de

del

Carlos Meade
Foto: Reuters
La Jornada Maya

Viernes 3 de noviembre, 2017

Me alarma leer en las páginas de [i]La Jornada Maya[/i] el entusiasmo simplón por el crecimiento de la industria turística en Quintana Roo y el regocijo porque, pese a las alertas del gobierno gringo a sus ciudadanos, el número de visitantes se incrementa.

En su [a=https://www.lajornadamaya.mx/2017-10-20/Turismo--tarea-de-todos]artículo[/a] [i]Turismo, tarea de todos[/i], Cliserio E. Cedillo nos quiere convencer del tremendo éxito de Cancún y la Riviera Maya, aportando cifras estratosféricas que dan cuenta del número de visitantes que se incrementa año tras año. Según el autor, estas cifras son, en sí mismas, buenas noticias. Aunque no se pregunta si la derrama económica que deriva del arribo de turistas es equitativa, si se invierte en hacer sostenible el destino o si las inversiones implican el deterioro de los ecosistemas que son el atractivo principal del destino.

Desde mi punto de vista, los millones de visitantes que arriban año con año a Quintana Roo significan una derrama económica que es acaparada por unos pocos, mientras la mayoría de la población sólo recibe migajas que le permite sobrevivir precariamente. También significa, bajo el modelo imperante de crecimiento agresivo, acelerado, desordenado y corrupto, el alarmante deterioro ambiental que ya es notorio con un arrecife enfermo, playas erosionadas, manglares arrasados y aguas costeras contaminadas.

Una industria turística voraz e irresponsable ha dominado en nuestras costas, sin que las autoridades competentes hayan podido o querido poner freno y regular el crecimiento. Y los resultados están a la vista de quien no queda cegado por las estadísticas. En este modelo, es evidente, la utilidad está por encima de la gente y del medio ambiente

Bajo una visión triunfalista, no me llama la atención el júbilo ante el anuncio de Amikoo, un mega parque de diversiones. Mi lectura del anuncio, en cambio, es de preocupación ante las cifras que se manosean.

En primer lugar, un parque de diversiones con 24 atracciones mecánicas “de última generación” me hace pensar que el destino está creando nuevos atractivos para nuevos mercados, como alternativa ante el deterioro de los recursos naturales.

Por otra parte, los 45 mil empleos que supuestamente serán generados, implican un aumento de población de alrededor de 800 mil personas. ¿Dónde van a vivir? ¿Podrá el gobierno ofrecerles los servicios urbanos básicos?

En contraste, mientras algunos dan cifras que pretenden demostrar la ruta ascendente de los negocios turísticos en Quintana Roo, los ciudadanos de a pie nos la rifamos todos los días con la insuficiencia o ausencia de servicios públicos elementales.

Frente al dato duro de millones de turistas que arriban anualmente a Cancún y la Riviera Maya, indicador de progreso (para algunos privilegiados), tenemos, por ejemplo, el derrame de aguas negras en las calles del poblado de Akumal. Éste, también es un indicador, en este caso, de ineficiencia, insolvencia económica, indolencia o irresponsabilidad del gobierno.

En Tulum, CAPA argumenta que no tiene el recurso para atender de manera eficiente y oportuna la infinidad de problemas que presentan las redes de agua potable y drenaje o la ausencia de las mismas.

Habrá que preguntarse a qué se debe que CAPA tenga esta situación financiera cuando el supuesto destino exitoso depende, en buena medida, de la calidad del agua. Quizá se deba a que este organismo ha funcionado no como entidad técnica operativa sino como botín político e incluso como bolsa para el financiamiento de campañas políticas.

La verdad es que se necesitan recursos millonarios para poner en orden el uso del agua y su tratamiento adecuado una vez que se ha usado. Desafortunadamente, la millonaria derrama económica que representa el arribo de casi 18 millones de turistas en 2017 no parece que contemple proteger los fundamentos más básicos de la viabilidad del destino.

¿Cómo explicar esta evidente contradicción? ¿Es un problema de falta de visión? ¿Los grandes magnates del desarrollo turístico no han podido ver el acelerado proceso de degradación ambiental que el modelo de desarrollo está generando?

A los indicadores de éxito económico habría que confrontar con los indicadores de deterioro ambiental y de rezago social. En el balance, creo que la visión triunfalista se derrumba ya que, bajo el modelo imperante, el crecimiento del negocio turístico significa muchos ingresos para unos pocos y una enorme degradación ambiental.

Finalmente, habrá que decir que la violencia que preocupa al gobierno estadounidense no se reduce al esquema simplista de balaceras entre “malos”. La inseguridad en las ciudades y poblados es alarmante, la colusión de fuerzas de seguridad y mafias es una realidad y la justicia sólo es para quien puede comprarla.

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