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Andrea Bárcena
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Sábado 18 de febrero, 2017

El amor es ciego, dicen. Pero en realidad, el corazón –identificado como órgano del amor– tiene sus propios ojos; sus estrategias de persuasión y una voluntad de fuerza tal que a veces se impone a la voluntad racional, por así llamarla.

Antes que los científicos empezaran a comprender la compleja estructura y función del corazón, Antoine de Saint-Exupéry lo expresó así por boca de [i]El Principito[/i]: Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos. Y aún antes, el sabio Blas Pascal ofreció al mundo su célebre enunciado: El corazón tiene razones que la razón ignora. Desde la sabiduría popular, Pedro Infante cantaba: Corazón tú dirás lo que hacemos/ lo que resolvemos/ nomás quiero que marques el paso/ que no le hagas caso/ si la ves llorar/…

Y es que según las circunstancias, el corazón puede enviar al cerebro más información de la que recibe y así inhibir o activar determinadas zonas cerebrales. Hace ya varios años que las neurociencias empezaron a identificar en el corazón un sistema nervioso independiente y bien desarrollado con más de 40 mil neuronas y una compleja red de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo. Eso significa que el corazón puede influir y modificar nuestra manera de pensar; determinar nuestra percepción de la realidad y comandar nuestras reacciones.

Es una lástima que solamente los artistas le hagan más caso al corazón que a la mente racional, ya que padecemos una educación racionalista en la que las emociones no son tomadas en cuenta o se consideran la parte débil de la personalidad. Pero la escuela que está por inventarse habrá de darle a la afectividad y a la intuición el mismo valor que a la racionalidad. El epistemólogo suizo Jean Piaget lo formulaba así: Todo acto, por intelectual que sea, tiene detrás un móvil afectivo. Mientras que para el biólogo y pedagogo chileno Humberto Maturana el amor es la única emoción capaz de ampliar la inteligencia.

Cada semana deberíamos celebrar por lo menos un día del amor, para tener así presente que la capacidad de amar es la mejor que tiene el ser humano, y que si educamos a los niños en atmósferas amorosas llegarán a ser adultos sanos y verdaderos; puesto que los tiranos, los asesinos y los traidores poseen corazones que no recibieron suficiente ni verdadero amor en la niñez.

El amor es mucho más que el enamoramiento, el deseo y la carne; es una manera de ser y de darse. El amor es una de las formas de la conciencia en la que anidan la bondad, la compasión, la justicia, la belleza y la alegría. “Si nada nos salva de la muerte –propone Pablo Neruda– al menos que el amor nos salve de la vida”.

[i]Ciudad de México[/i]

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