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del

Manuel Alejandro Escoffié
Foto tomada de la web
La Jornada Maya

Viernes 16 de junio, 2017



Agosto de 1992. El Cine Colón (hoy FORO CINE COLÓN) sobre la calle 72 de la ciudad de Mérida. No recuerdo la fecha exacta, pero de lo que estoy seguro es que fue de noche, era verano y quien estas mismas líneas escribe se encontraba en vacaciones escolares. En esa ocasión fue mi tía materna, junto a su recién marido, quien se ofreció para acompañarme en calidad de guardián a lo que, horas después, terminó siendo para ellos una experiencia decepcionante; ya no decir deprimente. Lo cual me lleva al recuerdo más fresco de los que conservo: el rictus de disgusto, confusión y estupefacción en sus rostros; al igual que en el de todos quienes salían de la sala. Habían pagado por una secuela de superhéroes. Pero Tim Burton se encargó de darles más por su dinero. Mucho más. Algunos dirían que demasiado.

Durante aquel verano, próximo a cinco lustros la semana que viene, el mismo [i]shock [/i]se vio dibujado no solamente en el rostro de espectadores en mi ciudad o en el mundo, sino en el de toda una generación de ejecutivos y asesores de [i]marketing [/i]en Warner Bros. He tratado muchas veces de imaginar lo increíblemente desesperados que han de haber estado por mantener a Burton pegado a la silla del director tras las astronómicas proporciones del éxito perpetuado por [i]Batman [/i](1989). Dicho filme demostró que este joven larguirucho, greñudo y de mirada perdida tenía ALGO. Algo que ninguno de ellos era particularmente inteligente para entender o definir, pero que debían luchar por conservar en aras del futuro económico de lo que apenas se empezaba a llamar franquicia. A juzgar por el resultado, Burton parecía consciente de la rara ventaja en la cual todo esto lo colocaba. Ni una pistola en la cabeza le hubiese animado a filmar una secuela después de la frustración profesional vivida mientras realizaba la primera parte. Por otro lado, dicha desesperación ejecutiva era una irresistible oportunidad para enseñarle a Hollywood a tener cuidado con lo que pide a gritos. Si querían un Batman de acuerdo a la visión de Tim Burton, él se los daría. Y se los daría con saña.

Pese a lo que apologistas tanto de DC comics como de Burton racionalicen, [i]Batman Regresa[/i] (1992) no merece ser vista como una película formal sobre el enmascarado de Bob Kane y Bill Finger por el simple motivo de parecer empeñada en sabotear dicha percepción. Burton y el guionista Daniel Waters regalan en unas generosas (obscenas) cantidades lo que en tiempos de sagas mercadológicamente obsesionadas con la continuidad en relación a su fuente de origen sería visto como blasfemia financiera: un filme “de autor” de 80 millones de dólares en el cual el vínculo más tangible (por no decir que el único) entre los personajes y sus homólogos de la historieta son sus nombres. Donde las referencias a lo acontecido en su predecesora son muy circunstanciales para tomarse en serio. Donde, aunque Batman figura en el título mismo, se limita a hacer acto de presencia en unas cuantas escenas para asesinar sádicamente a delincuentes (violando de esa forma un notorio dogma del cómic). Donde es más fácil recordar a Danny DeVito vomitando sangre negra o a Michelle Pfeiffer metiéndose un canario vivo a la boca que a la trama en sí. En pocas palabras, una “secuela” sin otro propósito que servir como un patio de juegos en el cual Burton destape la caja de pandora en su subconsciente para dejar correr sin supervisión a las vivas representaciones de sus obsesiones (fenómenos de circo, dualidad, navidades, expresionismo alemán). Y si alguien duda que un [i]blockbuster [/i]veraniego cuya secuencia inicial culmina en un intento de infanticidio sea una pesadilla de relaciones públicas, que le pregunte a McDonald’s.

Batman Regresa encarna una fascinante paradoja que no hemos tenido ni volveremos a tener. La paradoja de que tal ansia de taquilla de lugar a tal imaginación. De que, en nombre de la codicia, se le permita salir al murciélago de su jaula y se pierda todo control sobre él.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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