maya[/i] era un proyecto, hoy tú nos estás leyendo.

*El papel arde a los 233 grados centígrados, tal como lo hace en la inmortal novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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