Yucatán, detrás del maquillaje

Rene Ramírez Benitez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 26 de abril, 2017


A donde quiera que voy, ya sea una mesa de café con amigos o conocidos, una conferencia o actividad académica, las personas que viven en Yucatán o tienen conocimiento de esta entidad, hacen referencia a una tranquilidad intrínseca a esta tierra. Se hacen ejercicios nostálgicos del pasado y se concluye con la típica frase local: “en Yucatán (o en Mérida) no pasa nada”. Se perpetúa la premisa de vivir en un oasis ante el mar de inseguridad o caos nacional. Que Yucatán es aquel donde los problemas son cosas inventadas por un sector que vive en la amargura e inconformidad cotidiana dicen algunos.

Sin duda, Yucatán es un buen lugar para vivir, pero ello no lo exime de sufrir situaciones preocupantes. Sí, nuestro estado vive una realidad diferente a la de otras entidades federativas; sin embargo, seguimos viviendo en el país donde el Estado de Derecho es una ilusión, la democracia es una promesa incumplida y las instituciones y leyes han sido pervertidas, a modo de aquellos con poder y privilegios. Frente a este panorama nacional, cuando esa premisa la repite el sector social que se supone crítico, lo convierte en una reproducción de la clase política, pues es una forma de legitimar su inacción.

Los datos están ahí, latentes ante el velo de la ignorancia autoinflingida. De acuerdo con datos del Inegi, Yucatán es la cuarta entidad nacional con mayor índice de suicidios, derivados de problemas de depresión, que afecta en su mayoría a jóvenes. El Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades, sitúa a Yucatán como el noveno estado con mayor incidencia en violencia intrafamiliar. Un tipo de violencia que resulta mortal en muchas ocasiones, y tiene como principales víctimas a mujeres. Sobre el tema de la desigualdad, de conformidad con datos del Coneval, nuestra entidad tiene un grado alto de rezago social. Muchas familias yucatecas no gozan de servicios públicos básicos y fundamentales para su buen desarrollo, y muchas de esas familias son indígenas. Cómo dejar a un lado el tema de la discriminación, cuando 6 de cada 10 personas en la entidad son de origen maya; cuestión que deja en claro la importancia no solo aritmética sino cultural y humana de este gran sector de nuestra población, personas que son la conexión más cercana con nuestro pasado y futuro. Sin embargo, según datos de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Yucatán en el año 2014, el 67 por ciento de las personas mayahablantes sufrieron algún tipo de discriminación. Esto desemboca en una marginación institucionalizada en temas de salud, educación y vivienda, entre otros. Son alarmantes los recientes casos de feminicidios.

Dato tras dato, estadística tras estadística, reflejan que las cosas en Yucatán no son para celebrar; se trata de personas que sufren y viven en condiciones precarias, detrás del maquillaje y la indiferencia social. Es triste ver como se insiste en volver a esta tierra la aguja en el pajar. La utopía mexicana. No vivimos como en muchos estados del norte o centro del país, porque lo que sucede en Yucatán es ocultado. El estado donde “no pasa nada”, sabemos que sucede, y mucho. Una buena sociedad se construye con la empatía y la lucha colectiva. Lo ignorado se convertirá en el fantasma de aquello que somos. No se trata de ser alarmistas, sino de ver la realidad con los lentes de la conciencia y de la crítica.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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