Joan Serra Montagut
Foto: cortesía
La Jornada Maya
Viernes 18 de agosto, 2017
“Mi inocencia no es tu arma. Mi ciudad no es un campo de batalla. Mi exilio no es decisión tuya. Mi supervivencia no es tu derrota. Mi ayuda no es una amenaza. Mi dignidad no es tu venganza”. De este modo, las Naciones Unidas recuerdan, en el marco del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria (19 de agosto), que los civiles no somos un objetivo. Nunca deberían serlo, a pesar de que, tristemente, la realidad es una contradicción constante y macabra a esta voluntad que parece casi imposible en un mundo donde la paz aún es una utopía para millones de personas.
[i]Los civiles no son un objetivo[/i] es el lema de la campaña de este año, que coincide con el atentado que acaba de sufrir la ciudad de Barcelona, capital del Mediterráneo, en plena época vacacional, y cuando hay más turistas en las calles de esta bella ciudad. Otra vez el terror vuelve a demostrar que puede vencer en cualquier momento. Otra vez el terror nos demuestra que tiene muchos rostros distintos; desde un gobernante corrupto que no tiene límites hasta un individuo cegado por obcecadas ideas extremistas.
Barcelona es mi ciudad. Ahí nací. Ahí crecí y me desarrollé como persona. Todos los recuerdos bonitos de mi infancia me transportan hasta las calles angostas del barrio Gótico, hasta las vistas panorámicas de esta urbe que besa el mar y la montaña a la vez, hasta las tiernas comidas familiares y las divertidas y añoradas salidas nocturnas con los amigos. Ahí están muchos de los seres que más quiero y ahí están asentadas mis raíces. El atentado en Barcelona, que he recibido personalmente como un ataque a mis raíces y a todo lo anterior, sea quien sea el autor, sea cual sea la motivación que ha llevado a las personas culpables del crimen a atropellar de manera intempestiva e inclemente a decenas de personas, como ya ocurrió con anterioridad en otras ciudades, nos debe hacer reflexionar acerca de lo que no estamos haciendo bien.
Cada día, decenas de espacios urbanos en el planeta son asediados por el odio y la mezquindad. Cada día, la maldad humana, atroz y abominable cuando no tiene explicación, destroza vidas y sueños. Aterroriza y nos recuerda que aún, como humanidad, tenemos muchos deberes pendientes. Muchas responsabilidad aún por apropiarnos y muchos derechos por los cuales trabajar intensamente. Permítanme, en esta breve columna, recordar a todas las víctimas que han perecido en este atentado y en todos los atentados cometidos por el terror global y, sobre todo, recordar a todos aquellos que perecen a diario en ciudades sin nombre, olvidadas por las plataformas mediáticas, que difícilmente lograrán sanar sus heridas. Por último, permítanme también recordar y perdonar a todos los verdugos que no tuvieron la oportunidad, seguramente, de crecer en paz y de creer que sus sueños se podían hacer realidad.
Trabajemos intensamente, en colectivo, por una humanidad hermanada y solidaria y por los medios que deben permitir que aflore una nueva realidad, una nueva consciencia de amor y de paz. Trabajemos para que ningún ser humano más sienta que es dueño del destino de otros seres humanos. Trabajemos para que los civiles no seamos nunca más objetivo del terror. Trabajemos por una educación igualitaria que nos permita a todos crecer en igualdad de condiciones y de oportunidades. Solamente con el conocimiento podremos frenar el terror. Solamente con la luz podremos vencer la oscuridad. La lectura consciente y la escritura son motores de transformación y de paz y desde el Proyecto Ja’ab y desde SOM Editorial Colectiva estamos convencidos de ello. Sigamos trabajando porque aún hay mucho por hacer.
*Coordinador de SOM Editorial Colectiva y del Proyecto Ja’ab
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Se reportan también cinco personas heridas; sin determinar, la naturaleza del artefacto usado en el atentado
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