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del

Sebastián Eddowes*
Foto: cortesía
La Jornada Maya

Lima, Perú
Miércoles 5 de julio, 2017

Perú es un país conservador y homofóbico, quizás lo ha sido siempre. Autores como Giuseppe Campuzano afirman que así es desde la época colonial, porque antes, la ambigüedad sexual era parte de la vida. La cultura Moche, del norte del Perú, desde la Conquista, realizaba ceremonias que representaban encuentros carnales y en más de una de las representaciones que nos han legado, se ven prácticas homosexuales. Pero la Conquista devastó nuestras culturas originarias, y entre sus millones de consecuencias nefastas tenemos hoy un terror a cualquier escape del binarismo heterosexual. Si tu cuerpo y lo que haces con él es ligeramente distinto a lo que te dicen que deberías, entras en un terreno minado donde pueden hasta matarte. Debiera ser impensable que lo que hagas en tu cama (u otros lugares, si nos ponemos creativos) pueda ser una ofensa tan inmensa para los otros. Si tu cuerpo transita lugares prohibidos, habrá quienes traducirán su propia represión en violencia.

Este panorama no es exclusivo de nuestro terruño. Vivimos en países donde ya es moneda común el discurso de odio contra la libertad. Aún hay que seguir trabajando. En este contexto, donde cambia todo tan rápido, que a veces no recordamos quienes fuimos ayer, se hace fundamental seguir hablando, diciendo, avanzando y abrazando esta transformación. Todavía, creo, podemos tener una fe terca en que el mundo puede ser más justo.

En este contexto, en mi país se acaba de llevar a cabo, de manera totalmente autogestionada por Vodevil Producciones (el apoyo al teatro en el Perú tiende a ser una utopía) el Festival Internacional de Artes Escénicas por la Diversidad, (FIAED). Es una hazaña, más aún recordando que nuestro gran festival estatal fue cerrado por un alcalde ineficiente y corrupto, Luis Castañeda Lossio, y que hoy andamos algo huérfanos de fiestas teatrales. Y no se trata de cualquier festival. El FIAED está enfocado en la diversidad sexual, en los cuerpos que se salen de la norma y en prácticas que se siguen percibiendo como turbias, pese a ser profundamente humanas.

El FIAED nos ha regalado el privilegio de ver obras de nuestra patria y de otras patrias hermanas. (Tuve la suerte de que se programara mi obra Una historia de (poli) amor). Países como Brasil, Colombia, México y USA nos visitaron para enriquecer nuestros universos y poder intercambiar miradas. Pero este breve texto quiere centrarse en la propuesta de un grupo mexicano, Murmurante Teatro.

Murmurante es un grupo de teatro de Mérida, Yucatán, fundado en el 2008, cuyas preocupaciones centrales radican en la investigación escénica y el enfoque social de su trabajo. Ariadna Medina y Juan de Dios Rath, directores y fundadores de la Compañía, en esta oportunidad, llegaron con un trabajo fantástico bajo el brazo: [i]Las constelaciones del deseo[/i].

Las Constelaciones no son teatro, no son performance, no son trabajo académico, no son videoarte, sino quizás algo intermedio entre todo ello. No sabría cómo llamarlo, pero a veces no es necesario nombrarlo todo. Es un recorrido que se centra sobre la noción de la identidad desde su enfoque sexogenérico y busca problematizar quiénes somos, cómo nos identificamos, cómo nos construimos y cómo nos observamos. Así, se suceden entrevistas (que serán editadas durante la sesión para mostrarlas al final), performance, artes plásticas y textos diversos, que desembocan todos en un conversatorio final donde el público, los Murmurantes y los invitados pueden debatir sobre lo experimentado. Es, así, un artefacto brutal para operar sobre el público y sus concepciones. Señalar las heridas para poder mirarlas de nuevo.

La experiencia aquí fue particularmente interesante. Primero, porque el público y los invitados nos enfrentábamos a una creación que no podíamos comprender y que, sin embargo, queríamos descubrir. ¿No será lo mismo con los nuevos intersticios de la sexualidad, que no entendemos pero podemos reformular? Quizás aquí forma y fondo se nutren mutuamente para disparar su discurso. Los invitados fueron dos mujeres trans, un hombre trans y una persona de género no binario que se enuncia a sí mismo como maricón. Discutimos sobre raza, discriminación, identidad y sobre cómo aquello que tenemos entre las piernas nos construye como sujetos sociales. El Perú es un país complejo, como todos en Latinoamérica, y las palabras que salían se enunciaban con fuerza: para sobrevivir en estas tierras hay que aprender a confrontar, quizás a hacerse más fuerte que quien te agrede.

El momento quizás más interesante fue la intervención de un hombre que se enunció a sí mismo como cristiano. Dijo que había ido a intentar entender un universo ajeno al suyo. Esto es interesantísimo, porque mucha de la violencia institucional proviene o se legitima desde la institución religiosa o la religión. El hombre afirmó que podía entender y respetar mejor, pero que no entendía la necesidad del escándalo.

La discusión, sin embargo, insistió en que llamamos escándalo a todo aquello que salga de los moldes establecidos de construcción identitaria. Cuando dejamos de comportarnos como la norma nos dice que lo hagamos y empezamos a abundar en color, en ruido, en baile, en lentejuelas. La mesa y la audiencia pudieron resignificar el concepto de escándalo mediante la intervención. La sociedad que tenemos es, hay que decirlo, miserable, violenta, homofóbica, rechaza la diferencia y asesina a sus integrantes más vulnerables. Defender a la sociedad tal como se nos presenta, puede llegar a ser una apología de todas estas miserias y, sin embargo, responder con violencia tampoco es una solución coherente.

Pero quizás sí podamos responder con escándalo. No es suficiente pero es necesario. Gracias, Murmurantes, por venir, encontrarnos y articularnos de aquí y de allá. Así, cuando el escándalo se haga presente, seremos más haciendo bulla.

*Licenciado en Filosofía por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya de Lima, Perú. Se formó en artes escénicas con grupos como Yuyachkani (Perú), Malayerba (Ecuador) y Nordisk Friteater (Noruega), además de maestros como Mariana de Althaus, Claudia Sacha, entre otros. Actualmente, enseña Filosofía en la Universidad Ruiz de Montoya y en el colegio La Casa de Cartón. Una historia de (poli)amor) obra de su autoría fue presentada en el FIAED 2017.


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