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Francisco J. Rosado May
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Martes 8 de enero de 2019

Durante el sexenio de Peña Nieto se hizo un esfuerzo de darle una connotación más adecuada a la política social, usando muy esporádicamente un dicho pegajoso: “del escritorio al territorio”. Esta estrategia es muy poco conocida en México y casi nada en Quintana Roo. Fue aplicada con cierto impacto social en Baja California Sur como una forma de aterrizar la Estrategia Nacional de Inclusión desarrollado por el ex candidato presidencial Meade durante su paso por Sedesol.

En Jalisco, la misma expresión se usó hace unos tres años como lema en las oficinas de recaudación de impuestos como una forma de acercamiento con el público y fomentar los ingresos fiscales.

“Del escritorio al territorio” no es una expresión nueva; ha sido usado con bastante éxito en política pública en Sudamérica. El gobernador del estado de Nariño, Colombia, Camilo Romero, ganó con ese lema en 2015 y los resultados de su gobierno han sido halagüeños.

La expresión “del escritorio al territorio” tiene éxito porque en la mente de los ciudadanos existe la percepción de que la burocracia gubernamental no genera políticas públicas acordes con la realidad presente en los territorios donde esa burocracia funciona. Muy lamentable, pero también muy real y muy presente en nuestro entorno. Es común que los funcionarios que acompañan al gobernante en turno sean seleccionados no por su su experiencia y formación, sino por compromisos, amistad, corrupción o voto de confianza.

Para hacer todavía más interesante la situación, son muchos quienes al tener un cargo de gobierno se “despegan” de la tierra, crean su propia burbuja y se alejan de la realidad del territorio.

Ante la impotencia que generan la falta de experiencia o formación, la mala actitud y la soberbia, los politólogos y los constructores de imagen personal y pública generaron la idea de la expresión “del escritorio al territorio”.

No es mala idea, pero tiene dos problemas estructurales muy fuertes. La terca práctica indica que, si las personas no están preparadas para tener un cambio mental, conceptual y metodológico para cambiar la inercia que ha caracterizado su actuación en el gobierno, difícilmente podrán transitar exitosamente del escritorio al territorio, esas personas se sentirían totalmente perdidas. El segundo problema radica en que todo el sistema de gobierno debe cambiar; es decir, si no hay la articulación adecuada entre todas las partes como la planeación, el financiamiento y la parte operativa, no habrá voluntad suficiente para que el dicho “del escritorio al territorio” se convierta en realidad y se evite un engaño más al público.

Los dos problemas antes señalados son relevantes, pero hay un tercer reto mucho más importante que se hace visible cada vez que hay un cambio de régimen o de partido en el gobierno que desea hacer las cosas diferentes, que desea que las políticas públicas reflejen realmente los intereses de la sociedad: se encuentra con una gran inercia, construida por muchos años, que no se apega a esa visión de trabajo. Sin el análisis adecuado y sin las estrategias para atender los tres grandes problemas antes señalados, no será posible que una visión deseable para gobernar una sociedad compleja como la mexicana, tenga los resultados que se desean. La idea es evitar que la expresión “del escritorio al territorio” sea una legitimización de un sistema de gobierno vertical y unidireccional.

Aquí va una propuesta, basada en teoría política aplicada al territorio geográfico (hay una línea de pensamiento que articula política con geografía, sugiero leer a Heriberto Cairo). La idea no es nueva, pero cada vez que se tienen elecciones como la que ocurrirá en Quintana Roo este año o lo que estamos viviendo con el nuevo gobierno federal, el tema se torna pertinente.

La propuesta se concreta en la expresión “del territorio al escritorio” como una fase previa para pasar a la expresión “del escritorio al territorio” en un proceso de retroalimentación continua. En otras palabras, crear política pública con base en temas que emerjan desde la base, con participación social dinámica, promovida por el gobierno. En este sentido no hay que olvidar que la sociedad también incluye a quienes forman parte de la burocracia en cualquiera de los tres poderes de gobierno. Es decir, también estas personas pueden participar en el diseño de política pública haciendo propuestas que pueden y deben ser analizadas por la sociedad en su conjunto, especialmente por quienes podrían tener alguna afectación que traiga cualquier proyecto.
¿O hay alguna otra alternativa mejor?

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