Margarita Robleda Moguel
Foto: Notimex
La Jornada Maya
Viernes 8 de marzo, 2019
Estoy en el norte del país. Hay un lazo muy fuerte con Chihuahua y Sonora y aunque doy mis vueltas cada año, nunca menciono el grado de violencia que encuentro; ¿para qué? Prefiero hablar de la gente buena que abunda y pienso que, al hacerlo, fortalezco ese espíritu.
No soy juez y en estos años he ido a dar infinidad de charlas a padres de familia que, según se dice, laboran en actividades peligrosas. Mi participación está encaminada a fortalecer su relación con los hijos: cómo jugar con ellos, la importancia de platicar, reír juntos; de las ventajas de ir a patear la pelota juntos en lugar de darles un celular para suplir las ausencias y comprar su cariño.
Para mi sorpresa, ante la frase “más libros y abrazos, cero balazos”, en lugar de brincar, asienten. Entiendo que quieren para sus hijos algo mejor que vivir a salto de mata.
Obregón se va convirtiendo en una ciudad de negocios cerrados y calles solitarias. Cada familia tiene historias de dolor. Es un peligro ser joven. Hay mucho enojo circulando: dolores de infancia con falta de capacidad laboral y adicción consumista forman un cóctel demasiado poderoso que termina metiéndolos en problemas. ¿Por dónde se empieza? Está claro que esos jóvenes están muy enojados. La carencia de amor marca y promueve el rencor al que lo tiene. Me pregunto cuántos de estos padres se plantearon alguna vez su vocación para tener hijos.
Estás mismas preguntas me llevan a cuestionarme sobre la lucha que se está dando en la Cámara de Diputados de Yucatán por el tema del matrimonio igualitario. Por un lado, ¿dónde estaban antes los grupos que ahora se manifiestan en contra de este tipo de unión a la hora de defender a los niños de pederastas religiosos y civiles? Por otro, nuevamente brinca el sentido común, ¿en dónde dice que una orientación sexual distinta es sinónimo de gandalla, abusador, de ser mala persona? Todos tenemos un pariente o amigo que es un encanto de ser humano.
Creo que la comunidad debe proteger con mucha pasión a los cachorros de nuestra especie, pero también debe tener claro qué respetar las decisiones de los adultos se llama tolerancia y esta construye la paz.
El matrimonio es la aspiración de dos adultos que desean comprometerse. El amor te invita ser mejor persona y a apoyar al otro a serlo. Y si estas personas desean adoptar a un pequeño para compartir su amor ¿saldría algo peor que lo que estamos viviendo y que parece no tener fin? No lo creo. El amor engendra amor; el odio y el rechazo, una cadena interminable de dolores.
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