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Giovana Jaspersen
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 26 de agosto, 2017

Siempre se nos llena la vista de futuro, desde niños crecemos pensando hacia adelante; sin embargo, con el tiempo lo lejano se mueve, se acerca, y nos muestra que el futuro sólo es medible con nosotros como referencia. Así, al tener 8 años sentimos que seremos viejos a los 20, al estar cerca de los 30 el futuro parece anclarse en los 50 y a dicha edad apenas se alcanzan a dibujar los 70 o el fin. Pero qué pasa si este fin no llega y el tiempo corre hasta ver pasar a nuestro lado lo que creíamos el futuro más remoto, y nos damos cuenta de que ese es ya también pasado.

Con el testimonio de 19 personas entre los 86 y 103 años de edad, distribuidas en diferentes países de 3 continentes, [i]Aquí sigo[/i], el más reciente documental de Lorenzo Hagerman, nos muestra un registro armónico de cómo puede ser la vida cuando se pasa incluso el futuro. Con la primera escena se forma una media sonrisa que se modula con cada testimonio sin decrecer, y no es nunca la sonrisa doliente de la compasión o la lástima, sino la de la plenitud que se respira enorme cuando nos adentramos en las diferentes historias. En la pantalla no existen quejas, dolores ni abandono, sólo la tranquilidad de haberlo hecho y la serenidad que da lograr estar aún ahí. Cada uno de quienes intervienen es tan contagioso como el otro, y de a poco nos llenan de tranquilidad, música e historias. Con mucho cuidado al andar y una enorme capacidad para contemplar, los vemos dormir y despertar, comenzar los días, cuidar árboles de limones, explicarse la relatividad del tiempo, acompañarse y celebrar su vida, estirar y frotar sus cuerpos. Gozar cada pequeña cosa que hace que sigan ahí.

Desde lo peninsular, destaca la presencia de dos yucatecos. Uno de ellos fundamental para quien quiere comprender la historia del periodismo en la región y sus actores: Don Romeo. Él, institución en Puerto Progreso y el sureste mexicano, sonríe sereno frente a la cámara contando cómo continúa trabajando a diario desde que amanece, con los primeros rayos, su máquina de escribir y las historias que publica son tanque de oxígeno y vida; como lo es él y su charla para nosotros.

Así, el documental es tanto un retrato como un manual. Muestra con ejemplos de carne, hueso y muchos años, cómo llegar, cómo continuar, cómo levantarse y andar. Bailar, ver gente y compartir, aceptar los días con sus cosas, disfrutar y escuchar a la naturaleza y lo que en ella se encierra, cuidar de los otros, ser amables, no dejar de hacer; son algunos de los caminos que según estas voces viejas llevan a la plenitud, pero al escucharlas sabemos que el manual que nos ponen sobre la mesa no es de longevidad, sino de vida. Aprender a disfrutar es la ruta de escape de la frustración y también sendero seguro hacia la satisfacción, eso es atemporal.

Si bien la vejez ha sido muy abordada desde la literatura y las artes, en pocos casos hemos disfrutado de una dicotomía tan absoluta del tiempo como en [i]Aquí sigo[/i]. El tiempo es fundamental en toda la narrativa y sus diálogos cuando los personajes recuerdan, pero al mismo tiempo ya no importa, el futuro ha pasado y esto lleva a todos los protagonistas a una libertad rotunda. Así, al filo de la vida, la percepción del tiempo es distinta ¿qué se hace con lo que nos queda cuando se sabe que ya todo es extra? ¿A dónde se lleva el último soplo de energía? La respuesta parece radicar en el disfrute, en el placer que regala la vida y la consciencia de que lo que no se haga en el momento, probablemente no se hará más. Nos enseñan lo absoluto que puede ser un “hoy que se puede” y todo lo que detrás de esa frase se esconde.

Sus historias en pantalla recuerdan también las de todos los otros que no están hoy en el cine, pero a quienes hemos visto vivir la longevidad asombrándonos a cada paso con su fuerza y lucidez, como la mujer que frente al cansancio de sus hijos y nietos decide subir todas las escalinatas de una ruina maya por tener la consciencia de que ella –a diferencia de ellos– probablemente nunca volverá a estar en ese sitio y que no se puede perder el tiempo que no tiene; o como el nonagenario que decide comenzar a escribir su cuarto libro, pues no hay que cederle su tiempo al tiempo, no hay que dejarse caer. Las lecciones así son reacción en cadena y los 19 testimonios crecen al sumarse a los casos de nuestra memoria y vida.

En [i]Aquí sigo[/i] la pantalla está desbordante de vida, aun cuando está por finalizar. Ha estado una semana en cartelera y la que viene es una nueva oportunidad de verla que no hay que dejar pasar. González Iñárritu la señaló como “una película con una humanidad radiante, que tanta falta nos hace”, habría que añadir que es una enseñanza que cuenta, sin afán aleccionador, cómo, quienes dibujamos la historia, el futuro y el final somos nosotros, en libertad.

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