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Foto:

Pablo A. Cicero Alonzo
Foto tomada de la revista [i]New Scientist[/i]
La Jornada Maya

Viernes 3 de febrero, 2017


Se llamaba Foudouko. Era alto y fuerte. Muy alto y muy fuerte. Se convirtió en líder muy joven, apoyado por su lugarteniente Mamadou. El ejercicio del poder, sin embargo, transformó la personalidad de Foudouko. Se hizo irascible y caprichoso.

Comenzó, entonces, un régimen de terror. La mano derecha del tirano, Mamadou, empezó a conspirar en su contra, hasta que la situación se tornó insostenible. Mamadou se enfrentó a su antiguo compañero, venciéndolo en una sangrienta batalla. Foudouko quedó malherido y partió al exilio. El triunfador, no obstante, no se hizo con el poder, sino su hermano David.

En el plan para derrocar a Foudouko participó activamente Aminata, madre del poderoso Mamadou y del inteligente David. El matarreyes tuvo que comenzar de nuevo, ganándose la confianza de los suyos. Después de purgar su necesario crimen, ocupó el lugar que antes tenía, pero ahora bajo el liderazgo de su hermano menor. Aminata se convirtió en algo así como la reina madre.

El exilio de Foudouko duró años, hasta que un día se acercó a lo que antes había sido su reino. Ante quienes había tiranizado ahora se mostraba solícito, incluso conciliador. Poco a poco, con estudiada cautela, Foudouko regresó.

Aminata, desde las penumbras, comenzó a alertar a varones y hembras, a susurrarles recuerdos de las atrocidades del tirano destronado. El veneno generó violencia, y una noche, entre varios, asesinaron a golpes a Foudouko. Personas que se encontraban cerca recuerdan que escucharon un griterío excepcional. Uno de ellos, primatólogo, encontró el cadáver de Foudouko, con severos desgarros en el cuello y un pie, que probablemente causaron que se desangrara.

Además, tenía los dedos destrozados, supuestamente debido al esfuerzo de sus atacantes para sujetar sus extremidades a dentelladas mientras le mataban. El grupo se acercó a presenciar la escena, olfateando y toqueteando el cadáver. Algunos machos jóvenes lo golpearon de nuevo, mordían la carne ya fría. Mamadou se acercó con timidez y empujó el cadáver, pero sin agresividad, como queriéndolo despertar.

Llegó entonces Aminata. La hembra, tras inspeccionarlo, comenzó a comer de las heridas del cuello del tirano, mordiendo varias veces su cuerpo para arrancar trozos de carne. Después de varios de estos bocados y algún mordisco en los genitales, introdujo el dedo en el ano del cadáver, que estaba desgarrado, y extrajo material fecal.

Esta escena de Shakespeare se registró en la calurosa sabana de Fongoli, en Senegal, y fue protagonizada por chimpancés ([i]Pan troglodytes verus[/i]). Foudouko alcanzó la condición de macho alfa siendo todavía joven, a comienzos de 2005. Fue derrocado por Mamadou a finales de 2007. El magnicidio se registró en 2013, pero acaba de ser hecho público, por los científicos que estudian este clan. Aparece en la última edición de la revista [i]International Journal of Primatology[/i], y el artículo se puede consultar en esta liga.

Entre los animales actuales, el más cercano evolutivamente al ser humano es el chimpancé; es nuestro pariente genético más próximo, ya que compartimos un 98 por ciento del genoma. El biólogo Jared Diamond, en su libro El tercer chimpancé, incluso propone que nuestra especie debería formar un grupo con las dos especies de chimpancés. Según dice él, un biólogo extraterrestre no dudaría en juntar a los tres en un mismo género.

Y así, como la furia se convirtió en conspiración para derrocar al tirano Foudouko, muchos ahora se preguntan dónde hay un Lee Harvey Oswald cuando se le necesita, o claman que México envíe a Estados Unidos aunque sea uno de los siete Mario Aburto que tenemos. Uno sólo, de los siete.

La política, ahora encabezada por trogloditas, ha reducido a la especie de nuevo a la bestialidad. El hombre más poderoso del mundo sostiene su liderazgo en el terror: humilla, grita, amenaza con enviar hordas, cuelga el teléfono; alardea de sus conquistas sexuales, se refiere a las mujeres como objetos. Ante él, los otros balbucean y tiemblan. Un Foudouko rubio, desnudo.

Millones de años de evolución desaparecieron, se esfumaron. No hay presidentes, gobernadores o alcaldes: hay alfas, minimizando a todos los demás en súbditos, en tristes omegas en esta surrealidad. Me niego a aceptar que soy parte de una especie que en lugar de evolucionar, retrocede. Me niego a asesinar al tirano, a canibalizarlo y a meterle un dedo en el culo. Por más que así lo parezca, no soy un animal, ni tú lo eres. Al tirano se le vence de otra forma. No se necesita siquiera nombrarlo.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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