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del

Rubén Torres Martínez y Francisco J.Hernández y Puente
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Jueves 21 de diciembre, 2017

Debemos comenzar esta nueva colaboración diciendo a nuestros lectores que nos equivocamos flagrantemente. No fue el diputado Jorge Carlos Ramírez Marín el candidato del PRI a la gubernatura de Yucatán como habíamos pronosticado en estas mismas páginas hace unas semanas. Ni su cercanía con el grupo gobernante del país, ni su papel en la elección de Alfredo del Mazo como gobernador del Estado de México, ni su vínculo con el actual canciller Luis Videgaray, ni su largo peregrinar por las comunidades de Yucatán, durante meses, fueron suficientes elementos para que el partido lo eligiera como candidato. No obstante, esos mismos elementos le habrán servido en las negociaciones con la cúpula priísta para asegurar su futuro político, por ejemplo, en una senaduría. ¡No está mal!

Las negociaciones al interior del PRI entre la cúpula de ese instituto político y el gobernador Rolando Zapata, y su grupo, terminaron por inclinarse a favor de uno de los precandidatos locales, Mauricio Sahuí Rivero, extitular de la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno del Estado. En este caso, valieron más el buen desempeño del gobernador Zapata, su experiencia dentro de la política local y nacional, su conocimiento de la misma sociedad yucateca, así como el éxito que ha alcanzado su estrategia de desarrollo en muchos ámbitos de la economía para que Sahuí sea una especie de “cachorro” del propio gobernador y de la ex gobernadora Ivonne Ortega (no hay que olvidar que hasta hace poco, Ivonne, todavía aspiraba a ser candidata presidencial de su partido, misma a la que repentinamente renunció para adherirse al candidato Meade).

Sahuí es un candidato joven, formado académicamente en escuelas públicas de la entidad, abogado por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) y con estudios de posgrado en la Universidad George Washington. Posee un perfil académico que lo llevó a la docencia en distintas instituciones educativas, incluyendo la propia UADY, su carrera de servidor público es breve en relación con su trayectoria como legislador, tanto a nivel estatal como federal. De hecho, apenas 10 años después de su primer puesto en la administración pública estatal como Director de Transporte Estatal, aspira a la gubernatura.

Mauricio Sahuí conoce Yucatán, sabe que la estrategia económica del actual gobernador está funcionando, llevando a la entidad a la vanguardia en varias ramas de la actividad productiva. Que hay una incipiente industrialización que apuesta por las ramas de las telecomunicaciones y la informática. Que Mérida como capital del estado es una de las ciudades con mejor calidad de vida del país. Pero también sabe, y muy bien, que el crecimiento y la prosperidad se concentran en Mérida. Sabe, por su calidad de ex Secretario de Desarrollo Social, que casi la mitad de los yucatecos (más de 900 mil) viven en condiciones de pobreza, y que aun en Mérida, la ciudad más segura del país, habitan más de 250 mil personas en esa condición. Sabe, que los programas actuales de combate a la pobreza son insuficientes para romper el círculo generacional de reproducción de la pobreza que afecta a casi un millón de yucatecos, y de los riesgos sociales que esto representa para Yucatán.

Tal vez por ello sus primeras declaraciones en los medios como precandidato sean precisamente en ese sentido: “Yucatán no está para ocurrencias, ni para discursos ligeros”. Precisamente porque declaró a La Jornada Maya que el reto de Yucatán es conservar la paz y que hay que fortalecer el tejido social, sabe, que sin un combate frontal, decidido y distinto, la pobreza seguirá siendo caldo de cultivo para el desarrollo de la delincuencia organizada y el aumento de la inseguridad y la violencia. Si Sahuí quiere ganar las elecciones del 1 de julio próximo tendrá que hacer una campaña perfecta. Que precise en los problemas de la entidad, y en su diagnóstico, por supuesto, para desarrollar de ahí propuestas de solución.

El viejo discurso priísta de lugares comunes, justicia social, bienestar para todos, atención a los que menos tienen, (y bla, bla, bla) no le servirá, y sólo evidenciará que el nuevo PRI sigue siendo el viejo PRI, de la corrupción y promesas incumplidas.

Además, no tendrá enfrente un contrincante fácil, su tocayo panista ha hecho un papel decoroso en la ciudad capital del estado, ese es su principal capital político, Mérida. Los priístas, en general, sufren por el desprestigio al que los ha llevado la administración peñista y sus secuaces gobernadores de Veracruz, Coahuila, Quintana Roo, entre otros. El candidato Sahuí tendrá que cargar con ello y con su pasado ivonnista.

Se trata, como se ha dicho, de una nueva generación de políticos que se disputará el liderazgo de una entidad que parece estar encontrando un nuevo impulso. Esto obligaría a las demás fuerzas políticas a optar por candidatos con el mismo perfil.

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