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Fabrizio León Diez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Lunes 24 de abril, 2017

La espuma de fama de Mérida debe disiparse para poder mirar los termómetros y medir con exactitud los indicadores de los problemas en las rutinas diarias y así prever las dificultades que vienen, debidas al vertiginoso crecimiento migratorio, habitacional, automotriz, turístico e inmobiliario de la capital.

Esta espuma oculta los serios problemas que hay en el transporte público, la falta de espacios comerciales y de recreación en el sur de la ciudad, la alta violencia intrafamiliar y la nula política de prevención en seguridad, salud, educación, vivienda, fomento a la cultura y al civismo; las cuales no dudamos que existan, pero casi nadie las conoce.

Cuando a inicios de este año, el alcalde de Mérida, Mauricio Vila Dosal, apareció en las encuestas como el preferido para ser candidato a gobernador de Yucatán, las relaciones políticas y personales con el gobierno de Rolando Zapata se enfriaron, y aquella empatía que se les criticó pasó a una prudente distancia, pues la percepción en público y privado, dentro del gabinete estatal, pareciera que el heredero del gobierno fuese Vila Dosal, lo cual no es cierto políticamente, aunque sí en los beneficios reales.

No obstante, que el Ayuntamiento tiene mil millones menos de presupuesto que ciudades similares en cantidad de habitantes, como Querétaro, Mérida ha logrado cierto nivel de complicidad con sus habitantes y éstos con su autoridad capitalina, lo cual beneficiará al alcalde si decide competir por el gobierno del estado.

Mauricio Vila no se ha cuidado en exceso y aunque tiene trabajando a un equipo en el monitoreo político, su preocupación fiel por la ciudad es proporcional al crecimiento de su popularidad, que ha rebasado las expectativas hasta de su propio partido. Hoy es el consentido de las tres corrientes del PAN encabezadas, a nivel nacional, por Margarita Zavala, Ricardo Anaya y Rafael Moreno Valle.

La ansiedad del PRI no es sólo por cómo hacerle y con qué candidato ganar Mérida en 2018, sino el temor absoluto de que, en los pocos meses que quedan para elegir al personaje que sustituirá a Zapata Bello, pierdan el estado y con ello el esfuerzo monumental para lograr colocar a Yucatán como la entidad menos insegura y con el gobernador menos mal calificado, en una feria en la que el electorado ya no cree en sus políticos, y menos, en los legisladores, partidos políticos y medios de comunicación tradicionales.

El trabajo de construcción y “pegado” político para que el PRI yucateco llegue fortalecido a la elección o designación directa de sus candidatos ha sido labor ardua y ortodoxa por parte de Zapata Bello, hasta ahora, pero dicho por su propio equipo y los legisladores locales y federales, esa unidad se está despegando y despellejando.

El vaso que contiene el líquido donde todos beben tiene fisuras y, a menos que adelanten sus tiempos o se atrevan a hacer las cosas diferentes, con audacia, el PRI yucateco será consumido por los tiempos, espacios y formas del gobierno federal y los dirigentes del PRI nacional, los cuales prevén de manera muy profesional, que puedan perder y ser otra vez, oposición.

[b]Trabajos y señales[/b]

Para regular el tránsito, con un parque vehicular que aumenta a ritmo de 3 mil autos mensuales, capacitar el servicio al turista, cuyo alojamiento requiere 200 habitaciones nuevas cada año mientras hoy se construyen 2 mil, y evitar que la voracidad que procrea el dinero nuble la visión y distraiga la atención de lo urgente e importante, especialmente en tiempos preelectorales, es necesario comunicar y construir los puentes generacionales, para que los próximos gobernantes sean mejores a los que tenemos.

La construcción del Parque Científico y Tecnológico, el Centro de Convenciones, el Palacio de la Música, el Hospital Materno Infantil, la tremenda inversión de seguridad y las inmobiliarias que no paran, aunado al trabajo tan intenso en fomento del turismo, algunos aciertos culturales, la seguridad en el libre tránsito, pocos delitos y la baja impunidad, fortalecen, sin querer, la sensación de que Mérida está muy bien administrada, cuidada y con buen futuro. Sin embargo dejan oculto, sin querer también, que estas obras son gestiones del gobernador, lo cual será reconocido cuando haya un “heredero” visible, que cuide y sobre todo explote políticamente estos logros.

Los dirigentes del gobierno y el PRI están esperando señales que no llegan y se mueven poco para acelerarlas, por temor a perder de nuevo en la capital y tal vez el propio estado.

Las bombas de jabón confunden y distraen la atención. No se sabrá quién es su creador y responsable, entre el alcalde o el gobernador, cuando revienten.

[i]Mérida, Yucatán[/i]

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