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Miguel Carbajal Rodríguez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 5 de abril, 2017


Inicia abril y el calor se ha dado cita en nuestra vida de manera contundente. El termómetro marca los 40°C bajo sombra con una sensación térmica muy superior. Los pronósticos de ayer son realidad hoy: Cada año más caliente, cada vez más calor y menos lluvia.

“El invierno yucateco de una semana” decimos con el humor que agradece los escasos días de ¿frio? a principios de año. Sequías que tienen en jaque a centenares de apicultores, milpas castigadas por el dios Kin, cuya producción es cada vez menor, obligando al abandono del campo y la migración a las ciudades. Escucharemos en breve más y más noticias relacionadas al clima que definitivamente incide de manera directa en nuestra vida diaria: golpes de calor, deshidratación, violencia por el mal humor, polvo, intoxicaciones por alimentos echados a perder, incrementos en el recibo de la luz, entre otros.

Los centros urbanos son cada vez más poblados y se convierten en un factor de presión al medio ambiente; su crecimiento sin control y desmedido no sólo favorece a que el calor aumente sino que la calidad de vida de sus habitantes se deteriore. Las manchas urbanas avanzan imparables devorando los ecosistemas que las rodean. Mérida es un claro ejemplo.

Sabemos bien que uno de los mejores aliados para mitigar el calor y, de paso, contrarrestar a los nocivos Gases Efecto Invernadero (GEI) son los árboles. Cada árbol respira CO2 y nos devuelve oxígeno, es indiscutible la diferencia en la temperatura que existe bajo la sombra de un árbol y fuera de ella, además, atraen de forma natural a la fauna, a la humedad y son un hermoso mosaico en el paisaje urbano.

Si bien la autoridad municipal ha iniciado una cruzada decidida para enverdecer la ciudad y poner el tema ambiental en el centro de muchas discusiones, esta línea de acción necesita retroalimentarse y apoyarse paralelamente con acciones que se sumen a este propósito por parte de todos los actores que incidimos en la urbe. Tristemente el concepto de sustentabilidad y la necesidad de arborizar nuestra ciudad parece aún no ser compartido por algunos, entre ellos (afortunadamente no todos) ciertos desarrolladores y constructores.

¿Basta en nuestros días apegarse a la norma para cumplir? Me parece que debería de existir además un componente ético en quienes crean los nuevos espacios urbanos, pues en sus diseños y proyectos no sólo va la estética de la ciudad; también se afecta la calidad de vida de todos quienes vivimos en ella. Pienso en este momento en la extensión de una conocida plaza al norte; su nuevo estacionamiento es una clara falta de ética y responsabilidad. En toda la extensión de asfalto, la sombra para los autos vendrá de elementos artificiales metálicos y plásticos. En la periferia, únicamente césped y algunas palmeras como oda a una estética que nada tiene que ver con el cuidado ambiental. Sólo se ve un árbol, el único que dejaron en el rincón del complejo, y por cierto, la única sombra natural de dicha zona. Un botón para muestra de muchos espacios verdes en donde el pasto y las palmeras ofrecen un paisaje “playero”, pero que también ofrecen su calor como tributo a la estética.

Mientras los intereses económicos sean los únicos que jueguen la mente de los desarrolladores, seguiremos sufriendo este tipo de agresiones. El mundo está en grave crisis ambiental debido a esta visión en donde lo único que prima es la rentabilidad económica junto con la rentabilidad estética. No podemos seguir en esta línea, cada proyecto debe de poner en la balanza por igual peso, junto a la rentabilidad económica, la social y la ambiental.

Actualmente en el Congreso del estado existe una propuesta de ley sobre conservación y desarrollo del arbolado urbano que incluye la lista de 21 especies de árboles para los espacios urbanos. De aprobarse, ayudaría a que en los nuevos espacios se cuente con más árboles y sus respectivos beneficios. Mérida, como otras urbes, seguirá creciendo, por lo que es urgente no sólo contar con las medidas adecuadas en el marco legal, pero sobre todo con una ciudadanía que comprenda la necesidad de cuidar los elementos naturales y que tome las correctas decisiones en función de lograr de una mejor calidad de vida para todos.

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