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Texto y foto: Kálmán Verebélyi
La Jornada Maya

Martes 24 de octubre, 2017

Las sonrisas han regresado a los rostros después de nueve días de angustia en el ejido de Emiliano Zapata, Tenabo. Siete personas contratados por el apoderado legal Humberto Valdés Hernández impidieron armados la entrada a sus cultivos, pues supuestamente esas tierras son de Yusuf Camal Nacif Borge, el Rey de la mezclilla.

Los encapuchados finalmente se retiraron luego de que personal de la Secretaría de Gobierno y de CNC llegaron, pues se les denunció por portación de armas. La Fiscalía días antes arrestó a dos. Sin embargo, por considerar que la portación de pistolas de 22 milímetros no es tan amenazante, fueron puestos en libertad y como si nada regresaron.

El día en el que pudieron entrar las 42 personas a sus tierras, los opresores no se opusieron, les tuvieron miedo y respeto. Como suele suceder empezó el divisionismo, cuatro “gorilas” asalariados decidieron irse para no tener problemas en el futuro.

-La intervención del gobierno fue decisiva, es la primera vez desde que comenzó el conflicto en 2007 que tenemos respaldo de la CNC, del Congreso y esperanzas de que todo salga a nuestro favor, dice Juan Antonio Kú Chan, comisario ejidal quien en los últimos tres años tuvo que mover montañas para sacar de la cárcel a 20 compañeros, luego a Rubén Kú Poot.

-Supongo que la diputada del distrito, Martha Albores Avendaño, fue activa en la ayuda- le digo a Juan Antonio.

-No, ella sólo viene cuando hay algún festival, como el del Día de las Madres. Ahora estuvo al margen, y comenta que sienten que la Fiscalía no simpatiza con los ejidatarios de Emiliano Zapata.

-El fiscal actual, igual que el anterior, nos dice que nos sentemos a dialogar con Humberto Valdés. ¿Pero de qué vas a hablar con alguien que hasta ahora no ha presentado un documento fehaciente de que es propietario de cuatro mil hectáreas. Hablar con un fantasma es perder el tiempo, aunque no sé cómo le hicieron. Nos contaron que el terreno fue lotificado en 33 ¿y los “dueños”?, todos son socios de una inmobiliaria. A Humberto Valdés lo conocemos, se dedica a acaparar tierras a como dé lugar y luego venderlas, dice con vehemencia Juan Antonio.

Para enfriar la plática seguimos con asuntos de la cotidianeidad: el maíz, su precio. El comisario relata que entre los 108 ejidatarios siembran alrededor de mil hectáreas, y como la tierra es generosa, el rendimiento oscila entre cuatro y cinco toneladas. Sólo que el precio no ayuda, los 3,20 que dan ahora apenas cubre los gastos.

Le digo que hay técnicas para aumentar el rendimiento y resonde que ya se lo dijeron los técnicos de la Secretaría de Desarrollo Rural (Seder), recomendaron el arado porque con el barbecho apenas se revuelve la superficie y la tierra se quema por el sol. «Tenemos pensado probarlo, habría que intentar», señala.

-El maíz cada vez tiene menos importancia en la producción por su precio. El limón y la naranja agria dejan mayor ganancia, aunque el limón ahora está en los suelos; por una caja de 30 kilos te dan 30 pesos, pero 30 pesos son 30 pesos, juntándolo podría ser una buena suma, también hay que considerar que el árbol produce por su naturaleza y no por el precio y si no bajas el fruto, se daña, explica Juan Antonio.

-¡Y este rollo en sus manos?, le pregunto. Son unos planos, estoy esperando al arquitecto. De las mil 400 hectáreas, Rubén te puede decir más, es jefe del grupo, vive a tres casas, pero no está.
Cruzo la calle rumbo al parque. En una banca dos señoras están en plática profunda. Metros adelante, con fondo de cajas llenas de limón José Chan Kú y Abraham Kú Chan comparten alguna idea con un par de jóvenes. Me uno a ellos. Les digo quién soy, de dónde vengo, cuál es el asunto que me interesa.

-Si hubieras visto a las pobres bestias después de nueve días de ayuno, flacos, magros. Daban Lástima los pobres. Esos desgraciados encapuchados debieron de haberles dado de comer. El animal no tiene que pagar el pleito entre los hombres, dice José.

-¿Cómo le hacen para que tres apellidos, Chan, Poot y Kú, se combinen?

José Chan, quien es autonombrado cronista, autor de la historia del ejido, cuenta que los abuelos después de que desaparecieron las haciendas decidieron probar suerte en Bohola. En la década de los veinte mucha gente emigró de Dzitbalché, pues las condiciones no alcanzaron para asegurar el sustento a las familias.

En la hacienda de Boholá esas familias se asentaron, sembraron maíz hasta 1957 en las tierras nacionales circundantes, hasta que apareció una persona que se decía dueño de aquellas tierras y los echó. Así llegaron a fundar a Emiliano Zapata a pocos kilómetros de distancia.

-Yo nací en Boholá, interrumpe Abraham para luego, robándole el hilo de la historia a José, seguir diciendo que la gente de Zapata está muy unida, todos comparten la misma suerte. “Entre nosotros hay competencia de trabajo, no de pleito. Si uno siembra 10 hectáreas, el otro dirá: yo me echaré 11. Nos ayudamos, no queda tierra sin sembrar, los tractores están a disposición de todos”, dice.

José carraspea la garganta y cuenta que Abraham Chan Poot, comisario ejidal de los 90, tuvo una visión: conseguirle tierra a los hijos de los ejidatarios que por ley no heredarían. Para ese entonces, Abraham señala que se necesitaban mil 400 hectáreas para responder a la demanda. Invadieron, ocuparon las tierras y fueron con las autoridades para conseguir la posesión legal. EL Registro Agrario Nacional, después de haber solicitado la superficie deseada, deslindó las tierras, lo cual apareció en el Diario Oficial de la Federación.

En 2007 cuando surgió el supuesto dueño, el Tribunal Agrario falló a favor de los ejidatarios, por ello en 2015 les cayó como balde de agua helada que Sedatu haya determinado su solicitud improcedente. Metimos nuestro amparo, estamos a espectativa de lo que vaya a pasar, finaliza Juan la historia.

-¿Y esos limones?, pregunto apuntando a las cajas.

-A venderlos, aunque sea barato, responde Abraham.

Un pequeño grupo de cuatro personas está caminando rumbo al parque. Me despido, decido seguirlos.

En el parque cerca de diez personas están bromeando, otros seriamente buscando el punto perdido.

-Punto perdido ¿de qué?, pregunto.

-Del GPS. Se nos perdió el punto, intentamos reconstruir dónde debe estar, dice Juan Antonio Kú Chan, sin ello el deslinde no es completo, por eso vino el arquitecto.

Varias cabezas están agachadas sobre el plano. Unos dicen que por acá, el otro que un poquito más allá, en lo que concuerdan es en el rumbo.

Seguramente lo encontrarán, los ejidatarios de Emiliano Zapata saben qué rumbo tomar para salir adelante.

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