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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Infolliteras
La Jornada Maya

Martes 25 de julio, 2017


El comisario de Cholul acumula al menos 20 oficios solicitando topes para reducir la velocidad en diversas calles de la comisaría de Mérida, cada día más conflictiva y peligrosa. Esos oficios que deben seguir un laberíntico curso, a través de dependencias municipales y estatales, no han tenido respuesta de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP); última instancia que debe autorizar su construcción. Hablamos de dos años de pedir que se construyan topes, pasos peatonales, que se instalen semáforos, que se repare la ciclovía, conexión de la comisaría con el periférico, que se tapen baches y repavimente la vieja carretera a Cholul (en deplorable y peligrosísimo estado), que se instalen señales de tráfico y… ¡nada! Sin contar las solicitudes de anteriores comisarios, hablamos de una inacabable sordera de las autoridades, particularmente de la SSP y de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.

En un crucero, entre las comisarías de Cholul y Sitpach, tras varios muertos, heridos y numerosos accidentes y el cierre, por lo menos en tres ocasiones, de la carretera a Conkal, por parte de ciudadanos hartos de la inseguridad, la SSP decidió instalar un semáforo, que no funciona. Hace dos meses que lo instaló pero únicamente parpadea; el riesgo para peatones, escolares, ciclistas y mototaxis, es permanente.

La misma comisaría padece problemas muy severos de inseguridad vial. La llegada de nuevos habitantes, la mayoría con autos, muchas veces de grandes dimensiones, ha provocado no sólo la saturación de las vialidades en las horas pico, sino el aumento de accidentes, inclusive mortales.

El riesgo para los niños cuando salen de clases, para madres y padres de familia que circulan en bicicleta, a pie o en mototaxi, es cotidiano. Pero las autoridades, no ven ni oyen. Mientras tanto, se autorizan más casas, nuevos fraccionamientos dentro de Cholul.

Eso sí, tras más de un año de solicitar al comisario Cholul un tope, me dio el permiso de hacerlo, instalando conos naranja en la calle 21; pero llegó la policía estatal y me dijo que debía quitarlo de inmediato, o me llevarían detenido.

Yo estaba en el entendido de que el comisario había hecho el trámite; claro, no contaba con que un influyente a bordo de una camioneta blindada blanca, intentó pasar cuando estábamos construyendo el tope; enardecido por no poder hacerlo a toda velocidad, insultó a los obreros y se marchó, para después hacer el reporte a la SSP. Y entonces la magia se hizo: una patrulla de la policía apareció de inmediato para exigir el retiro del peligroso tope que amenazaba a la comunidad de los conductores que circulan por la comisaría sin que nadie les diga ni pío.

El comandante a cargo amenazó con mi arresto por destruir las vías de comunicación, ante mi negativa a quitarlo. Si vemos la calle en la que vivo, llena de baches y destruida desde hace 10 años, cuando se introdujo el agua potable, el argumento de que había destruido la vialidad, mueve a risa loca.

Al final, todo se solucionó quitando el tope. En la calle, reinan los conductores y la inseguridad vial. Éste es sólo un ejemplo; hay muchos más. En toda la ciudad se padece la misma problemática mientras en la SSP reina un burocratismo ancestral y la sordera, a pesar del famoso Escudo Yucatán y de la supuesta cercanía de la policía con los ciudadanos. En mi caso, jamás había visto por la calle en la que vivo al comandante que se apareció para aplicar la ley. Conocidos nos comentan de problemáticas semejantes en numerosas zonas de Mérida, consecuencia del crecimiento de la ciudad y del parque vehicular que nos está llevando al desastre y a la pérdida, no sólo de calidad de vida, sino de la convivencia pacífica.

Mientras la SSP exige que se quiten topes instalados por vecinos, sus patrulleros no pueden controlar la velocidad de los autos en la ciudad. Esa es la realidad, como lo es el número creciente de ciclistas atropellados, de motociclistas muertos. Los accidentes mortales en la ciudad no paran, pero no hay soluciones de la autoridad, ante la falta de colaboración de muchos ciudadanos.

Eso sí, un tope es un grave delito que perseguir, mientras permanecen impunes quienes arrojaron ácido en las calles de Mérida, dañando gravemente vialidades nuevas, recién pavimentadas. Esa es la manera de entender la justicia en el Yucatán. Están advertidos.


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