Reporte 8AM

Pablo A. Cicero Alonzo
Foto tomada de la web
La Jornada Maya

Jueves 2 de enero, 2017


Estertores sublimes. «Mire», confesó José Saramago meses antes de morir, «yo estoy ahora como una vela cuando se queda sólo con la mecha y la llama luce mucho más viva durante un tiempo. Así estoy yo». Y esa luz se tradujo en novelas como [i]El viaje del elefante[/i] y [i]Caín[/i], últimos legados del escritor portugués, que después de esas llamaradas, se apagó.

Hace unos días se publicó la más reciente canción de Joaquín Sabina, [i]Lo niego todo[/i], que nos vuelve a iluminar con su descarnada sinceridad, ya más para ahí que para acá. Un testamento triste, honesto, con mucho de despedida. «Lo niego todo: aquellos polvos y estos lodos; lo niego todo, incluso la verdad», nos confiesa, no a todos, sino sólo a ti y a mí.

Me gusta Sabina por su sinceridad, por su capacidad de hacer poesía el remordimiento; cínicos, líricos mea culpas que al escucharlos me hacen aún más humano. Y porque, al escucharlo, me comprendo mejor. Como a él, «me echaron de los bares que usaba de oficina» y «lloro con las más cursis películas de amor». Como a ti, tal vez.

No soporto, en contraste, a los políticos que intentan, torpemente, negarlo todo. Sabina no se roba nuestro dinero, ni cuando saca un disco malo. Y así, mientras México rescata un patrioterismo artificial, una legión de gobernantes sonríen, azuzando ese falso sentimiento, compartiendo, por ejemplo, videos del izamiento de una bandera.

Mientras temblábamos con los vientos del norte —literal, por la heladez; metafóricos, con la nueva administración estadounidense— salió a la luz la inconmensurable deuda que lega Rafael Moreno Valle a Puebla. El recién ex gobernador panista —y aspirante a candidato a la presidencia— dejó a su entidad una deuda de por lo menos 35 mil millones de pesos.

«Moreno Valle presumía que su gobierno tuvo una deuda bajo control, de apenas ocho mil millones de pesos, según los registros de la Secretaría de Hacienda», publicó el diario [i]Reforma[/i]. «Sin embargo, en su último informe de finanzas de 2016, la entidad reconoció pasivos totales por más de 23 mil millones, que incluyen los más de ocho mil registrados por Hacienda, deudas de corto plazo y otros pasivos contingentes». Moreno Valle, claro, lo niega todo.

Roberto Borge Angulo, en paradero desconocido, le heredó a los quintanarroenses una deuda de más de veinte mil millones de pesos, principalmente recursos que fueron ejercidos sin que existiera ningún respaldo en infraestructura. Algunos medios calculan los pasivos, incluso en más de 30 mil millones de pesos. En este caso, el que calla no otorga; con su silencio, Borge Angulo también lo niega todo.

Quien sin reparos —y contra toda lógica— igual reniega de sus actos es Ivonne Ortega Pacheco. Viendo la paja en el ojo ajeno, incluso bombardea desde su trinchera de confeti y serpentinas a otro cínico: Moreno Valle. Según ella, todas las acusaciones que se le hacen no tienen fundamento, pues nunca se le ha comprobado ilegalidad alguna. «Lo niego todo: aquellos polvos y estos lodos. Lo niego todo, incluso la verdad…».

Ricardo Anaya Cortés, por su parte, negó que hubiera entablado un acuerdo político-electoral con el presidente Enrique Peña Nieto, a fin de cerrar el paso a Andrés Manuel López Obrador hacia 2018. Meses antes, y ante el muro de la verdad, matizó la vida de estadounidenses acomodados que se daba su familia en Atlanta. Su compañero de partido, el senador Javier Lozano Alarcón, en el más patético alarde de cinismo político, aseguró no va a renunciar a la mitad de su salario, de lo contrario tendría que delinquir. «No, porque yo vivo de esto, esa demagogia de decir con mucho gusto doy la mitad de mi salario ¿y luego a robar o qué?».

Hace una semana, luego de haber renunciado al cargo de cónsul de México en Barcelona, el ex gobernador de Veracruz Fidel Herrera Beltrán calificó como «falsas, inaceptables, abominables y algo monstruoso» las acusaciones sobre tratamientos con medicamentos clonados a enfermos de cáncer. Lo negó todo, vaya. «Si es para hacerme daño sé lo que me conviene; he defraudado a todos, empezando por mí».

Una pasarela de mitómanos, que bien podría abarcar todas las páginas de la edición de hoy de [i]La Jornada Maya[/i]. Y la de mañana. Y la de pasado… Profesionales de la fantasía, trovadores del engaño. El problema, reitero, es que se trata de dinero público. No son fabuladores, ya sea de la prosa o el verso: son funcionarios públicos, elegidos para administrar los recursos de un país, los tuyos y los míos.

Ante esta clara inclinación de nuestros políticos, iniciativas como la Tres de tres son inútiles. La mejor manera de parar esta epidemia de mentiras —y de mentirosos— es someter a todo aquel que opte por un puesto público al detector de mentiras. Mientras, los periodistas mexicanos deberíamos imitar a nuestros colegas de otras naciones, que se dedican a desmontar los mitos de los políticos. Que yo recuerde, recientemente sólo hay un antecedente: se llama Sabueso político, y lo publicaba el portal Animal Político. Ahí se retomaba una declaración de alguna personalidad pública y se demostraba con datos duros si era verdad o mentira.

Y es que estamos condenados a que nos sigan engañando si continuamos creyendo en sus falsedades. La prensa, y ahí no lo niego, tenemos gran parte de culpa al convertirnos en replicadores de las fantasías de los Moreno Valle, Borge Angulo, Ortega Pacheco, Anaya Cortés, Lozano Alarcón, Herrera Beltrán, et al. Tristes, mercenarios ecos que asesinan, con cinismo y tinta, la realidad. Dejémosle, pues, las mentiras a los Saramago y a los Sabina.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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