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Tabacón B. Linus
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Lunes 6 de febrero, 2017

Quizá sí estamos solos. Solos porque, aunque existan otros, nunca podremos establecer contacto con ellos. Dos aclaraciones, primero, estoy hablando de establecer contacto con otras formas de vida inteligente en otros planetas y galaxias. Segundo, dirán que me volví loco y que a quién le pueden interesar -en este momento histórico y en esta editorial- leer sobre estos temas, pero ténganme paciencia y verán mi punto.

En 1964, hace 53 años, Stanislaw Lem, a quien yo pondría entre los grandes de la ciencia ficción universal, se preguntó con rigor científico - en su obra maestra [i]Summa Technologiae[/i]- ¿por qué no habíamos establecido contacto con otras civilizaciones extraterrestres? Y analizó el problema desde un punto de vista muy original.

Establecer contacto con otras civilizaciones no es -postula Lem- sólo un problema de la probabilidad de que existan otras formas de vida avanzadas, y tampoco es un dilema de distancias en el universo, es -sobre todo- un problema de cuántos años existe una civilización avanzada antes colapsar y desaparecer.

El postulado de Lem es escalofriante. Si asumimos que debe existir vida inteligente en el universo porque nosotros no somos una excepción milagrosa y porque en las galaxias existen múltiples sistemas solares y planetas habitables para la vida como la conocemos, entonces resulta extraordinario que no hayamos encontrado evidencia de otras civilizaciones. Ante esa “ausencia” de los otros, o verdaderamente somos un milagro increíble o algo debe estar mal.

Si las civilizaciones avanzadas durasen millones de años, su simple expansión o emisión de señales de radio y telecomunicación, crearían una densidad civilizatoria que haría muy fácil que encontrásemos señales sobre ellos.

Tomando como base distintos cálculos científicos, Lem construye una ecuación muy sencilla: si las civilizaciones avanzadas existiesen por mil millones de años, éstas tendrían un tamaño y una expansión de señales detectables que las pondrían a 10 años luz una de la otra. Aplicando el mismo cálculo, si una civilización avanzada existe por tan sólo 100 millones de años, estadísticamente la distancia entre dos civilizaciones sería de únicamente 50 años luz. En ambos casos si las civilizaciones avanzadas existen y duran por millones de años, ya deberíamos haber establecido contacto o encontrado señales de ellas, por la simple acumulación de señales detectables y la expansión de sus actividades en ese tiempo. Sin embargo, seguimos sin contactar nada.

La solución a la ecuación de Lem sólo puede ser dual. O bien no existe más vida avanzada, lo cual sería altamente improbable como ya lo dijimos o -peor, propone él- las civilizaciones avanzadas no duran muchos años. La comunidad científica amplia parece inclinarse más por la segunda opción.

De hecho, la propuesta estadística aplicada a la astronomía, es que las civilizaciones avanzadas duran en promedio 20 mil años antes de colapsar. Si las civilizaciones avanzadas duran 20 mil años - ¡tan sólo 20 mil años!- las distancias entre ellas serían de miles de años luz y por tanto todo contacto entre ellas sería absolutamente imposible. Existiría muy poco tiempo para que las civilizaciones se expandan, dejen o trasmitan señales de su existencia que sean detectables por otras.

Estamos solos no por estar solos, sino porque las civilizaciones se extinguen antes de poder de establecer contacto entre ellas. Duran tan poco, que terminan convirtiéndose en islas desconectadas del todo entre sí. Y esa parece ser la mejor explicación de todas. Así sea la explicación más oscura.

La civilización humana -si tomamos como base la aparición de las primeras ciudades o la fundación del primer imperio egipcio- tendría alrededor de 6 mil años de existencia. Y estamos siendo generosos, porque estamos asumiendo a la civilización humana como una sola, y esto no ha sido así, diversas civilizaciones han colapsado en ese tiempo y desaparecido casi del todo.

La idea de que podemos existir por millones de años -vamos, la idea de que la humanidad continuará por millones de años más- parece extremadamente difícil, sobre todo si revisamos lo cerca que hemos estado del final en tan poco tiempo. Cuantas veces, en tan sólo 6 mil años, hemos visto el precipicio civilizatorio y los años por venir se ven aún más llenos de riesgos de guerras y colapsos ecológicos. Y ahí termina esta reflexión.

No somos eternos, las civilizaciones colapsan, se autodestruyen, su entorno colapsa, la prevalencia de la razón y del desarrollo, así como el triunfo de la ciencia y la expansión no están aseguradas. La evidencia es abrumadora, las civilizaciones -incluso las muy avanzadas- parecen extinguirse. Eso no hay que perderlo de vista, hoy menos que nunca.

[i]Mérida, Yucatán[/i]

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