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Felipe Escalante Tió
Foto: gob.mx
La Jornada Maya

Miércoles 13 de febrero, 2019

El golpe a las estancias infantiles de la ex Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) fue fulminante, con el recorte a la mitad de su presupuesto. Después ha venido la descalificación del conjunto, sin hablar de porcentajes ni de cuánto es el supuesto daño al erario. Ya se dijo que el personal que labora en ellas es improvisado –cuando los niños están al cuidado de puericultoras y quien se encarga de la cocina tiene la licenciatura en nutrición– y lo último ha sido que los padrones están inflados, que hay niños fantasma.

Todo por una cantidad que para algunos privilegiados resulta risible: 950 pesos por niño. Sin embargo las estancias –que primero recibieron el nombre de guarderías, durante el gobierno de Felipe Calderón– benefician a una población para la que esa suma significa muchas horas de trabajo, por carecer de seguridad social.

Claro, estar en la economía informal no es sólo no pagar impuestos, sino carecer de prestaciones. Las estancias atendían a hijos de profesionistas establecidos por su cuenta que a mujeres –las principales destinatarias– integrantes de esa masa de trabajadores precarios que mira hasta con envidia a los que pueden atenderse en una clínica del IMSS, porque hay ocasiones en que no alcanza ni para la consulta en la farmacia y menos para los medicamentos.

¿Qué motiva el ataque del gobierno de Andrés Manuel López Obrador a las estancias infantiles? Si se detectó alguna fuga de recursos por esta vía, ¿por qué no se publican las reglas de operación, ya revisadas, en lugar de cortarles de tajo la posibilidad de brindar atención a una población vulnerable? ¿Por qué no fortalecerlas? ¿Por qué no revisar los diferentes sistemas de guarderías que hay en el país?

[b]Contra modelo que construye comunidad[/b]

Cobra fuerza la idea de que detrás del recorte está el ataque a un modelo de organización que construye comunidad “desde abajo”. Las estancias del modelo Sedesol son vecinales, establecidas en casas; lo que de principio establece un límite de niños a atender, pero en el que gente de la colonia cuida a los más pequeños del rumbo, fortaleciendo la cooperación entre vecinos. Caso contrario del modelo IMSS o las subrogadas, donde es la institución o una empresa la que presta el servicio.

Como argumento se menciona que los infantes –de recién nacidos hasta el día en que deban ingresar al prescolar– se encontraban en espacios inseguros y podía repetirse una tragedia. Sin embargo, el caso emblemático que es la guardería ABC, de Hermosillo, fue en el modelo de subrogación del IMSS, no de la Sedesol. Sin duda, la posibilidad de hacer negocio a partir de las estancias existe, pero no es mayor que la de hacerlo como empresa proveedora.

Dar a las madres directamente el dinero para que ellas decidan si entregarlo a la estancia o a la abuela, como sugirió Carlos Urzúa Macías, el secretario de Hacienda, idea que habría firmado Luis Pazos, es solamente crear una clientela y fortalecer el estereotipo de la mujer como responsable de la crianza. Sobra decir que sería bueno ofrecer el panorama de beneficiarias; cuántas tienen pareja, cuántas no, el ingreso acumulado de los cónyuges, y obviamente si hay abuelas disponibles, pues lo que se ha observado es que las mujeres no sólo están en el mercado laboral sino que permanecen en él por mucho más tiempo. Cuestión aparte son las que han cambiado de residencia. Pongamos por ejemplo Yucatán, cuya población se compone prácticamente en una quinta parte de gente nacida en otros estados.

[b]Nietos fantasma[/b]

Lo cierto es que con la reducción de presupuesto a las estancias el golpe lo recibe un sector marcadamente vulnerable: mujeres, madres, sin acceso a seguridad social. La amenaza de reducir la edad de los niños que acuden a estas instalaciones abona igualmente a la desigualdad, pues los deja en un momento en el que aún no les corresponde ingresar a la escuela, como sí hacen las guarderías institucionales.

Quedarse sin el beneficio de la estancia afecta gravemente a las beneficiarias, de las que buena parte ha manifestado que deberá abandonar su trabajo para cuidar a sus hijos. Otra consecuencia será el desempleo de mujeres capacitadas: las docentes, enfermeras y nutriólogas que laboran en ellas. Su lugar, a fuerzas, lo ocuparán las abuelas, reforzando el estereotipo negativo de la “mamá luchona”, la que se pasa el día fuera de casa mientras sus “bendiciones” están al cuidado de su madre.

Ante este panorama, no nos extrañe entonces si en un futuro próximo encontramos que, en el padrón de beneficiarias del apoyo “directo”, existen nietos fantasma.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]


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