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La Jornada Maya
Foto: Notimex

Jueves 28 de febrero, 2018

Es cosa de tiempo que el matrimonio, como lógico baluarte de la familia y la sociedad, sea universalmente reconocido como la unión de dos personas que se aman y punto; sin requerir ninguna otra definición de género o preferencia.

Como también fue cosa de tiempo abolir la esclavitud; como cosa de tiempo fue reconocer plenamente los derechos políticos, sociales y económicos de la mujer; como fue cosa de tiempo reconocer los derechos civiles de todos los ciudadanos, sin importar su raza o condiciones económicas y culturales; cosa de tiempo, como lo fue permitir los matrimonios interraciales, algo que en su momento escandalizaba a una mayoría.

La pregunta es ¿cuánto tiempo? Y la respuesta depende del liderazgo político de la sociedad. En estos temas, los de fondo, los que hablan de la generosidad y compromiso de inclusión de una comunidad, buscar la consulta o la mayoría, es traicionar el sentido lógico de la historia.

En materia de derechos humanos no se llega a la verdad por mayoría de votos. Es muy probable que incluso la mayoría de una comunidad o región se oponga a una decisión, pero impulsar ese rumbo para extender los derechos y oportunidades de felicidad para todos, es precisamente lo que exige estar al frente de una sociedad: ayudarla a dar los pasos que el miedo o los prejuicios le impiden dar por el bien de todos.

La democracia no es el gobierno de la mayoría; no es así de rupestre el asunto. La verdadera democracia es la protección de las minorías, de todas. Si hacemos bien las cuentas, todos, en algún ángulo de nuestra vida o actividad, privada o pública, perteneceremos eventualmente a una minoría.

Hablar de consulta popular en materia de matrimonio igualitario es simplemente evadir la responsabilidad social y apostar por la inercia. Los cambios revolucionarios nunca son mayoritarios, no en su inicio. Sólo cuando los vemos a la distancia de décadas nos parece increíble aquel mundo del pasado en donde lo obvio, lo justo, lo incluyente y lo humano no era visto como algo autoevidente y lógico.

Hoy nadie respaldaría la esclavitud, pero en algún momento tuvo respaldo mayoritario; hoy nadie defendería una sociedad de castas, pero en algún momento era lo natural; hoy nadie negaría la igualdad entre el hombre y la mujer, pero en algún punto la mayoría creía otra cosa; hoy nadie diría que no todos tenemos derecho al voto, pero en algún punto esa no era la posición de la mayoría. Vamos, en algún tiempo la mayoría creía que sólo los hombres blancos tenían alma.

[b]Matrimonio igualitario[/b]

Ése es el caso del matrimonio igualitario. Es obvio cuál es el lado correcto y decente de la historia, sólo es cosa de tiempo que sea así de obvio. La pregunta entonces es ¿si en Yucatán ya no fuimos de los primeros en el matrimonio igualitario, acaso seremos de los últimos? Esperemos que no.

Una buena sociedad es la que nos hace a todos cada vez más felices, más plenos, más prósperos y con mayores oportunidades de realización. Ese es quizá el argumento más sólido para contagiar de deseos matrimoniales a todos.

Si valoramos tanto el matrimonio, si lo creemos fuente de tantas bondades, piedra angular de la comunidad, entonces ¿por qué no permitir que más personas beban de esa fuente de estabilidad, de fuerza y de moral cívica? Si el matrimonio es cimiento, entonces ¿por qué no hacer que ese cimiento sea más amplio?

Si el matrimonio es tan importante para mantener la brújula social ¿por qué no hacer participar a más en esa brújula marcadora de los rumbos que todos queremos? Si el matrimonio es una bendición civilizatoria ¿por qué no hacerla universal y de puerta abierta a quien desee tomar parte? Los que más defienden el matrimonio, deberían ser los primeros interesados en extenderlo, porque eso nos hará a todos mejores.

Es tiempo de que quienes tienen todos los privilegios y prerrogativas por ser líderes políticos, asuman una de sus pocas responsabilidades ineludibles: decidir como representantes autorizados de la sociedad, si rehúyen esa obligación de guiar, no merecerán ser llamados líderes y menos voz de la sociedad.

El matrimonio es tan importante, que -de verdad- es tiempo de hacerlo una casa más grande, más amplia, más colorida, diversa y rica. Una casa que lleve felicidad, retos y bendiciones cívicas a todos.

*El papel arde a los 233 grados centígrados, tal como se recuerda en la inmortal novela de Ray Bradbury, [i]Farenheit 451[/i].

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]


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