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Carlos Francisco Chablé Mendoza
Foto: Archivo Carlos Francisco Chablé Mendoza
La Jornada Maya

Viernes 1 de febrero, 2019

Lo que sucede actualmente a los descendientes de aquellos que alguna vez y hace tiempo se gobernaron y fueron independientes, enseña tristemente la pérdida de memoria histórica. Los interesados en que impere la división entre ellos y que se aprovechan de la desmemoria están seguramente contentos. No habrá quien haga valer linajes y autoridad como propietarios legítimos del territorio maya.

Hace unos días algunos medios anunciaron la destitución de José Isabel Sulub Cimá como general del centro ceremonial de la Cruz Parlante, que tiene sede en Carrillo Puerto, Quintana Roo. La desafortunada información se da luego de una rueda de prensa ofrecida por el secretario del Gran Consejo Maya y dos miembros de dicho centro ceremonial, que al parecer no recuerdan que un cargo de esa importancia es vitalicio, y en todo caso la destitución ocurriría por causas muy graves luego de que, reunidos en consejo, los principales (comandantes, sargentos, cabos y rezadores), lo determinan. Su destitución no es válida si se sustenta en estatutos de una asociación civil, pues antes que ésta, la Ley Estatal de Cultura y Organización Indígena, la Ley Federal y la Legislación Internacional, como el convenio 169 de la OIT, por citar una, reconocen las formas de organización tradicional de pueblos indígenas y tribales del mundo. Lo anterior es sólo una puntualización, de ninguna manera pretendo asumir la defensa o el ataque contra alguno de los protagonistas de estas contradicciones, surgidas entre los llamados dignatarios mayas y abanicadas por facciones políticas contrarias que pretenden abrogarse su tutelaje y manipulación.

Precisamente de esto último, y de lo que creo es una equivocada necesidad de contar con reconocimientos políticos externos, de personajes ajenos a la etnia y a su organización tradicional, quiero referirme en esta ocasión.


[b]Poder para dividir[/b]

Tal y como lo hicieron los tsules (blancos) enemigos acérrimos de los mayas durante la Guerra, de nueva cuenta los que detentan hoy el poder los infiltran y dividen, los enfrentan. No son menores de edad, lo que ocurre es que la esencia de su rebeldía, su espiritualidad, lo que los hacía mayas masewales se ha diluido por efecto de la influencia del catolicismo y las acciones clientelares del estado mestizo.

Vale la pena recordar que en lo más álgido de la Guerra de Castas se dio lo que tal vez fue el primera cisma entre líderes principales, cuando Cecilio Chí desconoció el tratado de Tzucacab, firmado en 1848 por Jacinto Pat con el gobierno yucateco que le había ofrecido reconocerlo como gobernador indígena. Así siguieron sembrando, por la vía del engaño, del soborno y del espionaje yucateco que infiltró filas masewales, la semilla de la desconfianza.

Aprovechando contradicciones internas entre los líderes indígenas el gobierno yucateco ofrecía reconocer a alguno como gobernador de los mayas levantados. Si algún jefe maya insinuaba siquiera la rendición terminaba ajusticiado a machetazos. Esto fortaleció a tsules y waches (mexicanos), debilitando paulatinamente a los cruzoob. Los historiadores ladinos calificaban a estos hechos como cuartelazos o golpes de estado.

Alrededor de 1860, Maria Uicab, una mujer reconocida como reina, sacerdotisa y jefa militar, pudo desde Tulum poner orden temporalmente y mantener la resistencia.

En busca del reconocimiento externo, de tsules o waches, la unidad y resistencia maya fue debilitada para alivio del poder central o peninsular.

Así podemos leer en el libro Género y poder entre los mayas rebeldes de Yucatán: Tulum y la dualidad a través del tiempo, de Landy Santana Rivas y Georgina Rosado Rosado, que:

“Hacia 1863, el jefe maya Venancio Puc es asesinado por Dionisio Zapata Santos, quien se mantuvo por corto tiempo en el mando, ya que fue eliminado por otro grupo de cruzoob. La muerte de Zapata fue informada por la Comisión del Gobierno de Yucatán el 13 de junio de 1864, en una carta donde se lamentaron de su muerte, dada la misión que tenía dicha comisión de entrar en relaciones con él para concertar la paz.

En 1875 hubo otro conflicto entre Bernardino Cen y Crescencio Poot los jefes de Santa Cruz. El primero, al temer ser asesinado por el segundo, busca la protección de Maria Uicab la Reina de Tulum para salvarse y parte a su encuentro acompañado de 100 de sus seguidores.

