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del

José Juan Cervera
Foto: Tomada de www.trovadores-yucatecos.com
La Jornada Maya

Lunes 13 de febrero, 2017

La obra de Ricardo López Méndez (1903-1989), [i]El Vate[/i], sobrenombre que lo identifica hasta nuestros días, es vasta y diversa. Su incursión en la poesía, especialmente la de vertiente patriótica, lo ha hecho muy conocido. También son memorables sus poemas musicalizados por destacados compositores, tanto yucatecos como Ricardo Palmerín y Guty Cárdenas, como otros que conoció al residir en la capital del país. De este modo, su nombre se asocia con los de Gabriel Ruiz, Tata Nacho, Alfonso Esparza Oteo y Manuel Esperón, entre muchos otros.

Los lazos que lo unieron con grandes compositores e intérpretes yucatecos se expresan claramente en poemas como [i]Oración a Ricardo Palmerín[/i], con motivo de su muerte, en 1944. Sus versos finales dicen: “Es contigo una época la que cierra los ojos,/y una voz cancionera la que deja de ser./Como en las “Golondrinas” que se van con los sueños,/¡con todos los recuerdos, te nos vas tú también!”.

También legó testimonio poético de su identificación profunda con la lírica popular y sus artífices, que hoy perduran por su inmersión en la entraña colectiva, reuniendo en sus acordes y sus versos emociones y vivencias, ingenuos anhelos y reverberaciones telúricas, tal como refiere cuando dice: “Y así,/ afinando el oído/para encontrar la voz más pura de mi tierra,/vino a mí este polvo de palabras musicales,/inmensamente musicales,/llenas de fiesta, colmadas de México,/esparcidas en el viento,/¡como lluvia de mariposas/que pintaran de fuego las distancias!”([i]Canciones de México[/i]).

También canta la sensualidad del trópico, personificada en un instrumento musical que compendia agravios seculares, la conciencia dinámica del entorno y su significado histórico, del modo como expresa en las siguientes estrofas: “Y pasaremos entonces/por tu puente de suspiros/en busca de una nueva ola/verde, intensamente verde,/como los ojos de una mujer/que quedó dormida/en su propia mirada.//Y veremos en tu música/la posesión salvaje/de la primera virgen india/sacrificada en el deseo/del blanco ávido de selva/sobre la nueva tierra conquistada.//En tanto, marimba,/que se nos vaya el alma/en el gemido de tus carnes laceradas,/y en la sonrisa de tus noches muertas.” ([i]Marimba[/i]).

[i]Credo,[/i] su poema más conocido, es ejemplo venturoso de la apropiación colectiva que puede experimentar una composición literaria, ya que al darla a conocer su autor durante una transmisión radiofónica, gustó tanto entre los oyentes que estos pidieron copias de ella. Cuando una obra es acogida, declamada y compartida en el núcleo de la cultura popular y de la vida cotidiana, atestigua las contribuciones de los intelectuales en diálogo con la sociedad que moldea su pensamiento y su acción.

Su talante lírico lo llevó también a exaltar los dones del cuerpo femenino, los ritos que lo circundan, sus palpitaciones y las esencias que guían los designios fragorosos de la voluptuosidad: “Así, toda desnuda,/tomo tu ausencia y tu presencia juntas/en tus senos votivos, vigilantes/de mi angustia que busca en cada ofrenda,/el relámpago vivo de tu carne/que estalla en mí para beber tu aliento.” ([i]Poema en tu cuerpo[/i]).

En efecto, la pasión amorosa constituyó un motivo fundamental en la lira de El Vate, inscribiéndose en la tradición arrebatadora de los cantos que siguen vibrando en el ánimo de sus receptores, porque sus efectos sonoros se alojan por igual en lectores y en oyentes, ya que la recreación de los sentidos llega a apreciarse como una unidad indivisible: “¡Qué amor tiene que ser éste, tan hondo,/que arrebata caminos a los vientos,/y que esculpe el pasado en la agonía/de todos los recuerdos,/para formar con ellos una sola/sensación sin distancia de ti misma,/desvelo intacto, floración sin tiempo,/que acaricie la voz cuando te nombre/en el instante mismo de lo eterno!” ([i]Canciones para ti[/i]).

Además de su producción poética, de la que publicó poco, acaso ediciones limitadas que obsequiaba a sus amigos y conocidos, como fueron los casos de Credo, en 1941, y [i]Voz en la piedra[/i], en el año siguiente, la obra del escritor nacido en Izamal abarcó otros géneros, como la dramaturgia, el ensayo y la crónica. Publicó los libros [i]La imprenta en Yucatán[/i] (1939) y [i]Estampas de historia de México[/i] (1977), al igual que [i]Un viaje a la India por el aire[/i] (1944), que registra una selección de conversaciones que sostuvo con Gutierre Tibón. Incursionó con éxito en la locución radiofónica. En su juventud fue uno de los talentosos colaboradores de que se rodeó el gobernador Felipe Carrillo Puerto durante su breve mandato. Su meritorio desempeño en el cultivo de las letras justifica todos los honores que puedan tributarse a su memoria.

*Palabras pronunciadas durante el homenaje a Ricardo López Méndez en el CXIV aniversario de su natalicio.

[i]Mérida, Yucatán[/i]

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