de

del

Lolbé González
Foto tomada de www.institutoculturaldeleon.org.mx
La Jornada Maya

Jueves 6 de marzo, 2017


La mañana del 16 de marzo, en el marco de la Filey, se presentó [i]Molière por ella misma[/i], una farsa pedagógica escrita por Francoise Thyrion y dirigida por Tomás Ceballos, con la actuación de Silvia Káter.

En esta obra, el personaje, una conferencista poseída por Molière, hace un recorrido por la biografía y producción teatral de este autor, así como por el Siglo de Oro francés y los principales monumentos arquitectónicos de París. Los cambios de personalidad que la actriz representaba en escena causaron risa y desconcierto entre los casi 360 estudiantes de bachillerato que asistieron.

La presentación no fue sólo una oportunidad para que los jóvenes se acercaran al teatro, pues al finalizar se abrió espacio de diálogo para que expresaran su opinión y sus dudas.

Una chica le preguntó la actriz, “¿Por qué hay tantas palabrotas en la obra?” Silvia Káter agradeció el cuestionamiento y explicó que años atrás alguien le hizo la misma pregunta a Emilio Carballido, y que ella suscribía esa respuesta: “Las malas palabras son las que están fuera de lugar. Si yo quiero decir silla y en lugar de eso digo carajo entonces carajo es una mala palabra. Pero estas son palabras que usamos y que tiene mucho más sentido emplear en determinados momentos”. Comentó también que “el falso teatro regional se prostituye con el uso excesivo de insultos para hacer reír, eso es una grosería”.

La respuesta de Silvia no se regodea en la autocomplacencia ni descalifica a quien pregunta. Sus palabras apuntan a mirar desde otro punto de vista aquello que tenemos más a la mano.

Escucharla recuerda un poco a la escritora y activista Brigitte Vasallo, quien dice: “El humor, siempre hacia adentro y hacia arriba. Si no, es opresión”, y en este caso el llamado teatro regional, ese que para su título le cambia una palabra a la película de moda, cumple con la función de hacer reír de modo tal que nadie cuestiona su posición en el engranaje social ni tiene que sentirse incómodo con la profunda desigualdad y discriminación existentes en nuestro estado. Siempre, por supuesto, a costa de la gastada fórmula de hacer burla del homosexual y el indígena.

[i]Molière por ella misma[/i] fue también una reflexión sobre el poder, quién lo tiene y cómo podemos distinguirlo. Molière, por ejemplo, tenía que agradar a Luis XIV. “Siempre hay que gustarle al rey, o bueno, eso es lo que piensan algunos. En este caso hay que gustarle a la Filey”, expresó el personaje en un guiño de complicidad con el público.

Varios de los estudiantes que asistieron a la puesta en escena hablaron de su admiración por el trabajo de la actriz y agradecieron que al final se les animara a hacer aquello que les genera pasión.

La experiencia del arte no debería ser cosa accesoria o prescindible para los jóvenes ni para nadie. Aun así, en el plan de estudios del bachillerato de la UADY se compacta en una sola asignatura la educación física y la artística: tienen 30 horas al semestre para desarrollar el amor por el deporte, el conocimiento de su cuerpo, experimentar con las artes y disfrutar de la experiencia estética. Suena muy similar a la consigna de la madrastra de Cenicienta: “Sí puedes ir al baile… cuando termines todo lo que tienes pendiente”.

En esta producción en serie del alumnado no hay tiempo para los análisis subjetivos, para la experiencia estética ni para el disfrute de la producción literaria o musical de ningún tipo.

¿Qué clase de aspiración laboral o vocacional pueden tener los alumnos que estamos formando? Únicamente aquella de elegir lo menos agobiante, de sentirse culpables si encuentran una ocupación que los haga felices. Porque terminando el preescolar (y a veces desde ahí) la escuela se encarga de dejar bien claro que el verdadero trabajo trae consigo una dosis de tortura de variable intensidad. Que una labor que se disfruta tiene que ser sospechosa, difícilmente puede ser llamada trabajo y por supuesto, que no se puede vivir de eso.

Al final, la presentación de [i]Molière por ella misma[/i] dio todo lo que podía dar de sí; aprendizaje, diversión y diversificación de la experiencia. Sólo queda desear que los jóvenes que asistieron tengan pronto más oportunidades de este tipo.


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