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José Juan Cervera
La Jornada Maya

Martes 18 de abril, 2017


En la galería polivalente de los cultores de la novelística nacional hay figuras en las que vibra con fuerza el reconocimiento de sus contemporáneos, de sus herederos espirituales y de sus lectores y analistas. Otras presencias discurren solitarias, casi inadvertidas, a veces penosamente olvidadas sin otro acompañamiento que el del hallazgo circunstancial o el de la manía clasificatoria, sin más eco que el de sus pasos engullidos por el vacío, despojados de las mínimas pautas de identidad que puedan dar sentido a la vivencia histórica del recurso narrativo.

En algunos casos se trata de mujeres cuyas novelas son un inconexo punto de referencia en el piélago de la escritura mexicana de todos los tiempos, y no sería insensato suponer que su pertenencia de género en algo influyó para arrinconarlas en esta marginalidad que poco aclara su devenir literario. Una acción semejante pareció imponerse sobre la obra de Corina Garza Ramos, de quien no se registra ninguna nota biográfica que llegue al conocimiento público.

Escribió María o entre las viñas, que Ediciones Botas publicó en segunda edición en 1946. En el prefacio, la autora deja entrever que se trata de su primera novela. Otras dos, también salidas de su pluma, son Víctimas y Sacrilegio, que la misma compañía editorial dio a la luz en 1949 y 1951, respectivamente.

En los apuntes introductorios de [i]María o entre las viñas[/i], su autora señala que la obra se nutrió de la emotividad de su temperamento, la cual se deja ver con cierta densidad en algunos de sus pasajes, aunque en general constituyen una singular muestra de psicología femenina, orientada a exponer un mundo interior en el que continuas reflexiones van guiando aspectos significativos de la trama. “La vida camina, no se queda parada en el momento en que para nosotros es completa porque nuestra vida está ligada a otras muchas que forzosamente algún día ejercerán influencia en ella”.

La protagonista es una mujer resuelta, de carácter firme y expansivo, que encuentra a su alma gemela en un amigo de su esposo. El primero de ellos le declara su amor pero sabe que éste no podrá prosperar, convirtiéndose en una carga emotiva que lo consume y lo paraliza. Pero en realidad la historia gira en torno a tres amores, que Corina Garza Ramos describe como un amor brutal, otro sublime pero frustrado y un amor triunfante, si se enfoca desde el punto de vista y las acciones de los varones que intervienen en ella.

Las disyuntivas éticas se hacen recurrentes y se desbordan en los momentos intensos de la narración, tal como sucede en la tentativa de abuso que sufre el personaje principal durante una ausencia del esposo, quien a pesar de no dudar de la integridad de María, se percata “del poder de hembra que posee”, sin que ella misma se dé cuenta. Esta noción la reprobarían categóricamente las feministas actuales.

Las viñas a que alude el título de la obra son las que crecen en los cultivos de la familia de María, situados en un pueblo perdido en la geografía nacional, en alguno de los estados en que se fomenta ese producto. Si bien no se nombra el lugar, éste resulta típico y tradicional, con sus festejos patrióticos y sus bailes populares, que sólo dan inicio cuando las familias connotadas de la comunidad pasan a bailar dando ejemplo a los demás concurrentes, quienes aceptan implícitamente esta distinción jerárquica que regula sus actividades recreativas.

Al abandonar su pueblo natal, María se traslada a la capital del país, que la escritora identifica plenamente gracias a las descripciones que hace de la gran ciudad y a las evocaciones históricas que las complementan, poniendo como escenario de algunos pasajes el Bosque de Chapultepec, la Alameda Central, el Palacio de Bellas Artes, las calles de Tacuba y Cinco de Mayo, los murales de Rivera y Orozco… Para hacer más nítida la atmósfera sentimental de su novela, incorpora unos versos de Amado Nervo; con el mismo propósito recurre al fragmento de una canción de Agustín Lara, realzando además su contexto cronológico.

Garza Ramos pone en evidencia también su aguda capacidad de observación del comportamiento social, como cuando describe la diversidad de emociones que desatan los juegos de azar, o cuando propone una clasificación de los caracteres que traslucen las actitudes de las personas al momento de bailar.

Sólo al final de la obra, la autora brinda un indicio de sí misma al equipararse, junto con su amado, con la pareja ideal que en ella presenta a sus lectores, tan unida en el infortunio como los mismos Romeo y Julieta, a quienes también evoca en su recuento literario.

*Corina Garza Ramos, [i]María o entre las viñas[/i]. México, Ediciones Botas, 1946, segunda edición, 301 pp.

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