Los ojos de la bestia

Manuel Alejandro Escoffié
Imagen tomada de la web
La Jornada Maya

Viernes 18 de agosto, 2017

En 1982, un guionista de veinticinco años llamado David Neumier caminaba con un amigo por la calle, cuando ambos pasaron frente al cartel de cierta película de Ridley Scott basada en cierta novela de Phillip K. Dick. ¿El titulo? [i]Blade Runner[/i]. Cuando Neumier preguntó a su amigo de qué trataba, éste respondió que era sobre “un policía que cazaba robots”. Dicha descripción simplista fue todo lo que Neumier necesitó para concebir una modificación del concepto: Un policía convertido en un robot; o al menos en un ser a medio camino entre el hombre y la máquina. Cinco años, trece millones de dólares y una dirección a cargo de Paul Verhoeven después, el resultado fue [i]Robocop[/i] (1987).

No hay que ser genio para entender por qué sería tentador hacer una comparación entre los dos filmes. Ambos gozan de una merecida reputación como exponentes de una ciencia ficción con profundo comentario social y efectos visuales que, en el contexto de su tiempo, conformaron un parteaguas en el arte de dar al público formas de “recordar” el futuro. Cada uno lidia, a su modo, con el dilema entre darle todo el beneficio de la duda a un mundo convenientemente mecanizado y querer resguardar a toda costa la poca humanidad que nos quede. Y tal como ilustra la anécdota mencionada, se puede decir que uno gestó al otro. Pero es otro vínculo entre ambos que deseo explorar. Dicho vínculo se llama [i]Cyberpunk[/i].

David Ketterer lo definió de manera sucinta: [i]“high tech, low life”[/i]. Los más sofisticados logros tecnológicos a nivel informático y cibernético, yuxtapuestos a cierto nivel de colapso en el orden social. Si la Ciencia Ficción con mayor longevidad advierte a manera de profecía sobre las consecuencias de acceder a intercambiar el espíritu humano a cambio de uno digital, el [i]cyberpunk[/i] habla de lo ocurrido tras ese pacto faustiano. Cuando es tarde para retractar la potestad de corporaciones multinacionales reemplazando al gobierno, a las leyes y a la vida misma. Cuando lo único remotamente parecido a “héroes” son los criminales, los rebeldes, disidentes, inadaptados…O haciendo honor a la segunda palabra del concepto, “punks”.

Aunque los personajes a quienes pretendo tomar como ejemplo de lo anterior distan de ser los más obvios, tanto Roy Batty (Rutger Hauer) en Blade Runner como el Alex Murphy (Peter Weller) resucitado en la forma del policía robótico de Verhoeven constituyen evidencias de que el [i]cyberpunk[/i] viene en diferentes paquetes. Si bien no presumen del cinismo que hace a sus típicos renegados más cercanos a detectives de la tradición noir como Phillip Marlowe y Mike Hammer que a Buck Rogers y Flash Gordon, su resistencia a caer de rodillas frente a poderes fuera de su control tampoco los hace menos merecedores del término.

Batty, por un lado, en calidad de replicante abrazando al máximo la vida física como forma particular de mostrarle el dedo de en medio al “retiro” que inevitablemente ha de serle impuesto tanto por Deckard (Harrison Ford), el [i]Blade Runner[/i] del título, como por su fecha de expiración. Murphy, por el otro, levantándose contra la perdida de los recuerdos de su vida humana y en pos de proteger los últimos vestigios de ella contra el sistema corporativo que lo ha programado para seguir órdenes y directrices como una marioneta. (¡ALERTA DE SPOILERS!) Al enunciar cada uno sus últimos diálogos, Batty moribundo afirmando que sus recuerdos “se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”, y Murphy refiriéndose a sí mismo por su nombre de nacimiento en vez del artificial, no hacen otra cosa más que lo mismo que Berenger; el protagonista de la obra [i]Rinoceronte[/i] (1959) de Eugenio Ionesco, cuando lucha hasta el final por no convertirse en bestia mientras grita a los cuatro vientos: “!Aún no he capitulado!”: Desafían la idea de que no están hechos de algo trascendente. En un mundo cada vez más peligrosamente parecido al de ambos filmes, quizás sean mucho más “punks” de lo que pudiera pensarse a simple vista.