Tabacón B. Linus
Foto: Notimex
La Jornada Maya
Lunes 5 de junio, 2017
La transición democrática en México jamás estará completa sin el triunfo de la izquierda. No puede haber verdadera transición democrática a nivel nacional, si simplemente pasamos del monopolio priísta al duopolio PRI-PAN.
Sin un viaje a la izquierda del espectro político, la democratización en México siempre será incompleta, y la nuestra una democracia siempre luchando por legitimarse.
Es claro que la culpa de esta transición incompleta la tiene la [i]mafia en el poder[/i], así como aquellos intereses a los que la izquierda no sólo espanta, sino aterra. Sin embargo, la mayor culpa es del mesianismo, del personalismo y del culto al carisma; es culpa de Andrés Manuel López Obrador.
En México hay una mayoría de izquierda; se nota en cada elección, se nota en las elecciones estatales de las entidades más pobladas, pero no hay una mayoría lópezobradorista. Y las dos cosas son muy diferentes.
El Edomex hubiera sido pan comido para la izquierda, sin el ingrediente eternamente divisionista y absolutista de Andrés Manuel López Obrador. La izquierda hubiera ganado por mayoría absoluta.
Claro que hay sed de gobiernos progresistas, que redistribuyan la riqueza y barran con el binomio PRI-PAN, una dupla que empieza a ser de gemelos asociados, hermanados por intereses públicos e intereses oscuros, por acuerdos aceptables o pactos inconfesables. La transición entre el PRI y el PAN es una charada, porque se parecen tanto que hasta están emparentados en familias y negocios.
México necesita un triunfo de la izquierda, porque urge que se sacudan las cosas. Urge una izquierda que llame a cuentas a la centro-derecha que mal gobierna al país, que ha hecho que el nuestro esté a punto de ser un Estado fallido, y el verdadero obstáculo es una sola persona sin generosidad con México y su evolución histórica.
El peor enemigo de la izquierda es Andrés Manuel López Obrador. Sí, él, nadie más.
El enemigo del cambio es él, no Peña y sus secuaces. Él, Andrés Manuel, rompe los números en la izquierda, hace imposible la suma crítica de los vanguardistas. Con un poco de generosidad patriótica, Andrés Manuel hace mucho que hubiera permitido que la izquierda ganara cómodamente o, por lo menos, el 2018 sería una victoria casi segura.
El Edomex es el reflejo de eso. Hay una abrumadora mayoría de izquierda, que se convirtió en una mayoría cardiaca. La izquierda suma más que la derecha, pero dividida, se juega todo en el límite.
Es tiempo de decirlo y decirlo y luego volverlo a decir. México es de izquierda, pero la izquierda no es López Obrador, él no es el Luis XIV de la visión de avanzada en México. Es cierto, él no es la [i]mafia en el poder[/i], él no es Salinas, él no ha saqueado al país, pero de tanto combatir a esos lobos, ya se parece demasiado a ellos.
Andrés Manuel ya cumplió su ciclo con nuestra nación; ahora con un poco de amor por México, con preocupación sincera por los cambios que urgen, él podría abrir el paso a nuevos valores y liderazgos, y entonces el país completaría felizmente su transición democrática.
La mayoría ciudadana es clara, sólida y contundente. Este país no es de derecha, ni neoliberal (uno no se cansa de repetirlo); este México es progresista, solidario, generoso, joven, dueño de su historia.
Andrés Manuel está del lado correcto de la historia nacional, pero eso no lo hace dueño de ese lado.
Andrés Manuel es de izquierda, pero la izquierda que es mayoría, es mucho más que Andrés Manuel. La izquierda le debe mucho, pero es tiempo que él le abra la puerta a otro tiempo y otros nombres.
Los números del Edomex lo prueban, la victoria pudo ser apabullante.
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