Jhonny Brea
Foto: comunicación CESCTM
La Jornada Maya
Jueves 11 de mayo, 2017
“¿Y mi tarjeta de regalo de Liverpool?”, me preguntó [i]La Xtabay[/i] mientras me encargaba de limpiar el refrigerador con bicarbonato. Ya saben, las labores propias de mi sexo.
[i]¡Way![/i] Como podrán imaginar, en ese momento se me cayó el cajón de las verduras y por poco me golpeo con la puerta del congelador. El plan de regalos de mi adorada la incluía a ella y a mi suegra, además de mi propia progenitora.
En ese momento, sólo se me ocurrió parafrasear al general Anaya: “Si tuviera sueldo de diputado ecologista, hasta una casa te regalo”, contesté. Pero bueno, como ni a [i]chan[/i] diputado llego, no hay obsequio programado, menos para más de uno. Y, con el dolor de mi corazón, mi madre tiene preferencia el 10 de mayo.
Si hay una fiesta en la que no hay equidad es precisamente el Día de la Madre. Permítanme explicarme:
En el Día de la Madre, las escuelas suelen tener festivales y los niños llevan algún regalo previamente pagado por yurstruli. Algunos colegios ofrecen desayunos o cenas a las mamás. Eso no me lo cuentan.
En las dependencias, “se autoriza” a las que son mamás, por lo menos, a medio día de jornada. Alguna vez trabajé en una biblioteca y el 10 de mayo era un suplicio para los varones, pues llegaba la orden de retirar a todas las mujeres (independientemente de si tenían hijos) a las 12 del día. El servicio al público tenía que continuar seis horas más, en todas las áreas –y algunas eran atendidas sólo por personal femenino – pero sólo con el 40 por ciento del personal. Obvio, los hombres terminábamos yendo a felicitar a nuestras respectivas hasta terminar el horario laboral.
Pero mientras, [i]La Xtabay[/i] guardaba un silencio que sólo puede interpretarse de una manera: “Respuesta equivocada. Tienes una sola oportunidad antes de que arda Troya”, así que había que ordenar la mente para hacer una oferta que fuera una opción válida para ella y para mi cartera.
“Corazón, ten en cuenta que la quincena pasada fue el Día del Niño y quedamos en que valía la pena festejar a [i]La Cutusa[/i] y [i]El Kisín[/i] porque salieron bien en sus exámenes. Además, el día me lo voy a pasar trabajando; no me van a retirar temprano”, intenté defenderme.
Todavía intenté hacerle una oferta: juntar a nuestras madres para ir a brindar, o que escogiera la receta de Chichí Lupe que se le antojara y yo veía cómo prepararla.
“Pero te encargas de hacer las compras, lavar la estufa, barrer, sacudir y trapear la sala y el comedor y después lavar los platos”, me puso como condición. “Como siempre lo hago”, afirmé con mi aplomo de macho omega, grasa en pecho, espalda peluda, nalga plana, abdomen de lavadora y bebedor de cerveza light.
“¿Y mi regalo?”, insistió mi adorada.
“Puedes ir a un festival del Ayuntamiento o de Panchito Torres”, alcancé a decir, antes de que los primeros acordes de [i]Señora, señora[/i] salieran de su celular.
[i]Mérida, Yucatán[/i]
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