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Luis A. Boffil
Foto: Notimex
La Jornada Maya

Martes 3 de septiembre, 2017

En tiempos de desgracias sociales se descubren a los verdaderos, los reales espíritus de servicio que, lejos de medrar con la tragedia, se solidarizan con lo que pueden. El “si quieren” es precisamente el problema, y hay notables ejemplos.

Pero, con anterioridad, también hubo demostración de oportunismo con la salvedad de apoyar a los damnificados de los terremotos de los pasados días 7 y 19 de septiembre, Zorros en estas lides, los priístas, encabezados por su líder nacional, Enrique Ochoa, anunciaron que renuncian a sus millonarias prerrogativas del último trimestre del año, a la sazón de 258 millones, morlacos, constantes y sonantes que le debería depositar el Instituto Nacional Electoral (INE) en su abultada cuenta bancaria para que esa plata se destine a labores de reconstrucción para los jodidos de los sismos.

Aparte, también se lanzaron con la puntada de que en años consiguientes se reduzca el número de diputados federales (de 500 a 300) y de senadores hasta unos 68, cuando ahora hay más de 120 en la llamada Cámara Alta. Con ello, se lograría un considerable ahorro de billetes de la desparramada de impuestos que paga la mayoría de mexicanos, con los cuales se cubren las “dietas” de los legisladores del Congreso de la Unión. Sólo saquen cuentas: aproximadamente un senador se embolsa al mes más de 200 mil pesos, mientras que un diputado alrededor de 150 mil pesitos.

¿Que si fueron oportunistas estas medidas? ¡Por supuesto! ¿Que si tienen el objetivo final de ganar votos a pesar de los sismos? ¡Clarooo! En efecto, tienen el rojizo tinte del chanchullo moral, pero de que ese dinero puede servir para los afectados, ni hablar.

De entrada, el PRI se aventó una buena estrellita (como la que premiaban a los niños del kínder en tiempos ya lejanos; ahora lo hacen dándoles celulares o tabletas). Claro está que a alguien se le tuvo que ocurrir este tipo de estrategias y, por supuesto, no fue de Enrique Peña Nieto porque él, simplemente, ya no quiere queso, sino salir de la ratonera. A poco menos de un año de acabar su fatídica gestión, ¿creen ustedes que se va a meter en más líos? Pero, de todas maneras, al personaje priísta que haya tenido las ideas, pues buena onda. Los creyentes dirán: “Dios se lo pague”; los escépticos soltarán: “Ya tiene su hueso asegurado”. Así suelen ser las cosas en una incipiente democracia, ¿no?

Como le ganaron la jugada, el Partido Acción Nacional (PAN) no tuvo más remedio que también solidarizarse con la causa y plantear algo más atrevido como eliminar totalmente el subsidio a los partidos políticos y que cada agrupación se rasque con sus propias uñas.

Interesante, pero también arriesgado porque daría pie a una amplia reforma en materia electoral y que permitiría el flujo de capitales de dudosa procedencia, vulgus, del crimen organizado, aunque ello tampoco es nuevo porque los intereses malsanos también hacen “coperacha” para repartir a los candidatos y futuros gobernantes a pesar de que éstos reciben, de entrada, carretadas de billetes de las autoridades electorales. De estos ejemplos hay de sobra.

A su vez, el PRD hizo lo propio, aunque un tanto más discreto, mientras que Andrés Manuel López Obrador, amo y dueño de Morena, señaló que repartirá como si fueran dulces 103 millones de pesos, pero no se pronunció por ceder parte de sus prerrogativas. Tiene razón. Es desconfiado. Con aquello de la mafia en el poder (su trillada frase), pues tendría razón. Los demás partidos con reconocimiento legal, digamos el Verde Ecologista, Nueva Alianza y Encuentro Social, rastreros del tricolor, también dieron su “modesta” aportación. Mal hubieran hecho si no; el PRI les hubiera jalado las orejas con severos castigos al momento de darles posiciones y otro tipo de “carroña” para que mastiquen y se sientan satisfechos. Entonces, todos salieron con un cachito de ayuda para los damnificados. Incluso Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de Ciudad de México, podría no ser candidato para la Presidencia por algún partido, alianza o coalición que lo proponga.

La tarea para restaurar el tejido dañado de la capital del país es de mayor prioridad que abanderar equis causa política. Quizá, y con su labor de reconstrucción, Mancera dé más votos al aliado o conocido suyo de supesta izquierda que vaya para relevarlo, por supuesto, con excepción del PAN o PRI.

¿Pero y todo lo anterior? Pareciera que no hay mezquinos. Tal vez no mucha de esa calaña, pero sí bastante avara y muy aprovechada. Resulta que los consejeros nacionales del Instituto Nacional Electoral se negaron a dar una pequeña aportación de sus muy generosos salarios de aproximadamente 187 mil pesos mensuales netos, o sea, fuera de impuestos.

Uno de los mismos consejeros propuso a sus colegas donar el 5 por ciento de sus salarios; el 2.5 por ciento de los altos mandos (o sea, súper jefes) y el uno por ciento de los empleados que ganan más de 50 mil billetes. Esto podría traducirse a las demás Juntas Locales del INE en los 31 estados restantes del país. Y, además, la aportación no iba a ser permanente, si acaso algunos meses tal vez. De todas maneras, la idea jamás prosperó y el consejero presidente, Lorenzo Córdova, salió con vagas respuestas y también con algo semejante, palabras más, palabras menos: “donar es algo voluntario y no tiene que ser
obligatorio”. Pues sí. El INE que había presupuestado más de 28 mil millones de pesos para organizar la elección de 2018, con las presiones y críticas recibidas por los diversos entes sociales, se portó “humano” y si acaso redujo en menos de 10 mil millones su burda pretensión. Quizá, entonces, los consejeros del INE creen que con ese “solidario” recorte a su voraz ambición, ya cumplieron con apoyar a los damnificados. ¿Qué se les puede decir? Dan, la verdad, profunda pena.

Lorenzo Córdova insiste en que ya hicieron “coperacha” entre el personal y que han juntado poco más de 600 mil pesos que, en términos reales, no alcanza siquiera para dos nuevas casas que requieran los más fregados. Tal vez para algunas despensas.

No cabe duda, hay de solidarios a solidarios. Para los consejeros del INE es más fácil seguir amasando sus propias fortunas personales, costearse suntuosas comidas en los restaurantes más caros de la Ciudad de México y comprarse relojes Rolex (en Tepito), que entregar un poco de su dinero que proviene, concretamente, de los impuestos que cada mes deben soltar millones de mexicanos; cientos, miles de ellos, ahora damnificados.

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