Mauricio Molina Rosado
Foto: Notimex
La Jornada Maya
Viernes 4 de enero, 2018
El primero de diciembre terminó formalmente el sexenio de Enrique Peña Nieto, y con él deberá terminar el duelo aguardado por los priístas después de la derrota en las elecciones de julio. Consecuentemente, tendrá que venir la reconstrucción y la reinvención, si es que el partido aspira a sobrevivir.
El PRI, como marca, está desahuciado, esto deberemos entenderlo los priístas. En mercadotecnia, se entiende a la reputación como el juicio de valor que los consumidores realizan sobre una marca o producto –lo que piensan o sienten–, y que es resultado de un par de variables, como lo son, primero, la experiencia que el mismo consumidor ha tenido al adquirir y usar determinado producto o marca y, segundo, los esfuerzos de proyección de imagen que la marca realiza hacia sus audiencias. Hoy, las siglas del partido evocan calificaciones negativas en el imaginario de la gran mayoría de los ciudadanos, que con o sin razón –eso es tema de otros analistas–, culpan a los gobiernos y gobernantes emanados del PRI de todos los males que padece la nación, como si se tratara de un espectro voraz y maligno como los que vemos en las pantallas de televisión (ver como referencia el ánimo que la sola pronunciación de la marca produce en usuarios de redes sociales). En pocas palabras, el PRI atraviesa por la peor crisis en toda su historia en materia de gestión de su reputación.
Pero, con todo y esto, vale la pena recordar que el PRI es una organización necesaria, sólida y constructora del México moderno, impulsor de las instituciones autónomas y de la estabilidad económica del país, con aciertos y desaciertos, con malos y buenos elementos, que como cualquier organización en el mundo, deberá reaccionar de forma productiva para remontar esta crisis, reconstruir su valor de marca y la comunicación con los ciudadanos.
Pero, ¿con solo cambiar el nombre, siglas y colores producirá un cambio en la percepción que los ciudadanos tienen sobre la marca? Por supuesto que no. Sin embargo, desde el enfoque de la comunicación política, habrá que sugerir una reinvención del partido, que incluya una revisión profunda de sus principios y documentos básicos, y que deberá estar acompañada de un rediseño de la imagen institucional que permita reposicionar la marca de la institución en el ánimo social.
[b]Realinearse a las necesidades de los ciudadanos[/b]
El PRI deberá realinearse a las necesidades prácticas de los ciudadanos de hoy, y formalizar en su fundamentación ideológica que aspira a ser un partido que solucione los problemas cotidianos de la gente, como primer punto de partida.
Establecer y adoptar como nueva filosofía tener a los ciudadanos como el centro del quehacer político, que las visiones y las transformaciones macro son importantes, siempre y cuando vaya en primer plano que los temas esenciales de las políticas públicas son prioridad.
Ponderar la democratización de los procesos internos, la selección abierta de candidatos y la transparencia como ejes rectores de la vida interna del partido, y terminar de entender que en el México de hoy, los jóvenes son los que determinan el rumbo del país y, por ende, atreverse a plantear temas que no aguantan más tabúes, tales como las libertades personales y todo lo que tenga que ver con el libre desarrollo de la personalidad.
En este replanteamiento de prioridades, soy de los que opinan que deberá refrescarse la imagen institucional de ese partido, pero creo que tendrá que ser consecuencia de esta revisión y reinvención interna, y no como inicio del cambio. Las políticas y estrategias de mercadotecnia y comunicación política deberán ir acorde a los tiempos y coyunturas actuales. El PRI debe verse y actuar como un partido nuevo, renovado.
Desde la oposición, debe verse humilde, constructivo y hacerse sentir responsable y revitalizado, ese el mensaje que esperan miles de priístas por todo el país (verbigracia el papel que las bancadas están realizando hoy en el Legislativo federal). Con proyectos e imagen renovada, la organización deberá reagruparse en equipos y trabajar desde lo local por los temas sensibles. Si así no lo hiciera, en el 2021 –frente una aceitada máquina morenista– podría encaminarse a su desaparición. El PRI, que aún cuenta con gobiernos y estructura, debe tomar decisiones hoy, y necesariamente incluir nuevas voces. 2019 debe ser el año de la reestructuración y el rediseño. Si así no fuera, el año que terminó reveló el porvenir.
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