Reporte 8AM

Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Martes 7 de febrero, 2017


Un ruido la despierta. Abre los ojos, con miedo e intenta escuchar con más atención. En las olas, cree se ahogan unos pasos, pero no el sonido de algo metálico. Despierta a su esposo, que alarmado le pregunta qué pasa. Nos están robando, le dice ella, susurrando. A él se le eriza el cuello. Se intenta incorporar; ella le alcanza el bastón…

No se sabe a ciencia cierta cuántos extranjeros viven en Yucatán. Unos dicen que siete mil; otros, que diez mil. Muchos, en cualquier caso. La gran mayoría, proveniente de Norteamérica, Estados Unidos y Canadá. Jubilados, con ánimos de establecer en el estado su segunda residencia, sus sitios favoritos para vivir son el centro de Mérida y la costa.

Esta semana, sin embargo, estos nuevos vecinos de Yucatán se han comenzado a cuestionar si fue una buena idea elegir a nuestro estado. Una ola de robos en las casas de la playa ha motivado que esta comunidad alce la voz. Y no es para menos, ya que se han registrado hasta nueve robos en sólo una noche. Los ladrones no esperan a que la casa esté vacía: entran a robar, incluso cuando están sus moradores adentro, con todo el peligro que esto implica. El siguiente titular de esta serie de crímenes podría incluir un homicidio, ya sea el ladrón o su víctima.

En el puerto se ha ido gestando una casta que vive de lo ilegal, comenzando con la pesca furtiva. Las autoridades se han hecho de la vista gorda, y han dejado que esta situación crezca y crezca. No todo el año se puede traficar con pepino, y es así como el robo a las casas de extranjeros se han convertido en una buena opción para que los delincuentes redondeen su botín. La falta de eficacia de la policía también podría tener su origen en la política. El alcalde de Progreso, José Cortés Góngora, es un tránsfuga del PRI. Para el poder fáctico, es importante demostrar que no fue la mejor elección. Hay que tener en cuenta igual a quién venció en las urnas.

La falta de seguridad está ocasionando que esa comunidad pujante de expatriados se lo piense dos veces. Son cientos de hombres y mujeres, que dejan una buena derrama en dólares en el puerto. Huérfanos de la seguridad que el Estado les debe brindar, miran ahora nuevos horizontes en dónde gastar su pensión. Así lo han manifestado y no son los que amenazan para negociar un mejor trato. Tienen miedo, y por eso se plantean irse.

En el centro de la ciudad el panorama es otro. Aunque se han registrado robos, uno de los problemas que más afecta a la comunidad extranjera es la ausencia de una vocación clara del primer cuadro. Ellos vinieron, compraron y remodelaron. Antiguas construcciones, la mayoría casi en ruinas, se han convertido en espectaculares viviendas. Éstas, de unos años a la fecha, comparten calle con bares y cantinas.

El Centro está de moda, para propios y visitantes. Con todos los beneficios y perjuicios que esto implica. En esta encrucijada, vecinos y autoridades apelan al espíritu de la sana convivencia entre dos extremos que muy difícilmente puedan congeniar. Por un lado, tenemos a extranjeros, muchos de ellos mayores, que buscan en esta ciudad tranquilidad. Por el otro, a empresarios restauranteros que hacen dinero con la fiesta. ¿Se podrá encontrar un punto medio, que complazca a ambos?

Y así, mientras miramos al norte, preguntándonos cómo la estarán pasando los mexicanos ahí, nos damos cuenta que nosotros tampoco somos excelentes anfitriones. No somos el paraíso que presumimos que somos. Ahí están las pruebas. A los problemas de seguridad y convivencia que se han intensificado en estos últimos días, se le podría añadir, por ejemplo, el de la fotógrafa asesinada el año pasado, o el cadáver —se presume también de una extranjera— que recaló en la playa hace unos meses y que nunca fue identificado.

En muchas ocasiones, Yucatán no es un lugar de ensueño. Al contrario; a veces, aquí se gestan pesadillas.

[b]¿Quiénes son?[/b]

En estos días, en los que gran parte de un conflicto social radica en que Uber no se ha registrado ante las autoridades, parece increíble que no se cuente con un censo completo y veraz de los extranjeros que han elegido Yucatán como segundo hogar. Es por su seguridad y por la nuestra. Ni siquiera las autoridades consulares estadounidenses cuentan con una cifra real.

La gran mayoría de los visitantes tienen un perfil muy específico, que enriquece a Yucatán y a los yucatecos. Sin embargo, hay excepciones que se podrían convertir en un peligro para el estado. Aquí no se levantan muros, sino que se tienden puentes. Pero es necesario saber quién entra y quién sale.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]