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del

Fernando del Moral
Foto: Secretaría de Cultura de Jalisco
La Jornada Maya

Jueves 18 de mayo, 2017

Como si la viéramos proyectada en una pantalla, la naturaleza del paisaje se impone a la vista. Desde cualquier ángulo, los ojos de quien la mira encuentran su horizonte. Y éste no es otro que el de la vida que transcurre en esta parte del mundo. Aquí donde la tierra encontró, con el agua y el sol, el equilibrio acogedor para quienes llegaron.

El camino de la vida es como un río pródigo en historias a contar. La de Candelaria y su gente es una de ellas. Pero no es una historia cualquiera, como ésas que se acumulan como un montón de hojas secas caídas que el aire puede dispersar. Al contrario, es la historia de las mujeres y los hombres que plantaron sus vidas como árboles en esta tierra con el fin de crecer en ella.

Cuando llegaron en 1963 los 500 campesinos de Coahuila y Durango, y luego sus familias por aquél largo viaje en ferrocarril desde Torreón en 1964, a crear con su esforzado trabajo nuevos centros de población junto al río Candelaria, fue un acontecimiento sobre el cual se pensó hacer una película cuyos personajes estarían basados en los perfiles populares de sus protagonistas.

Una historia con cierta épica no sólo por demostrar que podía haber una alternativa de vida digna para quienes estaban en la pobreza extrema en sus lugares de origen, sino para demostrar también que una migración planeada podía ser posible para poner en marcha un proyecto social y económico en un lugar donde no lo había para progresar, e impulsar así el desarrollo regional del país, en este caso en el sur de Campeche.

Tocó a Ramón Rubín (Mazatlán, 1912), un autor notable por su narrativa en [i]Cuentos del medio rural[/i] (1942), [i]Cuentos mestizos de México[/i] (1947 y 1949, cuatro volúmenes) y [i]La bruma lo vuelve azul[/i] (1953), entre sus obras destacadas, ser el escritor del que conoceríamos, tiempo después de publicada, una línea argumental de la película que se pretendió filmar sobre Candelaria bajo el título de [i]Río inmóvil[/i] (Secretaría de Cultura de Jalisco, 1992). Esta línea argumental sería la base para el guión cinematográfico que le daría sustento, y nadie mejor que su autor puede referir cómo llegó a ella, citándolo en sus propias palabras, más adelante.

Como aquellos escritores y cineastas que saben apreciar la experiencia de andar por la tierra de lo que buscan contar, antes de emprender el viaje a Candelaria, Rubín había caminado y visto el polvoso y árido entorno de los parajes alrededor de Torreón. “Y el contacto con la miseria por la que pasaban esos grupos de depauperados campesinos me impresionó vivamente.

“Los que se habían inscrito en la expedición eran todos hombres relativamente jóvenes con familia, sin tierras que cultivar. Ya no habían alcanzado parcela en el reparto agrario, y después de seis años de sequía en que la miseria general se había ido consolidando, tenían perdida la posibilidad de vivir de pequeñas buscas o al arrimo de sus empobrecidos parientes, se hallaban en los últimos extremos del hambre, visiblemente afectados por manifestaciones de la pelagra y otros estragos orgánicos producto de la anemia y carecían de agua hasta para mitigar la sed, ya no digamos para asearse la cara y lavar sus ropas”.

También refiere que vio “(…) a los perros famélicos, tan debilitados por las hambres que el ventarrón de las tardes los empujaba de lado derribándolos, levantándolos en vilo y llevándoselos contra su voluntad de un lado a otro (…)”.

Rubín hizo el viaje de Torreón a Candelaria entre los campesinos como un pasajero más, y fue testigo de sus miradas de asombro ante la cambiante geografía que les iba revelando el vaso rebosante en agua y selva del sureste mexicano. Pasó un mes conviviendo con ellos en las colonias que empezaron a establecer en la ribera del río. Todo eso le sirvió para escribir la línea argumental de El [i]río inmóvil[/i], título que así quedó en el proceso de la escritura de una película que, por diferentes causas, contrarias a la voluntad de sus promotores, no llegó a filmarse de acuerdo al proyecto original, con actores y como una película de ficción.

El testimonio de Ramón Rubín contenido en [i]El río inmóvil[/i] está en dos partes: [i]La realidad[/i], en donde detalla su participación en el proyecto de la película con quienes la impulsaron, y [i]La ficción[/i], que es la línea argumental donde destaca un acercamiento lo más auténtico posible hacia sus personajes y el uso de un lenguaje propio de la gente del campo. Al respecto, él precisa:

“Infortunadamente, han pasado veinte años cuando decido dar a la publicación esta transcripción de mi versión original de aquel asunto y no conservo copia alguna de la que presenté primeramente a los productores. De modo que me veo obligado a utilizar el borrador de un primer tratamiento que para la adaptación cinematográfica hice con [Emilio] Carballido. Y aunque éste se ciña fiel y celosamente a la línea de mi historia, es muy probable que en él vaya alguna pequeña modificación, [i]gag[/i] o sugerencia de las que él propuso y debí, por su tino y oportunidad, reconocer”.

Lo que escribió Rubín tiene un trazo realista, está centrado en la condición humana de sus protagonistas y las apremiantes necesidades que los mueven y motivan. Hay respeto y honestidad por parte del autor para poner en el lugar que le corresponde a cada quién, por lo cual es de reconocer la congruencia que lo distinguió a lo largo de su vida y obra. Sin embargo, cuando publicó su testimonio en [i]El río inmóvil[/i], hubiera sido deseable que tuviera información fidedigna sobre lo que pasó después en Candelaria, en el sentido de que el proyecto de colonización no fue un fracaso.

Si la película no pasó del papel a las pantallas fue porque se le impusieron al proyecto condiciones financieras que la hicieron inviable por parte de un sistema cinematográfico oficial de producción, distribución y exhibición, viciado de origen, donde cualquier película fuera de este sistema estaba condenada a no recuperar su inversión. Quedaba la opción de hacer una película documental. Pero ésa es otra historia.

[i]Ciudad de México[/i]


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