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Jhonny Brea
Foto: Fernando Eloy
La Jornada Maya

Miércoles 26 de julio, 2017

Nada muestra de manera tan clara cómo el monumento de la vida es un péndulo, como la llegada del verano. Cuando uno es niño espera con ansiedad las vacaciones; el resto, nos tenemos que debatir entre cuántos días se tienen disponibles para pasarlos con la familia, solucionar alguna crisis en casa –que siempre aparecen cuando uno está en plan de relajarse –y qué hacer con los rapaces el resto del tiempo.

Para quienes no se han dado cuenta, el universo manda señales de que el verano puede ser desastroso, y esto viene desde los preparativos para las festividades de fin de cursos, días en los que puede ocurrir cualquier calamidad en las compras, por ejemplo, de cualquier detalle que haga falta en los trajes del festival.

Si existe el infierno para el macho alfa, éste sin duda incluye un periplo buscando algún detalle en las mercerías de Mérida. Como podrán comprender, hace unos días La [i]Xtabay [/i]me encargó conseguir una canasta que debía ser decorada con flores (artificiales), que La [i]Cutusa [/i]debía usar en su festival. Ustedes saben, las labores propias de mi sexo.

La tarea, por supuesto, requería una buena caminata por el Centro, y estar preparado para esquivar bocinas de los comercios que, en mi caso, sirven para espantar a posibles compradores. La primera a la que entré, en el pasaje Emilio Seijo, estaba lleno de señoras de la tercera edad aprendiendo bordado y manualidades. Ahí la dependiente, muy cortés, preguntó “¿qué busca, joven?”… Seguramente le llama joven a todos los menores de 60 años. El caso es que las canastas que tenían son del tamaño de una taza de té, que no era lo que necesitaba.

La segunda a la que fui, contraesquina de lo que será el palacio de la música, tiene todo en exhibición. Ahí vi una en 200 pesos, cosa que pasaba por mucho mi presupuesto. Muy bonita, de madera, pero con las flores iba a costar casi lo mismo que el vestido. Me dirigí entonces a una con varias sucursales, sobre la 58.

Había escuchado que en este lugar las encargadas lo atienden a uno con muy mala cara. Parece que es política de la empresa. Apenas dije que necesitaba una canasta, la respuesta de la señora del mostrador fue un rotundo “no”, sin mirarme, ni despegar la vista del aparador. Me sentí sexualmente discriminado.

Desanimado, entré al Grillón, a fin de rehidratarme y repasar las opciones que me quedaban. Como buen macho omega grasa en pecho, espalda peluda, abdomen de lavadora, nalga pateada, tenía que recurrir a la paciencia. Tras dos sorbos a mi cerveza, llegó la luz a mi entendimiento. “Esto lo encuentro en los portales del mercado”. Efectivamente, sin mayor esfuerzo y por 40 pesos, hallé lo que necesitaba. Además el señor que me vendió el hallazgo me chismeó que las coloridas canastas de Halachó están en peligro de extinción porque se está acabando la palma de huano. En fin, unos minutos agradables. Ya con la compra y con sensación de haber concluido la misión con éxito, me dispuse a regresar triunfante a casa.

“¿Qué es eso?” Me recibió La [i]Xtabay[/i]. “¡Te encargué algo bonito, no friegues! ¡Jala, a comprar las flores en la tienda de decoración!" Las méndigas flores me salieron en 200 pesos. Hubiera comprado mejor unos girasoles naturales. Ahora tengo una canasta decorada, sin ocupación.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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