Debido al apoyo otorgado por la patrona de Tulum a Bernardino Cen, Poot emprendió acciones de escarmiento en contra de Muyil y Tulum que lo cobijaron e intentó cerrar el suministro de mercancías provenientes de la colonia inglesa.

En 1884 se presentó otro suceso que generó un nuevo conflicto y el enfrentamiento entre los líderes de los alzados. Crescencio Poot, al margen del poder y del permiso de los patrones de Tulum, intentó nuevamente negociar la paz con el gobierno de Yucatán. Buscaba llegar al acuerdo de ser nombrado gobernador de todo el territorio ocupado por los mayas rebeldes.

En este nuevo conflicto, los santos patrones de Tulum inclinaron la balanza a favor de Aniceto Dzul, otorgándole no sólo el aval del oráculo sino que además le proporcionaron armas y fuerzas militares para que se enfrentara a Poot, sin las cuales nunca hubiera vencido al tatich (padre) de Santa Cruz. Quizás el disgusto de los patrones de Tulum y el apoyo otorgado a Dzul se debieron a que el tratado con el gobierno yucateco le otorgaba a Poot el nombramiento de gobernador de todos los indígenas en el territorio independiente, es decir, por encima de su poder religioso y del papel de oráculo, quedando los patrones fuera de los acuerdos. Dzul regresa con 800 hombres de Tulum, vence militarmente y ejecuta a Poot y a 10 comandantes más.

Tras la muerte de Dzul (de causas naturales), ocupó el cargo de jefe militar de Chan Santa Cruz el general Román Pec, quien tenía el encargo de no hacer tratos con el gobierno. Los conflictos entre los dos centros de poder continuaron. En 1897, los líderes de Tulum intentaron negociar de nuevo la paz con el gobierno de Yucatán, y los líderes de Chan Santa Cruz reaccionaron oponiéndose. Este nuevo conflicto culminó con una fiera guerra entre los dos centros y la muerte de los líderes de ambos grupos. Luego de la muerte de Román Pec, queda al mando de Chan Santa Cruz, Felipe Yama, quien no duró en el cargo al ser asesinado en 1889; le sucede Felipe May, también asesinado en abril 1901 y finalmente, el general Francisco May.

Luego de años de persecución y de represión de los mayas rebeldes, en 1915, pocos años después del triunfo de la revolución mexicana, Venustiano Carranza devolvió la ciudad de Chan Santa Cruz a los indígenas encabezados por el general Francisco May. Sin embargo, a partir de entonces, Chan Santa Cruz dejó de ser la ciudad sagrada de los mayas, convirtiéndose en un centro de intercambio comercial y en cruce de caminos para los campamentos chicleros. La cruz, nunca retornó a su antiguo santuario. Para los cruzoob los huaches profanaron el Balam Nah, haciendo de él un muladar”.


[b]Fractura de la unidad maya[/b]

Al repoblar a la Santa Cruz, el general May y su grupo regresaron con la Santísima Cruz y la resguardaron en una pequeña iglesia aledaña al Balam Nah. Los diálogos de May con el gobierno provocaron que el capitán Concepción Cituk y el sargento Evaristo Sulub rompieran con May en 1924, acusándolo de convertirse en cómplice de los explotadores de su pueblo y, encabezando a un contingente de indígenas, asaltaron el templo donde May resguardaba la Cruz para llevarla a Tixcacal Guardia, nueva sede de los mayas masewales que decidieron seguir luchando por su autonomía.

Podríamos seguir describiendo ejemplos hasta llegar a la época contemporánea en la que acciones del estado y de partidos políticos siguieron fraccionando la unidad maya masewal. La influencia de las diversas Iglesias, en especial de la católica, contribuyeron también al abandono de prácticas comunitarias espirituales que sostenían la unidad de los masewales en torno a la Santísima.

Hoy nuevamente, como si no se aprendiera de la historia, las contradicciones entre los liderazgos mayas masewales son aprovechadas por otros. Ahora, unos piden el reconocimiento del nuevo presidente de la república mientras que otros los enfrentan, usados por el priísmo que quiere reconquistar espacios en la nueva burocracia indigenista.

¿Será que la organización tradicional de los mayas masewales, los cruzoob, los cruces, agoniza?

*Cronista de la ciudad de Felipe Carrillo Puerto.

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