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Eduardo del Buey
Foto: Archivo LJM
La Jornada Maya

Martes 29 de agosto, 2017

Vi un meme en Facebook el otro día que decía: “No confundas poder con liderazgo. El sabio no necesita tener poder (sobre otros) para liderar. Muestran el camino con el ejemplo. Se enfocan en reducir el odio, la ignorancia, el enojo y el miedo. Entienden la sabiduría de ser compasivos y el poder del amor”.
Se me hizo muy relevante para el liderazgo contemporáneo.

El cambio a gobiernos más autoritarios en Estados tan ampliamente distintos como las Filipinas, Hungría, Turquía y Venezuela (ninguno de los cuales tiene una historia democrática larga y exitosa) subraya el peligro que enfrentamos cuando permitimos que los líderes ejerzan poder sobre nosotros, en vez de proveernos de liderazgo.

Una cosa es que los líderes democráticos nos guíen, regulados por leyes y procesos constitucionales; otra muy distinta es poner poder en las manos de demagogos que sólo buscan control absoluto.

Las instituciones democráticas están bajo ataque en todos estos países, y los frenos y contrapesos políticos están, ante todo, fallando.
Es triste hacer notar que los Estados Unidos, bajo el mando de Donald Trump, parece dirigirse en esta misma dirección.

La conducta del presidente Trump es la de un bully cuya única meta es el poder. No se comporta como un líder, sino como un soberano.

Ataca a aquellos que siente son más débiles que él.

Trata de imponer sus caprichos en lugar de promover una visión racional y que esté basada en los mejores consejos posibles. De hecho, ha demostrado poca comprensión del proceso de creación de políticas públicas y tuitea, en vez de construir políticas basadas en consejos expertos, y crear consensos.

Menosprecia la crítica aun cuando es constructiva.

Parece que sólo escucha a los aduladores e ignora los puntos de vistas de los expertos.

Parece querer centralizar el poder en sus propias manos, atacando al Congreso, al Poder Judicial y a los medios en un intento para restarle legitimidad a estas instituciones - claves para una democracia funcional.

Esto no es liderazgo.

Liderazgo es trazar una visión positiva, proveer ideas coherentes sobre cómo alcanzar esa visión, alentar a todos a cooperar para alcanzar esa meta, y tratar a todos los miembros del equipo con respeto.

El fundador de Microsoft, Bill Gates, ha dicho que “al mirar hacia el futuro del próximo siglo, los líderes serán aquellos que empoderen a otros”
Empoderen a otros, no a sí mismos.

Liderazgo es escuchar.

Una cosa es mentir como lo ha hecho el presidente Trump recientemente, al tuitear que había decidido excluir a la gente transgénero de las fuerzas armadas después de haberlo discutido con sus generales, sólo para ser públicamente contradicho por esos mismos generales que entonces parecían oponerse a la implementación de la decisión de Trump.

Es otra completamente distinta escuchar diversas opiniones sobre el argumento, desarrollar una línea de acción basada en el mejor consejo posible, y después sumirse de lleno en la consecución de dicho objetivo.

Esto requiere la fuerza de la humildad, el don de la persuasión, y la habilidad de poner un buen ejemplo.

No es necesario solamente enfocarse en Trump.

El presidente Erdogan, de Turquía, ha encerrado a miles de figuras opositoras, académicos, periodistas y líderes de la sociedad civil, en un intento de crear una nueva Turquía - una que se mueva en torno a él. Ha cerrado medios opositores y ha arrestado a cientos de periodistas, bajo cargos inventados. Su único objetivo ha sido eliminar cualquier vestigio de oposición a su mandato.

El partido mayoritario en el Congreso de Polonia trató de sustituir a la Suprema Corte, en un intento para asegurar que sólo el Congreso (en manos del partido gobernante) tenga control del Poder Judicial en el país. En este caso, el liderazgo de un hombre, el presidente Andrzej Duda, probó ser invaluable, debido a que vetó la ley y salvó el día, al menos por ahora.

Nicolás Maduro, de Venezuela, continúa enviando a sus matones armados a las calles del país para atacar y matar a manifestantes desarmados, mientras promueve una nueva constitución para dar poderes ilimitados a su presidencia, y eliminar toda oposición a su mandato. Continúa arrestando a sus oponentes con cargos inventados, y su recién electa Asamblea Constituyente consolidará el poder en la presidencia, sin ninguno de los frenos y contrapesos necesarios para asegurar un gobierno democrático. Venezuela ha pasado de ser el país más rico de América del Sur a convertirse en un verdadero desastre. Y sin embargo, Maduro se mantiene en la presidencia.

Todo esto subraya el hecho de que la indiferencia pública es una recompensa para la tiranía, debido a que todos aquellos que no pueden o no quieren pensar son propensos a creer todo tipo de mentiras. Los tiranos saben esto y lo utilizan para manipular.

Para tener alguna esperanza, deben al menos pasar dos cosas:

La primera es que, aquellos que estén en posición de oponerse a los líderes autoritarios lo hagan. Los parlamentos, el Poder Judicial, los medios, y la sociedad civil no deben dejarse intimidar. Y la comunidad internacional debe ejercer presión para que los posibles dictadores respeten a su electorado y a los sistemas democráticos; no deben permitirles ocultarse detrás de la soberanía nacional absoluta - un concepto del siglo XIX que se vuelve cada vez más irrelevante en un mundo globalizado. De hecho, la Resolución de Responsabilidad para Proteger de la ONU, de hace algunos años, subraya el hecho de que la soberanía nacional está limitada por los tratados y acuerdos internacionales en materia de derechos humanos.

La segunda es que otras democracias deben poner el ejemplo. Éstas deben demostrar que sus instituciones son capaces de responder a las necesidades de las mayorías y no de las minorías. Deben incorporar a los desconectados, resolver sus necesidades y crear un sentido de esperanza en el presente y en el futuro capaz de hacer frente a las soluciones fáciles propuestas normalmente por los populistas y autócratas. Justin Trudeau de Canadá, Emmanuel Macron de Francia y Angela Merkel de Alemania, todos ellos promueven las libertades individuales y el gobierno constitucional, la tolerancia y la compasión, una mejor educación, y se enfocan en los beneficios microeconómicos que emanan del crecimiento macroeconómico.

Pero la esperanza de muchos países yace sólo parcialmente en líderes como Trudeau, Macron y Merkel. También descansa en medios, un Poder Judicial, un parlamento, y partidos políticos libres e independientes, cuyos roles individuales y combinados sean los de luchar contra las tendencias autocráticas de sus líderes. Con su ausencia ganaría los autócratas.

Sin embargo, sobre todo, para asegurar el triunfo del liderazgo, es necesaria la determinación de la propia gente para no votar por los autócratas, en primer lugar, y para luchar para removerlos de los puestos de poder, antes de que empiecen a sobrepasar sus límites.

Esto requiere un electorado educado e informado - la peor pesadilla de los autócratas. La mejor defensa en contra de una autocracia en avance es una inversión sólida y continua en la educación.

Si esto faltara, todos nos enfrentaríamos al peligro de sucumbir ante populismos que adormecen la mente y las tendencias autocráticas que estos promueven.

[i]Mérida, Yucatán[/i]


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